Dos religiones y los enemigos

A menudo se dice que todas las religiones son iguales. ¿Es esto así? Compararlas todas aquí sería muy largo, así que sólo consideraremos las dos más importantes en número de fieles: cristianismo e Islam. También comparar todos los aspectos sería larguísimo, así que nos hemos centrado en uno: el tratamiento de los enemigos.

Se podría de hablar de otros temas. Por ejemplo, el tratamiento a las mujeres, pues Mahoma violó a varias de ellas. Se podía hablar como Mahoma se casó con una niña de seis años y la desvirgó a los nueve años (él tenía 53). O como se encaprichó con la esposa de su hijo adoptivo y dijo que Alá le había revelado que ella se divorciara y se casara con Mahoma (lo que hizo). O como dijo que Alá le permitía a los musulmanes tener hasta cuatro mujeres pero a Mahoma todas las que quisiera. Pero no será en esta ocasión.

Consideramos dos aspectos: como el fundador de la religión trató a los enemigos y qué dicen los textos sagrados sobre cómo tratar a los enemigos. Comenzaremos por el Islam (sobre el que nos extenderemos más por ser más desconocido en nuestra cultura) y concluiremos con el cristianismo.


Islam

Cómo trató Mahoma a los enemigos:

El Islam es una mezcla de religión y política. Mahoma era el jefe militar, político y religioso del primer estado islámico, con capital en Medina. Por ello, los enemigos de Mahoma eran los enemigos del Islam. Mahoma los conquistó por la espada, comenzando la tradición de la Yihad, que sigue hasta nuestros días y que es la forma principal de expansión de la religión islámica.

A los enemigos que tenía bajo su cargo, los torturó y mandó cortar la cabeza a todos los varones de una tribu de judíos. Violó a la hija del jefe de esta tribu y mandó que sus seguidores violaran a las cautivas (aunque sus seguidores se resistían, por ser mujeres casadas, pero él les dijo que estaba bien).

Qué dicen los textos sagrados del Islam sobre los enemigos:

Los textos sagrados del Islam son el Corán y los jadices. Es importante señalar que, al contrario de la Biblia (en la que hay partes que no se cumplen desde hace 2000 años porque las anuló Jesús), todos los textos del Corán y los jadices que citamos más abajo son de obligado cumplimiento hoy y siempre. Las aclaraciones a las expresiones difíciles de entender van entre corchetes  [].

Comenzamos con el Corán. Específicamos capítulo (sura) y versículo (aleya), por si se quiere consultar en Internet, donde hay varias traducciones del Corán al español.

  • «El castigo de quienes hacen la guerra a Allah y a Su Mensajero y siembran en la Tierra la corrupción es que se les mate, o crucifique, o se les ampute una mano y el pie opuesto o se les destierre. Esto es para que sean denigrados en esta vida, y en la otra tendrán un terrible castigo.»«Así que luchen contra los subordinados del Diablo [idólatras]” (Corán 4:76).
  • “Maldíganlos: dondequiera que sean encontrados ellos serán tomados y asesinados, un asesinato (horrible),” (Corán 33:60-62).
  • “Entonces, cuando los meses sagrados hayan pasado, asesinen a los idolatras dondequiera que se encuentren, y tómenlos (cautivos), y asédienlos, y prepárense para emboscarlos. Pero si ellos se arrepienten y establecen adoración [se convierten al Islam] […], entonces déjenles el camino libre. ¡Y quién lo va a decir! Alá es Indulgente y Misericordioso,” (Corán 9:5).
  • “Alá verdaderamente ama a aquellos que luchan en Su causa en formación de batalla, como si ellos fueran una sólida estructura encementada,” (Corán 61:4).

Continuamos con los jadices (anécdotas atribuidas a Mahoma y recogidas en colecciones, de las cuales las más respetadas son las de Al-Bujari y Muslim). Al contrario del Corán, no hay una numeración única de los jadices, así que especificamos una de las numeraciones tradicionales.

  • Bujari (52:260) «…El Profeta dijo, ‘si alguien (un musulmán) descarta su religión, mátalo’ “
  • Bujari 52:177 – El mensajero de Alá [Mahoma] dijo: “La hora llegará en que luchen contra los judíos y la piedra detrás de la cual se esconda un judío diga: ‘Oh, musulmán. Hay un judío que se esconde detrás de mí, así que mátalo’.
  • Muslim (20:4696) – “ El Mensajero de Alá dijo: ‘El que murió y no lucho en la manera de Alá ni expresó ningún deseo (o determinación) para la Yihad murió la muerte de un hipócrita'».
  • Muslim (20:4645) – «…Él [Mahoma] … dijo “Hay otro acto que eleva la posición de un hombre en el paraíso cien escalones y la elevación entre un escalón y el siguiente es igual a la distancia entre la tierra y el cielo. Él (Abu Sa’id) dijo: ¿Cuál es ese acto? Él replicó : “¡Yihad en la manera de Alá! ¡Yihad en la manera de Alá!”.

Cristianismo

Cómo trató Jesús a los enemigos:

En los evangelios aparece Jesús criticando a los fariseos, por ser unos hipócritas, que cumplían toda la reglamentación religiosa pero eran de corazón duro con su prójimo.

Finalmente, sus enemigos consiguen condenar a Jesús, torturarlo y matarlo en la cruz. Jesús muere perdonando a los enemigos que lo mataron: «Perdónalos, Padre, porque no saben lo que hacen» (Lucas 23:34). Esto contrasta con Mahoma (ver más arriba).

Qué dicen los textos sagrados del cristianismo sobre los enemigos:

Jesús cuenta en Mateo 5, 43-48:

«Habéis oído que se dijo: “Amaras a tu projimo y odiarás a tu enemigo.”

Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos; porque El hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos.

Porque si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? Y si saludáis solamente a vuestros hermanos, ¿qué hacéis más que otros? ¿No hacen también lo mismo los gentiles?

Por tanto, sed vosotros perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto.»


Hasta aquí los hechos. Nos ahorraremos las opiniones. ¿Son todas las religiones lo mismo? El lector deberá sacar sus propias conclusiones.

¿Qué debería hacerse ante lo inevitable?

Este texto budista está incluido en Saṃyutta Nikāya, 3:25, parte de los textos budistas más antiguos (el llamado «Canon Pali»). Trata sobre qué debería hacerse ante cualquier situación inevitable. 

El texto cuenta una conversación entre el Buda y el rey Pasenadi de Kosala.  «Dharma» o «Dhamma» es una palabra  que significa, «ley natural», «orden social», «conducta adecuada» o «virtud».

Buda:

«¿Qué pensáis, gran rey? Suponed que un hombre viniera a vos desde el este, uno que es fiable y digno de confianza y os dijera: «Con certeza, gran rey, deberíais conocer esto: vengo del este y vi una gran montaña, alta como las nubes, que viene hacia aquí, aplastando a todos los seres vivos. Haced lo que penséis que debería hacerse».

«Después un segundo hombre viniera a vos desde el oeste… un tercer hombre desde el norte… y un cuarto hombre desde el sur, uno que es fiable y digno de confianza y os dijera: «Con certeza, gran rey, deberíais conocer esto: vengo del sur y vi una gran montaña, alta como las nubes, que viene hacia aquí, aplastando a todos los seres vivos. Haced lo que penséis que debería hacerse, gran rey»

«Si, gran rey, apareciera un peligro tan grande, una destrucción tan terrible de vida humana, si el estado humano fuera tan difícil de alcanzar, ¿qué debería hacerse?»

Rey:

«Si, venerable señor, apareciera un peligro tan grande, una destrucción tan terrible de vida humana, si el estado humano fuera tan difícil de alcanzar, ¿qué otra cosa debería hacerse sino vivir de acuerdo a la verdad (Dhamma), vivir virtuosamente y hacer actos morales y meritorios?»

Buda:

«Os informo, gran rey, os anuncio, gran rey: la vejez y la muerte están llegando a vos, gran rey, ¿qué debería hacerse?»

Rey: 

«Conforme la vejez y la muerte están llegando a mi, venerable señor, ¿qué otra cosa debería hacerse sino vivir de acuerdo a la verdad (Dhamma), vivir virtuosamente y hacer actos morales y meritorios?»

«Venerable señor, reyes borrachos con la ebriedad de soberanía, obsesionados por el ansia de placeres sensuales, que han alcanzado un control estable de su país y gobiernan sobre un área grande de territorio, conquistan por medio de batallas de elefantes, batallas de caballería, batallas de carros y batallas de infantería; pero no hay esperanza de victoria cuando la vejez y la muerte llegan.»

«En esta corte real, venerable señor, hay consejeros que, cuando los enemigos llegan, son capaces de dividirlos usando subterfugios, pero no hay esperanza de victoria usando subterfugios, no hay oportunidad de éxito, cuando la vejez y la muerte llegan.»

«En esta corte real, hay abundantes lingotes y oro almacenados en bóvedas y con esa riqueza, somos capaces de aplacar a los enemigos cuando llegan; pero no hay esperanza de victoria usando la riqueza, no hay oportunidad de éxito, cuando la vejez y la muerte llegan.»

«Conforme la vejez y la muerte están llegando a mi, venerable señor, ¿qué otra cosa debería hacer sino vivir de acuerdo a la verdad (Dhamma), vivir virtuosamente y hacer actos morales y meritorios?»

Buda:

«¡Así es, gran rey! ¡Así es, gran rey! Conforme la vejez y la muerte están llegando a vos, ¿qué otra cosa deberíais hacer sino vivir de acuerdo a la verdad (Dhamma), vivir virtuosamente y hacer actos morales y meritorios?»

 

Sobre las iglesias protestantes

Cada uno puede leer lo que la da la gana. Esto es el problema. Lutero dijo que cada uno podía interpretar la Biblia personalmente, inspirado por el Espíritu Santo. Como dijo un sacerdote argentino, desde entonces, el Espíritu Santo comenzó a decir estupideces.

Hay una Iglesia Católica y se calculan treinta mil iglesias protestantes. Ni entre ellos se ponen de acuerdo. ¿Cómo es eso? Quien ha leído la Biblia (yo lo hago diariamente), se dará cuenta de que no es un libro fácil (o mejor, un conjunto fácil de libros). Está escrito con una mentalidad y forma de expresión del siglo I, muy alejadas de las nuestras. A menudo, parece contradecirse a sí mismo. Es lo más normal del mundo que personas diferentes la interpreten de formas diferentes. ¿Cómo se soluciona esto?

En la Iglesia Católica, es la Iglesia quien dice cómo debe interpretarse. Si hay discrepancias, se queda uno con la interpretación de la Iglesia Católica, que lleva muchos siglos interpretando la Biblia. Si uno difiere de la interpretación, debe ajustarse a la interpretación de la Iglesia Católica. Esto es parecido a la Constitución española. Si hay discrepancias sobre la interpretación de la Constitución, es la interpretación del Tribunal Constitucional la que vale.

En las iglesias protestantes, si uno está en una iglesia y difiere de la interpretación de la Biblia, se sale de la Iglesia y funda otra Iglesia con su interpretación. Por eso, lo que comenzó siendo una iglesia (la Luterana), acaba convirtiéndose en treinta mil. Es como, si yo difiero de la interpretación que da el Tribunal Constitucional a la Constitución española, creo mi propio país y mi propio Tribunal Constitucional.

Entre ellos no se entienden. Lo único que une a las Iglesias Protestantes es el odio a la Iglesia Católica, «la ramera de Babilonia», como la llaman. Para eso, citan fragmentos de la Biblia, que ni ellos se ponen de acuerdo en interpretar. Pero es la Iglesia Católica la que les dio la Biblia, que no estuvo fijada definitivamente hasta el Concilio de Hipona, el año 393. La teoría protestante de Sola Scriptura (sólo hay que seguir la Biblia) es una estupidez. Para comenzar la Biblia no la recoge y recoge lo contrario (San Pablo habla de hacer caso a las tradiciones orales). Para seguir, la Biblia sale de la Iglesia Católica y no al revés. Finalmente, hubo 400 años sin la Biblia tal como la conocenos, lo que significa que los primeros cristianos no tenían la Biblia y no podían seguir la doctrina protestante, que fue una idea que inventó Lutero, mucho después.

Sobre la política inmigratoria

Es maravilloso vivir en democracia. El pueblo tiene el poder. Por eso, el pueblo decidió que debíamos importar inmigrantes para que deprimieran los salarios y que no debíamos discriminar entre inmigrantes, de forma que la mayoría fueran de baja calificación y musulmanes (que se caracterizan por su perfecta integración). El pueblo decidió esto por referendum. Es maravilloso vivir en democracia.

¿Que no hubo ningún referendum? Bueno, pero es maravilloso vivir en una democracia, porque esta política inmigratoria se decidió en el Parlamento. Los diferentes diputados (que nos representan) tuvieron un debate sobre qué política inmigratoria era la mejor para España. Se evaluaron los argumentos, se votó y la mayoría de diputados decidió. La minoría pudo colocar unas enmiendas para mejorar la propuesta de la mayoría. Es maravilloso vivir en democracia.

¿Que no hubo ningún debate en el Parlamento para decidir la política inmigratoria? Bueno, pero es maravilloso vivir en democracia, porque seguramente hay partidos políticos que tienen opiniones diferentes sobre la inmigración y hay la posibilidad que, si llegan al Gobierno, cambien la política. El ciudadano que no está de acuerdo con la actual política inmigratoria puede votar a esos partidos y, si estos partidos tienen el voto de la mayoría, llegarán al gobierno y cambiarán la política. Así que hay opción. Es maravilloso vivir en democracia.

¿Que todos los partidos tienen la misma política inmigratoria y que votes a quien votes hará lo mismo? ¿Que si no te satisface esta política inmigratoria no hay posibilidad de cambiarla? Bueno, es maravilloso vivir en una democracia, porque ¡el pueblo decide! ¡El pueblo tiene el poder! ¡Te lo dicen en la escuela y en los medios de comunicación, así que es cierto! Sé un buen chico y repite como un loro el eslogan que el poder quiere que creas para convertirte en un esclavo feliz, un esclavo que no sabe que es esclavo.

Sobre Obama

Muy buen artículo. El fenómeno Obama no se entiende sin conocer la psicología del progre americano. El progre americano típico es blanco, de familia blanca (padres, tíos, esposa, hijos, todos), amigos blancos (pero hay un negro al que saluda todos los días) y se mata para residir en barrios blancos y para que sus hijos estudien en escuelas de blancos. Al mismo tiempo, se cree multiculturalista y un Quijote del antirracismo, que desface los entuertos que sus antepasados hicieron con los negros (¿Les suena de algo? Cambien «negro» por «musulmán» y tienen al progre español).

Esta disonancia cognitiva la resuelve haciendo encendidas proclamas a favor del multiculturalismo y de odio a los blancos (ver, por ejemplo, el video de la blanca Lena Dunham donde ella y su padre piden que los hombres blancos desaparezcan), despreciando toda tradición de la cultura occidental (el Ramadán es guay y la Semana Santa de carcas) y favoreciendo la importación de otras culturas. Él sueña con un futuro en que su país sea una mezcla de culturas no occidentales, pero que sean occidentales. Musulmanes que no sean religiosos y que sean feministas y promotores del estilo gay, negros que no tengan la familia negra o la cultura afroamericana, latinos no machistas, etc…

A este ser contradictorio se le aparece Obama, un negro que no es negro. Engendrado por un padre africano que desapareció rápidamente, criado por una madre blanca entre la élite, el hombre no tiene el acento negro que distingue a los africanos en USA, no tiene una familia afroamericana sino una como la de los blancos, sus valores son el de los blancos, su educación es la de los blancos, incluso tiene la ideología de los blancos (odio a la cultura occidental, feminismo, apoyo a los gays). Es un hombre de cultura blanca pero piel negra. Un negro no negro: el sueño húmedo de los progres y produce sueños húmedos entre ellos. Sólo así se explica que las mujeres progres que componen la Academia Sueca le den el Premio Nobel de la Paz, cuando aún no había empezado a gobernar y con dos guerras en curso. Después de ocho años, no ha cerrado Guantánamo.

En realidad, es un tipo mediocre. Su único talento es la actuación. Leer los discursos que le preparan con aplomo y entonación de estadista y moverse como un hombre importante. Esto (junto con ser un negro no negro) es bastante para que los progres queden enamorados, le dediquen un montón de elogios y le den un montón de puestos que nunca hubiera soñado si fuera blanco. Acceso a la Universidad de Harvard, editor de la revista de derecho de Harvard, Senador, Presidente y Premio Nobel de la Paz…dejando una estela de mediocridad allá donde va.

Los costos ocultos de la inmigración

Por Christopher Caldwell.

Traducido del original en inglés en la revista «Claremont Review of Books». Versión web en http://www.claremont.org/crb/article/the-hidden-costs-of-immigration/

fem

Pudo parecernos imprevisible pero, quizás un día, los historiadores considerarán inevitable que Donald Trump, en su campaña anti-establishment para la nominación del Partido Republicano, diera la lucha sobre el terreno de la política inmigratoria. Hoy es difícil recordar que fue el establishment, no Trump, el que insistió que la batalla se luchara en ese terreno. El candidato, en el discurso en que anunció su candidatura, pasó unos pocos minutos hablando de inmigración pero después habló de China, ISIS, Obamacare, la deuda nacional, la Segunda Enmienda, su deseo de ser una especie de Motivador Nacional y su propio patrimonio neto. El escepticismo de Trump sobre la inmigración masiva llamó la atención de sus principales oponentes y de los periodistas que informaban sobre su campaña porque parecía de locos – casi patético.

Durante una generación, la inmigración masiva ha recibido un lugar de honor en la teología de todos los partidos políticos. Se adapta al anti-racismo de los demócratas y a la economía de oferta de los republicanos. Las fronteras abiertas tienen una magia bipartidista. Cuando las necesidades de la inmigración entran en conflicto con las de la democracia, es la democracia la que se desecha. Las autoridades federales y estatales dejan sin cumplir, e incluso se burlan, de las leyes que regulan el empleo, la deportación, el acceso a los servicios públicos y los derechos de voto de los no ciudadanos. En un referendum celebrado en 1994, cinco millones de californianos intentaron negar las prestaciones sociales a los inmigrantes ilegales, dando a la Ley Estatal 187 una victoria arrolladora de 17 puntos en las elecciones.  Pero la Juez de Distrito Mariana Pfaelzer decidió que estaban equivocados. Y eso fue todo.

Por lo tanto, la inmigración es una sinécdoque [un ejemplo específico] de la forma en que la sociedad ha evolucionado durante el último medio siglo. La economía experimentó un auge conforme explotábamos recursos que nuestros antepasados no pudieron aprovechar debido a su atraso tecnológico y a lo que creíamos que era su atraso moral. Desde 2008, se ha visto claro que lo que parecía un auge era, en realidad, una burbuja, hecha de 45 billones de dólares de deuda del gobierno, de los negocios y de los hogares.

Los beneficios de la inmigración son obvios para todo aquel que alguna vez comió sushi, dejó una habitación de hotel desordenada y la encontró impecable cuando volvió unos minutos después o jugó al golf en tres o cuatro campos bien cuidados en la misma ciudad pequeña. Por el contrario, los costos de la inmigración se discuten sólo en rincones oscuros como tóxicas cadenas de comentarios en Internet o programas de radio emitidos mientras la gente conduce hacia al trabajo.

Además, los activos de la inmigración – ese sushi, esos campos de golf – vinieron inmediatamente. Por el contrario, los pasivos no fueron registrados en el balance general y todavía deben ser pagados. El presupuesto apenas registra la responsabilidad que tiene Estado del bienestar con los crecientes números de ancianos pobres. Además, es un costo enorme la adaptación de la constitución estadounidense a la inmigración, en vez de lo contrario. Son tan grandes las adaptaciones que requiere la inmigración masiva que sólo pueden ser consideradas un éxito si los beneficios económicos que las compensan son enormes. Lo mejor de la investigación económica reciente indica que no lo son.


Entre los economistas universitarios, George Borjas, un profesor de la Escuela de Gobierno John F. Kennedy de la Universidad de Harvard, tiene reputación de desenmascarar los mitos y narrativas a favor de la inmigración. Ello no es debido a una hostilidad a priori contra la inmigración. En efecto, en 1962, cuando era niño, Borjas dejó Cuba después de que el gobierno de Castro confiscó la fábrica de ropa que tenía su familia. Así que él mismo es beneficiario de la apertura estadounidense [con los inmigrantes].

Pero cuatro décadas en la universidad han convencido a Borjas de que la mayoría de los que afirman que estudian la inmigración – en la universidad, el periodismo y la política – son, en realidad, defensores de la misma.  Una vez el economista Julian Simon (de la Universidad de Maryland) le advirtió que «personas que están en contra de la inmigración» estaban citando las conclusiones de Borjas e insistió que interviniera para parar esto. Cuando Borjas estaba estudiando si había una tendencia a que la calidad del trabajo de las oleadas de inmigrantes se deteriorara con el tiempo, un empleado de becas de la Fundación Rockefeller le recomendó que no abriera «esa caja de Pandora». Normalmente, la defensa de la inmigración es lo que lleva a los economistas a estudiarla, no viceversa. Borjas cree que los estudios que más circulan en la universidad, el periodismo y la política se destacan por «supuestos conceptuales arbitrarios, manipulaciones cuestionables de los datos y una tendencia a pasar por alto hechos incómodos»


Por lo tanto, su nuevo libro, We Wanted Workers [«Queríamos trabajadores»], femmuestra que mucho de lo que creemos sobre inmigración es dudoso o falso. No hay una escasez de doctorados en Biología en Estados Unidos – a pesar de años de advertencias alarmantes por parte de negocios y universidades de que se beneficiarían si hubiera más biólogos extranjeros. Los inmigrantes son, en promedio, siete años más viejos (44) que los nativos (37), a pesar de la retórica que hace de la inmigración un sinónimo de rejuvenecimiento. Y, a pesar de que del Departamento de Seguridad Nacional (Department of Homeland Security) asegura que, en 2012, había 11,4 millones de inmigrantes ilegales en el país, Borjas muestra que ese número es probablemente fraudulento. El Departamento llega a esa cifra usando censos de nacidos en el extranjero, restando el número de inmigrantes legales que han respondido a los encuestadores y suponiendo que, en este recuento, falta el 10% de los ilegales. A su vez, este último supuesto se basa en la sugerencia de un becario investigador sobre el recuento de mejicanos en el condado de Los Angeles en 2000. Los programas que se basan en ese estimado del 10% han acabado con un exceso espectacular de solicitudes. En 2015, cuando el Departamento de Automóviles de California ofreció permisos de conducir a los inmigrantes ilegales, el número de inmigrantes que aparecieron fue el doble del que se esperaba.

Borjas no es un historiador de la inmigración. Se siente incómodo discutiendo el tema en sus fascinantes aspectos no cuantitativos, como, por ejemplo, si la inmigración puede hacer que una cultura se desvíe por el mal camino. Pero las rigurosas ciencias sociales permiten  comprender mejor estos aspectos. Borjas dice que se sintió atraído a la economía de la inmigración por primera vez debido a la curiosidad de saber si las oleadas de inmigrantes cambiaban a lo largo del tiempo y, específicamente, si disminuía su calidad. Esta es una cuestión que muchos estadounidenses se preguntaban en los sesenta sobre los inmigrantes cubanos como Borjas y que Trump ha planteado en la actualidad sobre los inmigrantes mejicanos. («No envían a sus mejores», afirmó el año pasado).


De hecho, hay muchos motivos, en teoría, para esperar esa decadencia. Un gran número de inmigrantes puede reducir el «salario mínimo» y, por lo tanto, disminuir los incentivos para que vengan trabajadores calificados. Otro de los errores de los partidarios de la inmigración es suponer que los incentivos permanecen constantes a lo largo del tiempo.

Así, por ejemplo, la oleada diversa y políglota de inmigrantes del Mediterráneo y de Europa Oriental que llegaron a principios del siglo XX fue un éxito en prácticamente cada etapa. Constituyó las tres cuartas partes de la mano de obra de Henry Ford justo antes de la Primera Guerra Mundial. Después formaría el núcleo de una clase media tan bien asimilada que, para mediados del siglo XX, sería objeto de burlas de los cantantes folk y de los estudiantes radicales, que la calificaba como sosa, conformista y «blanca como la azucena». Pero sería ingenuo esperar resultados similares en un mundo en que la Universidad de California advirtió recientemente al personal docente que llamar a Estados Unidos «melting pot» [«un crisol de culturas»] es cometer una «microagresión» contra las minorías.

[«Melting pot» (el crisol donde se mezclan los diferentes metales fundidos para hacer una aleación) era la metáfora usada durante el siglo XX para la inmigración de Estados Unidos. Esto significaba que las diversas culturas de los inmigrantes se fundían y creaban un solo pueblo (es decir, lo que se conoce como integración de los inmigrantes), aportando un toque al conjunto. En la actualidad, el multiculturalismo imperante rechaza esta metáfora pues indicaba que los inmigrantes debían abandonar su cultura para fundirse en una única cultura americana, perdiendo su identidad.

femLa doctrina oficial actual prefiere pensar en Estados Unidos como un «Salad Bowl» (bol de ensalada de diferentes ingredientes), es decir, un mosaico de culturas, en las que cada cultura se mantiene pura, sin perder su identidad, aunque compartiendo un territorio con las otras culturas]

Como los incentivos cambian, los inmigrantes mejicanos actuales aprenden inglés más lentamente que sus predecesores hace un par de décadas. Borjas echa la culpa al crecimiento de enclaves étnicos. Probablemente la integración económica también se ha desacelerado, pero esta desaceleración  puede ocultarse si uno es selectivo con los datos. Así que el Wall Street Journal tranquiliza a sus lectores afirmando que los «hijos de la inmigración» viven mejor que la generación de sus padres desde el punto de vista económico. Borjas muestra que esto no es necesariamente cierto. El salario mínimo para inmigrantes que, hace una generación, era 11% más bajo que el de los nativos, ha pasado recientemente a ser un 28% más bajo.

El Journal empareja los inmigrantes recientes con los hijos de inmigrantes que llegaron hace décadas. Por lo tanto, da un enorme empujón completamente injustificado a la creencia de que la integración de los inmigrantes va sobre ruedas. Si comparas el actual personal de cocina de Mi Taco Sabroso con los  hijos de ejecutivos de empresas petrolíferas que huyeron de la revolución del Ayatola Jomeini en 1979, llegarás a la falsa conclusión que los pobres inmigrantes de primera generación producen millonarios en la segunda generación.

El escepticismo de Borjas con el relato común sobre la inmigración es más irrefutable porque él parece no ser nada inconformista en casi todos los aspectos de las ciencias sociales. Los economistas, como todos los especialistas del conocimiento, suelen ser prisioneros de la agenda de investigación que fijan sus contemporáneos más talentosos. Borjas no tiene cuentas que ajustar con esa agenda, que se centra de forma obsesiva en descubrir fanatismos y prejuicios. Así que Borjas cita un estudio del economista Stephen Trejo que muestra que la mayor juventud, el peor inglés y la peor educación explican las tres cuartas partes de las diferencias entre los salarios de los mejicanos y los blancos estadounidenses pero sólo explica una tercera parte de las diferencias entre blancos y negros. Borjas afirma que ello «lleva a la conclusión de que gran parte de estas diferencias refleja los efectos perniciosos de la discriminación por raza». Pero ¿cómo se llega a esta conclusión? Borjas no cita ninguna evidencia que lleve a ella.

«A largo plazo», escribe en otra parte, «la inmigración puede ser fiscalmente beneficiosa porque los gastos de la Seguridad Social que no pueden financiarse serán insostenibles y necesitarán, o bien un aumento considerable de los impuestos, o una reducción considerable de las prestaciones». Pero estas necesidades no hacen prudente o recomendable añadir más gastos que no pueden financiarse, en forma de costos de jubilación de los inmigrantes.

Por lo tanto, la crítica de Borjas al relato común sobre la inmigración no tiene ninguna motivación política. Se limita a los aspectos en los que este relato no se sostiene bajo sus mismos supuestos. Si ha llegado a conclusiones más pesimistas que las de sus colegas, no es porque discrepa con su ideología sino porque corrige sus errores. Algunos de estos errores se explican en su libro «We Wanted Workers». Examinemos tres:

1. Los inmigrantes son más dependientes de las ayudas sociales que lo que indican las estadísticas más citadas y mucho más que la población en general. 

Si se miran los datos de la Encuesta Oficial de Ingresos y Participación en los Programas, se encuentra que el 46% de hogares encabezados por inmigrantes recurren a las ayudas sociales de una forma u otra en contraste con el 27% de hogares encabezados por estadounidenses. Sin embargo, los partidarios de la inmigración masiva (desde trabajadores sociales al periódico económico Wall Street Journal), prefieren usar datos diferentes de esta Encuesta, que sean más fáciles de manipular y clasificarlos por individuos en vez de por hogares. Esto suena más … individualista. También da la impresión que la proporción de dependencia de las ayudas sociales de los inmigrantes y los nativos es más similar. Pero Borjas muestra que es un truco. Si una madre soltera ilegal mejicana, por ejemplo, tiene dos hijos después de llegar a Estados Unidos y acaba viviendo de las ayudas sociales, el sistema muestra un aumento de un inmigrante y dos nativos. El Estado del Bienestar es apuntalado por los hogares nativos, cada uno de los cuales paga, según estimación de Borjas, alrededor de 470 dólares por año para cubrir las pérdidas debidas a la inmigración.

2. La competición de los inmigrantes reduce drásticamente los salarios de los trabajadores que cuentan con títulos similares.

Esta es la clase de conclusión de sentido común que se entiende sin que uno necesite pasar un día en la clase de Economía. Sin embargo, durante tres décadas, los economistas se han aferrado ciegamente a la doctrina de que los inmigrantes producen economías más eficientes sin reducir los salarios de los sectores laborales en los que trabajan. Esto es una tontería: las economías son más eficientes porque justamente los salarios son más bajos.

Borjas pone como ejemplo un celebrado estudio sobre el Éxodo del Mariel, realizado en 1990 por David Card, economista laboral de Princeton. En el curso de unas pocas semanas de 1980, el gobierno de Castro autorizó a 125 mil personas – una mezcla de disidentes, criminales y jóvenes ambiciosos – a huir de Cuba y llegar a Florida. A pesar de lo que (en la época antes de que China entrara a la economía global), Card no encontró evidencia de que los inmigrantes deprimieran los salarios del área de Miami. Por ello, los políticos han citado este estudio desde entonces. Barack Obama lo sacó a la luz en 2014. Es util. Pero Borjas muestra que está equivocado. Card había considerado los trabajadores de Miami como un todo. Se escondió en este grupo más grande a los habitantes de Miami con los que los «marielitos» competían más directamente  (gente que no había acabado el instituto). Una vez que se aisló a los trabajadores más pobres, fue fácil mostrar que el salario semanal se redujo entre 1979 y 1985. De hecho, cayó en un asombroso monto de 100 dólares por semana. Los conjuros sobre la diversidad no abolen la ley de la oferta y la demanda. Después de una redada en una fábrica de pollos en Stillmore, Georgia, que hizo salir bruscamente a trabajadores ilegales, la fábrica tuvo que contratar a trabajadores locales y lo hizo con salarios considerablemente más altos.

Que los inmigrantes ayuden o dañen a un sector de la economía depende de si entran como «complementos» o como competidores. Los inmigrantes de hoy son complementos para gente rica, que tiende a no trabajar como sus propios chóferes, chefs, jardineros o empleadas de hogar. Otros hacen esos trabajos. Si el costo de estos trabajos se hace menor, mejora la vida de los ricos y puede aumentar el número de gente que puede vivir como rico. Por el contrario, la vida de los nativos que solían hacer esas tareas empeora. La regla empírica es que cada vez que la fuerza laboral aumenta un 10% en un sector de la economía, esto produce una reducción de un 3% en los salarios.

3. El efecto principal de los inmigrantes en el país que los recibe es una masiva redistribución regresiva de ingresos y riqueza entre los nativos [es decir, entre los nativos, los ricos se hacen más ricos y los pobres se hacen más pobres]

Para Borjas, este efecto redistributivo es «el hallazgo principal que he deducido de décadas de investigación sobre la economía de la inmigración». El resultado principal de la inmigración no es la creación de riqueza. No es el emprendedurismo. No es la diversidad. Es la redistribución [de ingresos] delos pobres a los ricos. Que esto desentona tanto y suena tan increíble a la gente contemporánea muestra cuánto se ha censurado la discusión sobre economía de la inmigración – pues este ha sido siempre una de las conclusiones básicas indiscutibles de la mayoría de modelos económicos de inmigración.


Borjas quiere que sepamos que, cuando los economistas predicen grandes beneficios económicos de las fronteras abiertas, usan ecuaciones concebidas por economistas específicos, que a menudo tienen una agenda [política]. En el modelo más básico de una economía abierta, con el mundo dividido entre un hemisferio sur relativamente pobre y un hemisferio norte relativamente rico, y sin fricciones ni costes de desplazamiento, encontraríamos que la mayoría del mundo se enriquece con el libre movimiento. Pero pensemos el motivo. Bajo este modelo, la inmensa mayoría de trabajadores del hemisferio sur – miles de millones de ellos – se trasladarán al norte.

Que tanta gente quiera desplazarse no es completamente inverosímil. Casi un tercio de los nacidos en la isla de Puerto Rico – que son ciudadanos americanos – se han trasladado al Estados Unidos continental. En 2015, la «lotería de la diversidad» estadounidense para inmigrantes obtuvo 15 millones de solicitudes para 50 mil plazas.

Según Borjas, el mundo se hace más rico porque

los salarios de la fuerza laboral nativa del norte bajarán casi un 40%, mientras los trabajadores del sur aumentarán sus salarios más del doble. Vale la pena mencionar un último impacto redistributivo – y, de nuevo, es otras de esas estadísticas molestas que se esconden bajo la alfombra: en todos los países del mundo, el ingreso de los capitalistas aumentará casi del 60%.

Este modelo «básico», del cual provienen casis todas nuestras proyecciones de los beneficios de la inmigración, está basado en supuestos extremadamente optimistas. Supone que el masivo ingreso de extranjeros no hará nada para alterar la infraestructura, constituciones y asociaciones que son la causa de la ventaja competitiva de las economías avanzadas. Si eso cambia — y los hospitales abarrotados, la acción afirmativa y los programas de educación bilingüe son evidencia de que lo hacen — entonces se evaporan las «ganancias» de la inmigración. Incluso pueden convertirse en pérdidas.


femEn 1995, Borjas intentó estimar los efectos reales de la inmigración en los Estados Unidos y publicó sus conclusiones en  Journal of Economic Perspectives. Halló que el Producto Interior Bruto aumentó en 2,1 billones de dólares, pero casi todas estas ganancias —98%— beneficiaron a los mismos inmigrantes. No perdamos en vista que esas ganancias constituyen un aumento grande de la felicidad del mundo. Si juzgáramos la inmigración de fronteras abiertas no como una política económica sino como un programa de cooperación internacional, podríamos considerarlo un éxito.

Pero no lo estamos haciendo. Cuando los economistas hablan de «ganancias» de la inmigración, hablan sobre el restante 2%—sobre 50 mil millones de dólares. Este «superávit» oculta una transferencia extraordinaria de ingresos y riquezas. Los capitalistas nativos ganan 566 mil millones de dólares. Los trabajadores nativos pierden 516 mil millones.

Los efectos de la inmigración sobre el crecimiento son pequeños — “prácticamente nulos en el mejor de los casos” es cómo Borjas lo expresa sobre el final de su libro. Pero los efectos redistributivos—de pobre a rico, de los trabajadores a los financieros—son asombrosamente grandes. El rol de la inmigración en producir desigualdad parece comparable al de los villanos citados más comúnmente: la tecnología, el comercio internacional, las bajadas de impuestos.

Como siempre, Borjas evita las implicaciones políticas de estas cuestiones. Ello es útil para la explicación. Si vale la pena preocuparse por la desigualdad creciente, depende de las opiniones políticas; si vale la penar luchar contra ella, depende de la ideología. Algunas personas considerarán que la desigualdad creciente presagia un proceso peligroso que lleva a la plutocracia [al gobierno de los ricos]. Pero hay otras opiniones posibles. La inmigración masiva tomó impulso a mediados de los años setenta, que era la década más igualitaria socioeconómicamente de la historia de Estados Unidos y, al mismo tiempo, como nuestra década, cuando el país pareció que había perdido mucha de su competitividad. Un partidario del libre mercado podría decir que había una burbuja de salarios ocasionada por un mercado con escasez de mano de obra barata. El problema económico principal de las democracias occidentales – sobre todo Gran Bretaña, pero también los Estados Unidos – parecía ser el poder de los sindicatos. La inmigración ha sido siempre el método más comprobado de romperlos.

La gente puede diferir sobre si la inmigración es siempre una buena política, si fue necesaria en los años setenta pero no lo es o si fue un error desde el principio. Pero hay un inquietante elemento no económico que no podemos pasar por alto. Cuando subían los precios del petróleo, se solía decir que Estados Unidos estaba importando inflación para mantener un nivel de vida que no podía mantener. De manera similar, con la inmigración, tal vez estamos importando oligarquía.