Sobre el futuro de las etnias

Rabino Abarron Haviv en el Congreso Judío Mundial, 2011:

«La homogeneidad de las naciones europeas está fundamentalmente en contra los intereses del pueblo judío. Estamos en un punto de inflexión crítico en la historia. Occidente se está haciendo más y más diverso racialmente y pronto se forzará a la raza blanca a someterse.

El futuro de Occidente es el de una fusión («melting pot») étnicamente diversa, donde ya no reinan las malvadas divisiones de raza y supremacismo blanco. Esto es gracias al tremendo poder de nuestros movimientos sociales e instituciones. Este grandioso cambio será catalizado por la colonización musulmana. Desde la tierra de Israel, los judíos serán para siempre una luz en el nuevo mundo monoracial, tal como está garantizado por Dios»

Nota: El estado de Israel es un estado que se define como étnicamente judío. Lo que se propone es que todas las etnias desaparezcan menos la judía, que será la líder de todas.

Sobre como nuestra cultura considera a las mujeres

Nuestra cultura oscila entre dos concepciones contradictorias de la mujer. 1) Por una parte, nos dice que las mujeres son fuertes y tan capaces como los hombres (son adultas). 2) Pero, cuando hacen algo malo, las mujeres son víctimas y no son responsables de sus acciones. El responsable es un hombre cercano, que las ha obligado a actuar mal, porque ellas son ángeles (incapaces de maldad) y débiles como los niños (incapaces de enfrentar a los hombres malvados). Esta es la visión de los romanos, que consideraban a la mujer un menor de edad y el responsable de las acciones de ellas era un hombre cercano: el padre o el marido.

Esto hace que se proponga que las mujeres tengan la misma libertad que los hombres (para eso son adultas, concepción 1) pero no se les puede pedir responsabilidad por sus acciones (porque son menores, concepción 2). Hay que indultarlas o hay que protestar cuando los jueces los condenan, porque las pobrecitas eran víctimas. El objetivo del feminismo es obtener la libertad total de las mujeres sin ninguna responsabilidad. Esto lo vemos en temas como el aborto, donde la mujer debe tener toda la libertad sin ninguna responsabilidad y el hombre debe tener toda la responsabilidad sin ninguna libertad.

Lo mismo pasa entre la izquierda con los pueblos no occidentales, que cuando matan a alguien es porque algún occidental hizo alguna cosa mala. Este es el mecanismo de chivo expiatorio que analizó con tanta maestría el antropólogo René Girard y que no tengo espacio de explicar aquí.

La raíz del nacionalismo catalán

En el fetichismo de los nacionalistas por Francia es donde se puede ver la naturaleza del nacionalismo catalán. Francia es el país más centralista de Europa, donde las identidades regionales han sido laminadas, los idiomas regionales franceses completamente marginados y despreciados, considerados incultos y paletos. La lengua catalana en Francia está en un estado totalmente terminal.
 
¿Entonces, por qué ese amor hacia Francia de parte de gente que dice querer tanto al idioma catalán y la patria catalana? ¿Por qué Artur Mas pidió ingresar a la organización de la francofonía, cuando el idioma catalán se parece al francés como un huevo a una castaña?
 
Es porque el nacionalismo catalán, más que un ensalzamiento de la identidad catalana és un rechazo de la identidad española. Es una de las formas en que los españoles reaccionan a la internalización de la leyenda negra. Sabemos que esta leyenda negra ya estaba internalizada a finales del siglo XIX por los españoles. Como dice un poema del catalán Joaquín Bartrina (Reus, 1850 – Barcelona, 1880)
 
Oyendo hablar un hombre, fácil es
saber dónde vio la luz del sol
Si alaba Inglaterra, será inglés
Si reniega de Prusia, es un francés
y si habla mal de España… es español.
 
Ante el sentimiento de inferioridad que da internalizar la leyenda negra, en que uno se siente de un país inferior y no homologable a otros europeos, una de las soluciones es no sentirse español. Así España sería un país africano y Cataluña sería un país europeo. Esta es la raíz del supremacismo catalán, que es el motor psicológico del nacionalismo catalán.
 
El supremacismo es una droga psicológica con tres efectos agradables. Primero, es agradable sentirse mejor que el vecino, sin hacer nada, sólo por pertenecer a un pueblo que se dice superior. Segundo, el supremacismo permite tirar todas las culpas de tus errores al vecino, que es quien te oprime y no te deja expresar lo superior que eres (ver nuestro amigo cuando dice que una Cataluña independiente sería igual a Francia). Tercero, el supremacismo da un ideal mayor que tu para luchar (la independencia, concebida como paraíso en la tierra), un sucedáneo de la religión. Todos tenemos un agujero en forma de Dios en nuestra alma y si no lo llena Dios, intentamos llenarlo con sustitutos de baja calidad.
 
Dado que Cataluña, para lo bueno y para lo malo, es una región típicamente española (no hay más que ver los continuos esperpentos del proceso, como la República Imaginaria de Cataluña, que bien los pudiera haber firmado Valle Inclán), el nacionalista acaba siendo un «wannabe» (un «quiero y no puedo»).
 
Los «wannabe» son los más cargantes. Todo el día dando la vara. Un rico de verdad (digamos Bill Gates) no está diciendo todo el día que es rico, porque no necesita decirlo. Pero el que es un poco más rico que el vecino, está todo el día dando la vara de qué rico es, qué coche más bueno se ha comprado y cómo sus negocios van viento en popa.
 
Tampoco un habitante de Alemania, no está diciendo todo el día que vive en un país rico. Pero el independentista catalán está todo el día diciendo que ellos son más europeos que los españoles, más tolerantes, más prósperos, mejores. Debe hacerlo para convencerse a los otros y a ellos mismos que son superiores. Un caso muy parecido se da en los «ticos» fanáticos, naturales de Costa Rica, (país que está algo mejor que los otros países centroamericanos) y que son absolutamente insoportables: todo el día diciendo lo maravillosa y superior que es Costa Rica, como los nacionalistas catalanes, como todos los «quiero y no puedo». En cambio un sueco nunca presumirá de país avanzado.
 
Al final, como decía, el nacionalismo catalán no es tanto el ensalzamiento de la identidad catalana sino el rechazo de la española. Si mañana se dijera a los independentistas que podían ser franceses renunciando a su lengua, muchos firmarían. Hace muchos años leí un texto del genial escritor argentino Jorge Luis Borges diciendo algo así:
 
«Yo sería andaluz. Lo que no sería nunca es catalán. Los catalanes quieren ser franceses y no pueden. Los franceses los desprecian».
 
Entonces, pensé que no conocía la realidad de Cataluña, pero ahora pienso que la conocía muy bien. Vemos el «quiero y no puedo». Vemos la francofilia que los independentistas exhibe una y otra vez. Cuando se suspendió la declaración de independencia, un periodista vio a una chica que lloraba diciendo: «No me digáis que tengo que ser española». De eso se trata, de sentirse superior y no sentirse español, no tanto de sentirse catalán, que es sólo un medio y no el fin.

Sobre la lucha final entre el progresismo y el Islam

«En mi opinión, conforme la violencia vaya subiendo, los ciudadanos pedirán más seguridad a cambio de libertad. Esto nos llevará de nuevo a las Dictaduras y al fin de las Democracias.»

Es posible que haya dictaduras orwellianas pero serán transitorias hasta las dictaduras islámicas fundamentalistas. Nuestras élites han subestimado la fuerza de una ideología como el Islam. Se creen que, como han podido acabar con el cristianismo en Europa fácilmente, acabar con el Islam les será igual de fácil (y, mientras tanto, utilizan el Islam como una herramienta para dividir a la población y conseguir más poder para ellos).

Pero no se dan cuenta de que cargarse el cristianismo ha sido posible porque la nueva religión (el progresismo) es, en el fondo, una herejía cristiana, como ya observó Curtis Yarvin . Todos los conceptos que utiliza: libertad, igualdad, justicia social, estatus de la mujer, antiracismo, separación de religión y Estado son conceptos cristianos (aunque distorsionados y vueltos del revés). Por eso, ha sido posible reprogramar las mentes cristianas para que se vuelvan mentes progresistas. De hecho, el progresismo a lo largo de los siglos ha encontrado, a base de prueba y error, los trucos psicológicos perfectos para hacer esta transición.

Pero la mente musulmana trabaja de otra manera y nuestras élites son muy ignorantes de ello (su ideología progresista les hace sentirse superiores a los musulmanes y que su triunfo de la progresía es inevitable). Yo he estudiado por años el Islam y la forma de pensar de los musulmanes (no sólo en libros, sino también con amigos). Es posible que el progresismo seduzca a una minoría (sobre todo, la más acomodada) pero no a la mayoría. Además, las minorías occidentalizadas pronto se integran y disminuyen su natalidad, mientras que la mayoría que sigue fiel al Islam se reproduce mucho más.

Lo que tenemos aquí es un matrimonio de conveniencia entre la élite y el Islam. Los dos creen que se aprovechan del otro. La élite para conseguir más poder. El Islam para penetrar Occidente. La élite busca esa dictadura orwelliana. El Islam la dictadura fundamentalista. Pero cuando el Islam sea más mayoritario se producirá una ruptura. ¿Quién tiene más futuro? ¿Nuestras élites y la izquierda que a penas se reproducen? ¿O el Islam que tiene una tasa de reproducción sólida? El que gana el futuro es quien se presenta a él. El Islam tiene hijos y nuestras élites no. De él es el futuro.

Sobre el Estado fundado en la violencia

El problema  es que hemos dejado de vivir en la realidad. Vivimos en un mundo de fantasía, el de la ideología actual (que funciona como una religión). El de la libertad, igualdad, el multiculturalismo, el victimismo, etc. Una fantasía donde los pedos huelen a rosas y to er mundo e güeno.

Digámoslo claro: cualquier país está basado en la violencia. El Estado tiene el monopolio de la violencia legal, para que se cumpla la ley. ¿Qué pasa si tu te niegas a cumplir la ley? Se te pondrá una multa o una pena. ¿Qué pasa si te niegas a cumplir la multa o una pena? Se te pondrá una más gorda. ¿Qué pasa si te niegas a cumplir todas? Se te condenará a la cárcel. ¿Qué pasa si te niegas a ir a la cárcel? Un policía llegará a tu casa. ¿Qué pasa si te niegas a seguirlo? Te obligará a seguirlo. ¿Cómo? CON VIOLENCIA. Te arrastrará o te pegará.

Es esta violencia de última instancia la que es el fundamento del Estado, pues es la única forma de que la gente que no quiere cumplir la ley se le obligue a cumplirla. Sin la violencia, el Estado desaparece y la sociedad degenera en la anarquía, en la lucha de todos contra todos (lo que produce más violencia). Los occidentales hemos olvidado esto y nos pensamos que el Estado lo crean los derechos humanos, los buenos sentimientos y presumir de tolerante. No, el Estado lo crea el monopolio de la violencia. La única violencia legal es la de Estado y es la única forma de que la gente cumpla la ley.

Como nosotros hemos olvidado esto, nuestra sociedad se está disolviendo. El método siempre es el mismo. Grupos de personas que no quieren cumplir la ley, la incumplen. Si no se les hace nada, ya han conseguido lo que querían. Si la policía se ve obligada a usar la violencia, entonces se hacen las víctimas y la gente critica a la autoridad. Sea como sea, siempre ganan. Son los «crybullies», bravucones de libro, desde los independentistas que llevan niños al butifarréndum hasta los africanos del video. Con el tiempo, la ley se erosiona y la sociedad avanza a la anarquía.

Los que hemos vivido la mayor parte de nuestra vida fuera de la cultura europea tenemos claro esto (incluyendo los africanos del video). Saben que el mundo lo rige la violencia y no las palabras bonitas. Por eso, saben que, si los europeos no estamos dispuestos a usar la violencia, somos débiles y se puede hacer de nosotros lo que quieran. Por eso nos conquistarán y nos someterán. Porque el mundo lo domina el garrote y ellos están dispuestos a usar la violencia y nosotros no. Por eso son tan desafiantes. Saben que somos débiles y decadentes y que es cuestión de tiempo que nos sometan.

Cuatro formas de conseguir la independencia

Históricamente, ha habido tres formas de luchar por separarse de un país y los indepes catalanes han inventado una cuarta;

1) La independencia pactada, como la de Checoslovaquia. Si las dos partes quieren. Ahora los eslovacos se arrepienten y los checos están encantados de la vida.

2) La independencia mediante guerra. Los independentistas rompen la ley, se declaran independientes y esperan una guerra. Si ganan la guerra, son independientes. Este es el método más común. Así fue en Estados Unidos o América Latina. Quien algo quiere, algo le cuesta.

3) La independencia por resistencia pacífica. Inventada por Gandhi para la India. La población desobedece la ley y aguanta las consecuencias. Si los encarcelan, no hay problema. Están dispuestos a sacrificar por su sueño. Al final, esto sirve de excusa a las élites británicas que estaban hasta los huevos de la India para vender a su población que deben irse corriendo. (El mismo método de desobediencia pacífica sirve para dar excusa a las élites que querían acabar con la segregación racial). Quien algo quiere, algo le cuesta.

4) La independencia por lloriqueo y sin ningún coste. Inventada por los indepes para Cataluña. Se trata de quejarse y quejarse para que alguien les de la independencia sin ellos hacer nada. Si lloran suficiente, Europa presionará a España para que les dé la independencia, sin ellos perder ni arriesgar nada. Es como cuando llorabas mucho para que tu papá te diera lo que querías. «Independencia por pataleta», podríamos llamarla. No sólo no están dispuestos a una guerra o a ir a la cárcel: es que no quieren tener el mínimo incoveniente o riesgo. Cuando se aplicó el 155, ningún empleado de la Generalitat dimitió en protesta. Eso sí, hacer cosas que no les cuesten nada, tendrás todas las que quieras, no importa lo ridículas que sean. Manifas, poner una silla vacía en Navidad, poner lazos amarillos, cruces amarillas, bufandas amarillas, condones amarillos, pues el amarillo es un color mágico, que les dará la independencia (y una máxima potencia sexual) sin hacer nada. Después se ponen ciegos de ratafía y se sienten luchadores por la patria. Bueno, cada uno tiene sus aficiones. También hay gente que se disfraza de Star Trek y se cree alienígena. Peor es dedicarse a la heroína.


Su estrategia es siempre la misma: saltarse la ley y provocar y, cuando la ley se aplica, hacerse las víctimas. A Rajoy lo provocaron una y otra vez, con el primer referendum, y les fastidiaba que no reaccionara, porque eso es lo que buscan. Es lo que se llama en inglés un «crybully», un bravucón de la lágrima. Por eso, meten niños y viejos, como los islamistas, que los meten entre los terroristas para que los maten y después sacar rédito político.

Tienen sueños húmedos con «los tanques entrando por la Diagonal», porque es lo que desean, para convertirse en un problema mundial, que salga todos los días en la CNN. Los líderes independentistas están muy disgustados porque no hubo un muerto. Con un muerto hubieran montado una campaña internacional impresionante. Esto es imposible con la señora madura que dicen que le tocaron las tetas y sale con una herida en el brazo contrario al que agarraron. Después se inventan los mil heridos, porque lo de la señora de las tetas queda muy cutre. Qué más hubieran querido ellos que tener mil heridos. De ilusión también se vive.


Los líderes independentistas sin unos cobardes miserables. Están arruinando a su población mientras riban las arcas del Estado , mandándoles a un abismo.

Sí, pero a los indepes, les encanta que les mientan. Cuando Mas y Ponsatí dicen la verdad y reconocen que los han engañado, los indepes se tapan las orejas y piden que los sigan engañando. Han basado toda su personalidad en el sueño de la independencia (un sucedáneo de la religión) y renunciar a él sería replantearse el sentido de la existencia y esto es siempre muy trabajoso y doloroso. Es mejor que les mientan y les roben. Nunca unos políticos corruptos lo tuvieron más fácil.

Nunca sea el primero en dejar de aplaudir

Sacado de “Archipiélago Gulag” de Alexander Solzhenistyn.

En la región de Moscú, se celebraba la Conferencia del Partido Comunista de un distrito. La presidió el nuevo Secretario del Comité del Partido en el distrito, que sustituía a uno que acababan de encarcelar. Durante la clausura de la conferencia, se solicitó un homenaje al camarada Stalin. Naturalmente, todos se pusieron de pie (de la misma manera que, durante la conferencia, todos habían saltado de su asiento cada vez que se mencionaba el nombre de Stalin).

En la pequeña sala estallaron «aplausos torrenciales, que crecían hasta llegar a una ovación». Tres minutos, cuatro minutos, cinco minutos después, “los aplausos torrenciales que crecían hasta llegar a una ovación” continuaban. Pero ya dolían las palmas de las manos y los brazos en alto ya se habían dormido. Y los más viejos ya jadeaban de agotamiento. Aquello se había vuelto una estupidez insoportable, incluso para los que adoraban sinceramente a Stalin. Sin embargo, ¿quién se atrevería a ser el primero en dejar de aplaudir? El Secretario del Comité del Partido podría haberlo hecho. Él estaba en pie sobre la tribuna y era él quien había solicitado la ovación. Pero era nuevo. Había tomado el lugar de aquel que acababan de encarcelar ¡Estaba asustado! Al fin y al cabo, hombres de la KGB estaban de pie aplaudiendo y mirando quien era el primero en abandonar.

Y en aquella sala pequeña e ignorada, sin que el Gran Líder lo supiera, los aplausos continuaron. ¡Seis, siete, ocho minutos! ¡Eran hombres muertos! ¡Estaban perdidos! ¡Ya no podrían parar hasta derrumbarse con un ataque al corazón! En el fondo de la sala, que estaba abarrotado, aún se podía hacer algo de trampa, aplaudir con menos frecuencia, sin tanta fuerza, sin tanta furia – pero, ¿en la tribuna, a la vista de todos? El director de la fábrica local de papel, un hombre independiente y decidido, estaba de pie en la tribuna. Era consciente de toda la falsedad y la imposibilidad de la situación, pero seguía aplaudiendo. ¡Nueve minutos! ¡Diez! Angustiado, lanzó una mirada al Secretario del Comité del Partido, pero éste no se atrevía a parar. ¡Era la locura! ¡Hasta la muerte!

Con cara de entusiasmo fingido, mirándose de reojo, con una remota esperanza, los dirigentes del distrito aplaudirían más y más hasta que cayeran al suelo, ¡hasta que los sacaran de la sala en camilla! E incluso los que quedaran no flaquearían…Entonces, después de once minutos, el director de la fábrica de papel, puso cara formal y se sentó en su silla. ¡Y se produjo el milagro! ¿Qué se hizo de aquel entusiasmo general, incontenible, inenarrable? Todos a una dejaron de aplaudir y se sentaron. ¡Estaban salvados! La ardilla se las había ingeniado para salir de la rueda que giraba …

Sin embargo, así fue como descubrieron quienes eran los hombres independientes. Y así fue como consiguieron eliminarlos. Aquella misma noche, el director de la fábrica de papel fue arrestado. Con una facilidad extraordinaria le echaron diez años, alegando un motivo totalmente distinto. Pero, nada más acabó de firmar el formulario 206, el documento final del interrogatorio, el interrogador le recordó:

“Nunca sea el primero en dejar de aplaudir”.

La Gracia y el Karma

Como católico (y ex ateo), me es difícil decir si Setién está en el purgatorio (camino al cielo) o en el infierno. Porque el cristianismo no es una religión del Karma o de las buenas obras, como otras (por ejemplo, el Islam, el judaísmo o el budismo). No se trata de que los que hacen bien van al cielo y los que hacen mal van al infierno. Nosotros vamos de otro rollo.

El cristianismo es una religión de la Gracia y parte de que el ser humano es imperfecto (pecado original) y no puede salvarse por sí solo: para eso necesitamos un salvador. Como dice el Mismísimo:

«Al oírlo, sus discípulos se asombraron más aún, y decían:

—Entonces, ¿quién podrá salvarse?

Jesús los miró y les contestó:

—Para los hombres esto es imposible, pero para Dios todo es posible.» (Mateo 19, 25-26).

Por eso, sólo la Gracia de Dios («gracia» significa «gratis»), obtenida con el arrepentimiento, basta. Si Setién se ha arrepentido de corazón de sus pecados, estos les serán perdonados. Si sigue negando sus pecados o no arrepintiéndose, no le serán perdonados.

«Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y no hay verdad en nosotros; pero si confesamos nuestros pecados, podemos confiar en que Dios, que es justo, nos perdonará nuestros pecados y nos limpiará de toda maldad.» (1 Juan 1,8-9)

¿Y como no recordar el bellísimo Salmo 51? https://www.biblegateway.com/passage/?search=Salmos%2051…Pero no os aburro más.

De la misma manera, viendo mis pecados de juventud (algunos de ellos harían que vosotros no me hablárais en toda la vida), yo (como una vez declaró Bono de U2) confío en la misericordia de Dios y estoy agradecido de que la Gracia (regalo gratuito) y no el Karma rija en el mundo espiritual. Como dice Chéjov en «Tío Vania»:

«En el mundo más allá de la tumba, diremos que hemos amado, que hemos sufrido y el buen Dios se apiadará de nosotros.» 

En esa esperanza vivimos. Y perdonad el rollo, pero este es un error habitual sobre el cristianismo que se tiene en España y, sea uno cristiano, ateo o de otra religión, creo que es básico saber esto.

El mundo moderno en seis párrafos

Tradicionalmente, se suponía que el ser humano debía dominar su YO para dominar su egoísmo natural y para adaptarse al mundo y a la sociedad, con el fin de conseguir una sociedad y una vida armoniosa. Todos los grandes pensadores de la humanidad así lo han afirmado (Jesús, Buda, Confucio, Séneca y un largo etcétera)

Desde la Ilustración (que llegó a las masas europeas durante los años 60, desplazando al cristianismo anterior), se ha invertido la estrategia. El mundo moderno se basa en dar al YO cada vez menos restricciones para que haga lo que le dé la gana, aunque el deseo no sea sano, ayude a la sociedad o sea constructivo (de hecho, ya no podemos decir esto, pues somos relativistas y no creemos que haya una verdad objetiva, así que no se puede condenar el comportamiento de nadie).

Por lo tanto, no es el que el YO debe adaptarse al mundo, como antes, sino que el mundo debe adaptarse al YO. Así no maduramos y quedamos en el nivel de niños malcriados. La sociedad degenera en una lucha de todos contra todos, a ver quien se queda más parte del pastel.

A esto se le llama «libertad», porque «egoísmo» o «narcisismo» suenan mal. En nombre de la libertad, se intentan romper todas las estructuras que han permitido la sociedad y que ponen restricciones al YO: la religión, las naciones (sea por inmigración ilegal o por separatismos), las comunidades («a quien le importa lo que YO haga», dice Alaska), la familia y, últimamente, incluso la biología (por ejemplo, uno puede nacer hombre y, si quiere ser mujer, puede estar en lucha contra su propio cuerpo, pues nada debe impedir el reinado del YO).

Esto es ir contra la naturaleza y es imposible. Pero sólo intentarlo y mantener la apariencia de que es posible, requiere cantidades ingentes de dinero. Es por eso que aumentan los impuestos y la deuda. Por otra parte, ir contra la naturaleza hace que nuestra productividad y nuestra demografía se hunda y vemos pueblos menos narcisistas y más en contacto con la realidad, conquistarnos y reemplazarnos.

Es un poco triste ver cómo nuestra sociedad se suicida queriendo ir contra la naturaleza y contra la realidad. Pero como dicen los americanos, «la madre naturaleza es una cabrona» («Mother Nature is a bitch») y nada puede ir contra ella. Ella es la que ríe la última. Otros pueblos nos remplazarán y recuperarán el sentido común que nosotros tiramos por la borda en una orgía de egoísmo y narcisismo. Nosotros quedaremos en la historia como una sociedad suicida, ejemplo de lo que no se debe hacer.

Sobre las trampas y lo insaciable del nacionalismo catalán

«la democracia española, aún no está lo suficiente consolidada como para aceptar que una parte de su territorio se pueda separar de forma pacífica.»

En realidad, ninguna constitución del mundo acepta la autodeterminación de parte del territorio (hay que decir que Gran Bretaña no tiene constitución, lo que la hace más vulnerable a los demagogos que juegan con fuego). Ni siquiera la constitución que hicisteis para la futura República de Cataluña. https://www.abc.es/…/abci-constitucion-cataluna-texto…. La constitución de la Unión Soviética sí que reconocía esta autodeterminación y a la hora de la verdad, tampoco se aplicó.

En realidad, siempre jugáis con dos barajas. Pedís diversidad dentro del Estado Español, pero dentro de Cataluña todo el mundo debe hablar catalán y, si no es independentista, se le llama colono y se le dice que se vaya. Queréis independizaros si el 51% del territorio vota a favor, pero no aceptáis que las provincias de Tarragona o Barcelona (donde seguramente ganaría el «no») se queden en España. Queréis hacer referéndum tras referéndum hasta que gane la independencia (si perdéis el referéndum, el día siguiente lucharéis por otro). Pero una vez gane la independencia, ya no habrá ningún referéndum nunca por si la gente se arrepiente. Usáis la retórica de la democracia, pero sois poco demócratas.

«al fin y al cabo no se debe luchar contra los nacionalismos, sino aceptarlos e integrarlos. Es decir, aceptar la pluralidad nacional y hacer los gestos necesarios para que haya un respeto y un ambiente idoneo.» Lamentablemente, esta se ha demostrado una vía fracasada, lo que pasa es que quizás tú eres muy joven para recordarlo.

Ya la Constitución española se hizo con este espíritu. Se pensó que si se daba la autonomía a las comunidades como Cataluña y el País Vasco, se acabaría con el problema nacionalista (que era diminuto en aquellos momentos, pero el espíritu era integrar a todos los sectores de la oposición franquista). En aquel tiempo se pensó que se había aceptado la pluralidad (no digo «nacional», porque Cataluña no es una nación: esto es una milonga que os han contado). Incluso se incluyó la palabra «nacionalidades» en la Constitución para que los nacionalistas estuvieran satisfechos (esto era muy radical entonces)

Desde que los nacionalistas tuvieron el poder, tomaron el control de la escuela, de los medios de comunicación y de las subvenciones a la sociedad civil para crear un sentimiento de agravio y pedir más. En cada negociación con el gobierno central (por ejemplo, la de Aznar) se les ha dado más cosas a los nacionalistas, pero ellos no han estado nunca contentos. Las cesiones siempre han ido en el mismo sentido. Siempre los nacionalistas han sacado algo más de lo que tenían. Pero nunca han estado satisfechos.

Más adelante, los nacionalistas deciden ir un paso más allá, aprobando un nuevo Estatut de forma unilateral. Un Estatut que tiene cosas que ningún Estado puede aceptar. Cuando el Constitucional aprueba la mayor parte de este Estatut pero anula unas pocas cláusulas, los nacionalistas elevan el grito al cielo: «¡No hay derecho! ¡La voluntad del pueblo de Cataluña está por encima de cualquier tribunal!» Esa es la negociación según los nacionalistas: dame todo lo que quiero o si no no estaré satisfecho. Si me lo das todo, pasaré unos años satisfecho y después volveré a estar insatisfecho». Obviamente, esto quiere decir que ese ambiente idóneo de que hablas es imposible de conseguir, porque el nacionalismo tiene como lema aquella canción: «Todos queremos más. Todos queremos más. Todos queremos más y más y más y mucho más». Para obtener más concesiones, se hacen los agraviados, las víctimas y protestan, por lo cual integrar el nacionalismo es imposible, porque el nacionalismo no quiere ser integrado en el sistema. Esto haría que se quedara sin coartada para obtener concesiones.

Más adelante, el nacionalismo hace un referéndum y declara la independencia de forma unilateral, incluso no teniendo la mayoría de votos de Cataluña a su favor. Claro, ¿qué hay que decir a eso? ¿Cómo se puede integrar a aquellos que no quieren ser integrados? ¿Aquellos que nunca tendrán suficiente, que siempre querrán más, que sólo estarán satisfechos con la independencia? Es muy irónico que la gente que está siempre descontenta y que no se contenta con ninguna cesión sea la que diga que hay que integrarlos y aceptarlos, cuando ellos no quieren ser ni integrados ni aceptados.