Sobre las trampas y lo insaciable del nacionalismo catalán

«la democracia española, aún no está lo suficiente consolidada como para aceptar que una parte de su territorio se pueda separar de forma pacífica.»

En realidad, ninguna constitución del mundo acepta la autodeterminación de parte del territorio (hay que decir que Gran Bretaña no tiene constitución, lo que la hace más vulnerable a los demagogos que juegan con fuego). Ni siquiera la constitución que hicisteis para la futura República de Cataluña. https://www.abc.es/…/abci-constitucion-cataluna-texto…. La constitución de la Unión Soviética sí que reconocía esta autodeterminación y a la hora de la verdad, tampoco se aplicó.

En realidad, siempre jugáis con dos barajas. Pedís diversidad dentro del Estado Español, pero dentro de Cataluña todo el mundo debe hablar catalán y, si no es independentista, se le llama colono y se le dice que se vaya. Queréis independizaros si el 51% del territorio vota a favor, pero no aceptáis que las provincias de Tarragona o Barcelona (donde seguramente ganaría el «no») se queden en España. Queréis hacer referéndum tras referéndum hasta que gane la independencia (si perdéis el referéndum, el día siguiente lucharéis por otro). Pero una vez gane la independencia, ya no habrá ningún referéndum nunca por si la gente se arrepiente. Usáis la retórica de la democracia, pero sois poco demócratas.

«al fin y al cabo no se debe luchar contra los nacionalismos, sino aceptarlos e integrarlos. Es decir, aceptar la pluralidad nacional y hacer los gestos necesarios para que haya un respeto y un ambiente idoneo.» Lamentablemente, esta se ha demostrado una vía fracasada, lo que pasa es que quizás tú eres muy joven para recordarlo.

Ya la Constitución española se hizo con este espíritu. Se pensó que si se daba la autonomía a las comunidades como Cataluña y el País Vasco, se acabaría con el problema nacionalista (que era diminuto en aquellos momentos, pero el espíritu era integrar a todos los sectores de la oposición franquista). En aquel tiempo se pensó que se había aceptado la pluralidad (no digo «nacional», porque Cataluña no es una nación: esto es una milonga que os han contado). Incluso se incluyó la palabra «nacionalidades» en la Constitución para que los nacionalistas estuvieran satisfechos (esto era muy radical entonces)

Desde que los nacionalistas tuvieron el poder, tomaron el control de la escuela, de los medios de comunicación y de las subvenciones a la sociedad civil para crear un sentimiento de agravio y pedir más. En cada negociación con el gobierno central (por ejemplo, la de Aznar) se les ha dado más cosas a los nacionalistas, pero ellos no han estado nunca contentos. Las cesiones siempre han ido en el mismo sentido. Siempre los nacionalistas han sacado algo más de lo que tenían. Pero nunca han estado satisfechos.

Más adelante, los nacionalistas deciden ir un paso más allá, aprobando un nuevo Estatut de forma unilateral. Un Estatut que tiene cosas que ningún Estado puede aceptar. Cuando el Constitucional aprueba la mayor parte de este Estatut pero anula unas pocas cláusulas, los nacionalistas elevan el grito al cielo: «¡No hay derecho! ¡La voluntad del pueblo de Cataluña está por encima de cualquier tribunal!» Esa es la negociación según los nacionalistas: dame todo lo que quiero o si no no estaré satisfecho. Si me lo das todo, pasaré unos años satisfecho y después volveré a estar insatisfecho». Obviamente, esto quiere decir que ese ambiente idóneo de que hablas es imposible de conseguir, porque el nacionalismo tiene como lema aquella canción: «Todos queremos más. Todos queremos más. Todos queremos más y más y más y mucho más». Para obtener más concesiones, se hacen los agraviados, las víctimas y protestan, por lo cual integrar el nacionalismo es imposible, porque el nacionalismo no quiere ser integrado en el sistema. Esto haría que se quedara sin coartada para obtener concesiones.

Más adelante, el nacionalismo hace un referéndum y declara la independencia de forma unilateral, incluso no teniendo la mayoría de votos de Cataluña a su favor. Claro, ¿qué hay que decir a eso? ¿Cómo se puede integrar a aquellos que no quieren ser integrados? ¿Aquellos que nunca tendrán suficiente, que siempre querrán más, que sólo estarán satisfechos con la independencia? Es muy irónico que la gente que está siempre descontenta y que no se contenta con ninguna cesión sea la que diga que hay que integrarlos y aceptarlos, cuando ellos no quieren ser ni integrados ni aceptados.