¿Por qué los hombres no responden a las señales económicas?

Traducido del inglés https://dalrock.wordpress.com/2013/03/29/why-arent-men-responding-to-economic-signals/

[Nota aclaratoria del traductor: Resumo los anteriores escritos del autor sobre este tema para que se comprenda el artículo.

El autor explica las consecuencias del cambio de familia que ha ocurrido en el mundo occidental a raíz de la popularización del divorcio «sin culpa» (es decir, la modalidad actual de divorcio, en la que no hace falta que una parte haya sido infiel o violenta para que se otorgue la sentencia de divorcio). Este cambio, que ha ocurrido en todo el mundo occidental, se encuentra más avanzado en Estados Unidos.

Antes del cambio, la familia era tradicional (compuesta por padre, madre e hijos además de que el padre y la madre estaban juntos por toda la vida). Después del cambio, la familia es moderna (madre e hijos). La familia moderna puede tener un hombre adulto, que es completamente opcional. En efecto, puede haber o no un hombre adulto en esta familia, este hombre adulto puede ser el padre de los hijos o no y puede desaparecer en en cualquier momento de la familia.

La familia tradicional basaba su economía en el concepto del matrimonio. El hombre estaba obligado a proveer para los hijos y la esposa a cambio de obtener sexo y una familia. La producción del hombre respondía a incentivos: el hombre producía más que lo necesitaba personalmente (un excedente) para cuidar a su familia. Este excedente explica la brecha salarial entre hombres y mujeres: los hombres tenían que ganar más dinero para mantener a su familia. (Aunque las mujeres trabajan, es difícil ver a una mujer que gane más que su marido. Normalmente hay una especialización de roles en la familia, incluso en aquellas en las que los dos trabajan: la responsabilidad de ganar dinero recae en mayor medida sobre el hombre mientras que la responsabilidad de criar los hijos recae en mayor medida sobre la mujer).

En contraste con esa familia tradicional basada sobre el matrimonio, la familia moderna basa su economía en el concepto de pensión alimentaria. El hombre divorciado está obligado, bajo la fuerza de la ley, a proveer para unos hijos que casi no ve y una esposa de la que no obtiene afecto ni sexo. En este nuevo régimen, el hombre divorciado tiene todas las obligaciones de un matrimonio tradicional sin ninguna de las ventajas, por lo que no hay incentivos para el hombre. Es por ello que, en este modelo de familia, la producción del excedente del hombre no responde a incentivos sino a coacción (es decir, a la amenaza de castigos): si no cumple con su pensión alimentaria, la ley lo castiga.

(De forma inversa, en la familia moderna, la mujer divorciada tiene todas las ventajas de un matrimonio tradicional sin ninguna de las obligaciones, por lo que las mujeres tienen incentivos para divorciarse y, por eso, la mayoría de los divorcios son iniciados por mujeres).

En este nuevo régimen, el padre tiene acceso a sus hijos mientras la madre lo permite. Por lo tanto, los hijos son propiedad de la madre, lo que quiere decir que se trata de una familia matriarcal, como la que se encuentra en las sociedades más primitivas de la tierra.

Con esto, ya se puede entender el artículo que va a continuación. Las aclaraciones del traductor van entre corchetes]


¿Por qué los hombres no responden a las señales económicas?

Creo que el hecho de las ciencias sociales más sorprendente  que conozco es que las mujeres han sido capaces de oír gritar al mercado laboral «¡Necesitas más educación!» y han sido capaces de responder a ello mientras que los hombres no han sido capaces. Y esto da muchísimo miedo a los economistas porque, [según la teoría económica], la gente debería responder a las señales que envían los precios. Es un hecho que necesita una explicación.

— Michael Greenstone, profesor de Economía del M.I.T.

Los científicos sociales están obsesionados con la brecha salarial entre hombres y mujeres [el hecho de que los hombres ganan más dinero que las mujeres] y, por décadas, se han inquietado por la existencia de esta brecha. Ahora un gran número de ellos se alarma porque la brecha se está reduciendo. La cita anterior es un ejemplo de esta preocupación reciente y es una cita central tanto del artículo  Un estudio de los ingresos decrecientes de los hombres cita a los padres y madres solteros (que aparece en la sección de negocios del New York Times), como de un artículo de opinión llamado El matrimonio heterosexual es el verdadero problema (escrito por David Frum para CNN).

Aunque no soy un profesor de Economía del M.I.T., sí que tengo un título real en Economía.  Esto me permite explicar lo que da tanto miedo al buen profesor y a los periodistas que lo citan. Para comenzar, es cierto que deberían preocuparse mucho por la disminución de la brecha salarial, pero no porque los hombres ignoren las señales del mercado o no sean adecuados para la economía moderna. Por el contrario, el problema es que, sin prisa pero sin pausa, los hombres están comenzando a responder a las señales del mercado, las cuales se derivan del hecho de que hemos rediseñado radicalmente la familia durante las últimas décadas.

No hace muchas décadas, los Estados Unidos y el resto del mundo occidental tenía el matrimonio como la filosofía central en la que se basaba la estructura familiar. Esta era una estructura que creaba un incentivo para que los hombres produjeran más de lo que necesitaban para su propio consumo [el excedente] y les animaban a hacerse responsables de una familia.

El sistema no sólo beneficiaba a los niños, sino también a los hombres y a las mujeres. Las mujeres se beneficiaban de la protección y los recursos que sus esposos les proporcionaban a ellas y a sus hijos. A los hombres, se les proporcionaba el único acceso al sexo sancionado social y moralmente así como el prestigio y la satisfacción que se derivaba de ser padre de familia. La sociedad en su conjunto se beneficiaba porque los niños gozaban de la ventaja de crecer en un hogar estable y los hombres estaban dispuestos a trabajar muy duro para producir el excedente que se necesitaba para ello [Además, este excedente producido por los hombres era vital para la economía].

Después de una combinación de «reformas» legales y sociales, en la actualidad los Estados Unidos tiene lo que parece superficialmente una doble estructura familiar pero, en realidad y bajo la ley, es una única estructura familiar organizada alrededor del concepto de pensión alimentaria.

En efecto, en el pasado, una mujer necesitaba asegurar una promesa formal de un hombre en forma de matrimonio para esperar que éste la apoyara económicamente a ella y a sus hijos. En esta nueva estructura, la ley declara que cualquier hombre con el que la mujer tenga hijos está obligado a apoyarla económicamente a ella y a sus hijos, tanto si ella se casa como si no se casa, y tanto si ella honra sus propios votos matrimoniales como si no los honra [con esto último, el autor se refiere a que, aunque el divorcio haya sido causa de una infidelidad de ella, el hombre está obligado de todas formas a apoyar económicamente a su ex-esposa  a través de la pensión alimentaria, que la mujer administra como quiere sin dar cuentas a nadie. De hecho, está demostrado que las mujeres obtienen ventajas económicas derivadas del divorcio para ellas mismas, no sólo a través de parte de la pensión alimentaria sino otros aspectos (disfrute de la vivienda propiedad del hombre, etc.)].

Mientras los hombres estaban motivados bajo la estructura familiar antigua, detestan completamente el nuevo sistema de formación familiar, basado en la pensión alimentaria. Bajo el sistema antiguo, un hombre que se casaba antes de ser padre podía esperar tener acceso a sus hijos y la oportunidad de dirigir (de común acuerdo con su esposa) la crianza de estos hijos . Bajo el nuevo sistema los hijos se consideran de facto propiedad de la madre y el Estado obliga al padre a pagar a la madre para que ella dirija la crianza de los hijos como considere adecuado. Como el nuevo sistema ha eliminado el incentivo para que los hombres trabajen duro para proveer a sus familias, se ha visto forzado a depender de amenazas de cárcel  para obligar a los hombres a que ganen «suficientes» ingresos. Así, mientras los hombres solían sentirse orgullosos por el nacimiento de sus hijos y lo celebraban con puros habanos, en la actualidad una gran cantidad de hombres teme a la paternidad más que a nada.

Bajo las nuevas reglas, incluso si un hombre elige la estructura familiar [tradicional basada en el matrimonio], está siempre sujeto a que su esposa le obligue a pasar al modelo de pensión alimentaria, por alguna razón o sin ningún motivo.  Las leyes del divorcio «sin culpa» son unilaterales y tanto los científicos sociales como el cristianismo estadounidense moderno las celebran como una arma para que las mujeres amenacen a sus esposos. El padre ha pasado de ser el respetado cabeza de familia a un progenitor secundario que presta su servicio según la voluntad de su esposa.

Afortunadamente para la sociedad, la conciencia de la realidad de este nuevo sistema se ha difundido de forma lenta. La mayoría de hombres no están informados de la verdadera naturaleza del juzgado de familia o suponen que la mujer con la que se han casado nunca destrozará su familia por 30 monedas de plata.

Debido a la inercia, los hombres siguen ganando más que las mujeres y aquellos que han estudiado la cuestión (Hymowitz, Farrell) han encontrado que esto se debe a que los hombres eligen trabajar más duro, por más tiempo y en trabajos más difíciles o peligrosos que las mujeres. Mientras el economista del M.I.T tiene razón en que los hombres tienen menos títulos académicos que las mujeres, los hombres que sí que cuentan con títulos suelen elegir carreras con valor económico real. Sin embargo, la brecha salarial entre hombres y mujeres sigue disminuyendo y esto tiene al autor del artículo de negocios del New York Times preocupado y desconcertado :

Los economistas consideran generalmente la caída de los hombres en el área laboral como una de las tendencias de la nación más importantes y desconcertantes. Aunque los hombres siguen ganando, en promedio, más que las mujeres, la brecha se ha estrechado considerablemente, especialmente entre los jóvenes que acaban de entrar a la población activa.

Debería estar preocupado pero no debería estar desconcertado. La lección aprendida de la experiencia del siglo XX es que, para generar valor económico, los incentivos funcionan mucho mejor que la coacción. [El autor se refiere a que el sistema económico capitalista (en el que la producción se basa en los incentivos) funciona mejor que el sistema comunista (en el que la producción se basa en la coacción: leyes, castigos, etc.)]

Sin embargo, a pesar de ganar la guerra fría, los Estados Unidos y el mundo occidental han elegido pasar de manera silenciosa de una estructura familiar y económica basada en los incentivos (matrimonio) a una basada en la coacción (pensión alimentaria).

A pesar de ello, casi todos los observadores malinterpretan la relación causa-efecto en este tema. En su artículo del New York Times El matrimonio tardío y sus consecuencias (que, en otros aspectos, es excelente), Ross Douthat comete el error clásico de confundir la responsabilidad añadida que los hombres aceptan cuando se casan con un beneficio, en vez de un costo que soportan a cambio de tener una familia:

Mientras tanto, los hombres reciben una prima de salario cuando se casan jóvenes, por lo que el matrimonio tardío tiende a dañar sus perspectivas económicas.

De forma similar, el artículo de negocios del New York Times y el texto de Frum en CNN apuntan que los hombres están disminuyendo su relativa producción económica al mismo tiempo que la mayoría de mujeres jóvenes se están saltando el consagrado proceso de boda/nacimiento/divorcio y eligiendo tener los hijos fuera del matrimonio desde un inicio. Como hemos visto con líderes cristianos como Stanton y Driscoll, la explicación común para este hecho es que las mujeres se ven forzadas a elegir el modelo de pensión alimentaria porque no encuentran hombres dignos de matrimonio. El artículo de opinión del New York Times explica:

Los hombres menos exitosos son menos atractivos como pareja, así que algunas mujeres eligen criar los hijos solas, produciendo a su vez hijos que son menos exitosos y menos atractivos como pareja.

Frum repite esta opinión con:

Conforme los hombres acaban (en promedio) menos carreras universitarias, conforme los salarios de los hombres disminuyen (en promedio), los hombres se vuelven menos atractivos como esposos.

Dr. W. Bradford Wilcox de The Marriage Project («El Proyecto Matrimonial») no comete ese error en un artículo similar que escribió recientemente para Slate, sino que acepta que la explosión en el número de nacimientos fuera del matrimonio se debe a que las mujeres así lo eligen:

Según el proyecto «Love and Marriage in Middle America project» (un estudio sobre las relaciones en el centro de Estados Unidos que tiene lugar en un pequeño pueblo de Ohio), Melissa, una madre soltera de 31 años, dice lo siguiente sobre el motivo por el que nunca se ha casado con ninguno de sus novios: «Nunca he sentido que mis novios son tan leales a mí como yo lo soy a ellos. Incluso cuando siento que estoy en una buena relación, los hombres hacen pequeñas cosas que me hacen pensar: ‘¿De verdad puedo confiar en ellos?’.

Lo sorprendente del comentario de Melissa (que es completamente representativo) es que no sólo son los hombres malos los que la hacen dudar del matrimonio sino también los hombres buenos. Parece albergar una sospecha general sobre la posibilidad de un amor para toda la vida y sobre la misma institución del matrimonio.

El peligro a largo plazo es obvio. Cuanto más pospongan, eviten y abusen del matrimonio las mujeres, menos hombres estarán dispuestos a generar el excedente económico del que depende nuestra economía. En vez de ser la locomotora económica de Occidente, los hombres, privados de la posibilidad de ser padres, decidirán cada vez más  disfrutar la decadencia [es decir, dedicar su vida al placer sin ninguna responsabilidad de pareja o familiar].

Esta reducción en la producción económica vendrá acompañada con aumentos espectaculares en los costes sociales causados por los hijos sin padre y se produce en un tiempo en que a los gobiernos se les están acabando las opciones.

Si queremos parar este círculo vicioso, no acabaremos teniendo otra opción que volver a una estructura familiar basada en el matrimonio. Ahora mismo, esto es impensable políticamente, pues tanto la derecha como la izquierda están comprometidos con el modelo de organización familiar basado en la pensión alimentaria. Sin embargo, cuanto más experimentemos los verdaderos costos de este modelo, más innegable será la locura de seguir por este camino. Cuando se pasan apuros, se aclaran de repente cuáles son las opciones correctas, así que todavía es posible que volvamos a una estructura familiar basada en el matrimonio. Mientras tanto, los científicos sociales seguirán desconcertados y cientos de millones de niños continuarán sufriendo.

[Nota del traductor: El autor indica que el modelo familiar de pensión alimentaria produce una disminución de la productividad económica (debida a una falta de incentivos de los hombres) y, por lo tanto, una disminución de la recaudación de los impuestos. También produce un aumento de los gastos sociales (ya que el Estado intenta suplir los aspectos que antes cubría el padre y que hoy no son cubiertos por la pensión alimentaria).

Esta disminución progresiva de la recaudación de impuestos con el aumento progresivo de gastos sociales es insostenible por lo que lleva a la bancarrota del Estado a largo plazo. Sin embargo, a corto plazo, se soluciona pidiendo crédito para pagar los gastos sociales que no pueden financiarse con la recaudación. Por eso, todos los países occidentales se encuentran fuertemente endeudados y este nivel de deuda crece cada día más. La bancarrota llegará cuando se llegue al punto en que la deuda se declare impagable, aunque nadie sabe cuándo será esto]

¿Por qué la cultura moderna nos adoctrina con el materialismo, mortalismo y utilitarismo? Para controlarnos, por supuesto.

1. Materialismo.

Porque si la realidad material (percibida por los cinco sentidos) es «todo» (es la única realidad reconocida), entonces, aquellos que controlen el ámbito material (lo que pueden hacer en potencia), pueden controlarnos – completamente.

(En cambio, cuando la gente reconoce un ámbito no material de realidad como real y vital, entonces no es posible ningún control absoluto de la población)

2. Mortalismo.

Cuando nuestra vida mortal es la única vida reconocida (y cuando la gente piensa que nada de nuestra alma sobrevive a la muerte); entonces aquel que controla nuestra vida mortal controla toda nuestra realidad posible, de forma irremediable.

(En cambio, cuando una persona sabe que algo de él sobrevive a la muerte del cuerpo, entonces siempre tiene esperanza de escapar de cualquier situación mortal en la tierra – esta esperanza hace a los hombres más difíciles de controlar, por lo que, para controlarlos, es mejor que los hombres desesperen.)

3. Utilitarismo.

La moral moderna mayoritaria es utilitaria – es decir, aspira a proporcionar el máximo nivel de gratificación (máximo placer, mínimo dolor) para la mayor cantidad de gente.

(O, más recientemente, desde la corrección política, la máxima gratificación para la gente que se considera que más lo merece.)

La gratificación involucra las emociones, y, en principio, las emociones son controlables; controlando las entradas de la percepción.

Según el utilitarismo, aquellos que controlan las emociones controlan la moral. Y, por lo tanto, pueden redefinir continuamente el concepto del Bien, incluso al punto de invertirlo [es decir, que lo bueno se considere malo y lo malo se considere bueno]

(Pueden controlar las emociones controlando las entradas de la percepción, es decir, haciendo que todos se enganchen a los medios de comunicación masivos, enseñándolos a ignorar o negar las evidencias que vienen de los sentidos y del sentido común, y modificando las percepciones humanas mediante la tecnología. Además, pueden manipular las respuestas psicológicas, ya sea con educación, con drogas, o, en el futuro, con ingeniería genética o implantando microchips)

(En cambio, para quien considera la moral como objetiva y dada por Dios, no se le puede invertir la moral o redefinirla de modo burdo.)


Por la parte positiva, el análisis anterior implica que alguien que reconoce el ámbito espiritual, que tiene fe en la vida más allá de la muerte biológica y que considera el Bien como algo creado por Dios, no puede nunca ser controlado completamente por ningún poder terrenal.


Bruce Charlton. Original en inglés en http://charltonteaching.blogspot.co.uk/2016/11/why-does-mainstream-modern-culture.html

Los críticos cobardes del Islam

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Nota: Traducido de http://citadelfoundations.blogspot.com/2016/10/islams-cowardly-critics.html Notas del traductor entre corchetes []

Existen muchas críticas sólidas de la religión islámica, incluyendo consistentes refutaciones teológicas de la concepción islámica de Dios, escepticismo sobre los orígenes del Corán y críticas legítimas de ciertas cualidades inadecuadas que demuestran aquellos individuos que se rigen por las principales interpretaciones de esta religión.  Todas estas críticas son interesantes e intelectualmente dignas.

Pero la mayoría de críticas del Islam no se centran en esos puntos sino que se basan en la perspectiva del progresismo burgués, el cual, en su versión más apegada a los principios,  se ofende con el invitado que llega a una casa y no cumple las reglas de esta casa. Estas reglas son la observancia de la doctrina del «yo» y la búsqueda eterna de la emancipación. No es coincidencia que el propio nombre «Islam» signifique «sumisión».

[Nota: Cuando el autor habla del progresismo burgués, se refiere al humanismo secular, la religión sin Dios surgida de la Ilustración y las revoluciones burguesas, que es la religión oficial de todos los países occidentales y, más concretamente, a su  última versión, que es la corrección política. Aquella que pone el «yo» y el placer como centro de la vida moral y  adora a la diosa libertad (por lo que la emancipación es un valor supremo).]

Comencemos reconociendo que la mayoría de progresistas no son nada críticos con el Islam, o, como mínimo, no lo son de forma abierta. Conoce pocos límites su fascinación casi sexual con «el otro», con aquel que desafía abiertamente la herencia ancestral de Occidente. Ello tiene que ver con la etnia tanto como con la religión. Aunque hay un número creciente de musulmanes blancos, es raro ver a un progresista lanzarse tan alegremente a su defensa como a la de un inmigrante afgano o libio. La mayoría de progresistas se rigen por la norma de intentar encontrar posibles sistemas de privilegio y discriminación, por lo que cualquiera que tenga un historial exótico se clasifica automáticamente como parte de un grupo de víctimas.

Sin embargo, hay otra escuela de progresismo (es cierto que bastante minoritaria) que se rige por otra norma diferente, que es la defensa del progresismo, incluso si esto significa violar ocasionalmente alguno de sus principios. Este tipo de progresismo es mucho más consciente de su entorno y, de forma usual, se percata normalmente del hecho de que sus hermanos y hermanas ideológicos se dirigen como sonámbulos hacia su desaparición [Nota: el autor se refiere al hecho de que el Islam con su mayor asertividad y mayor tasa de natalidad desplaza a los progresistas hasta extinguirlos]

¿Son cobardes estas personas? En algunos sentidos, no lo son. Muchos de ellos arriesgan sus vidas  por ser críticos por el Islam y la mayoría arriesgan sus reputaciones. Aunque la islamofobia no es una herejía tan grave como la homofobia, lo importante es que una vez te declaran islamófobo, es probable que te traten de la misma manera que a un racista, no importa cuánto defiendas que el Islam no es una raza.

Son contadlos los aspirantes a mártires por el liberalismo, pero existen [en la foto Geert Wilders, presidente del partido holandés Partido por la Libertad, opuesto al Islam]
Son contados los aspirantes a mártires por el progresismo, pero existen [en la foto Geert Wilders, presidente del partido holandés Partido por la Libertad, opuesto al Islam]

Así que no quiero decir que estas personas son cobardes en el sentido de que la amenaza del Islam los asusta hasta hacerlos callar (que conste que tampoco pienso que sus detractores son cobardes en este sentido). Por el contrario, pienso que estos críticos del Islam son culpables de cobardía en lo que se refiere a su introspección y valoración.

En cierta forma, los críticos del Islam tales como Douglas Murray, Pamela Geller, Geert Wilders, etc. son muy similares a aquellos que dicen que, si sólo tuviéramos un agradable país blanco, todo estaría bien. Eliminemos el parásito externo que, de alguna manera, ha conseguido pegársenos como una lapa, rodeemos nuestro territorio con un foso y nuestros problemas desaparecerán.

Recordemos por un momento una de las críticas principales al feminismo, que consiste en que el concepto del «patriarcado» (como un grupo internacional de hombres con malvados planes de quitar derechos a las mujeres a cada oportunidad) es una teoría de la conspiración que no tiene base en la realidad. Es una teoría de la conspiración necesaria para explicar la existencia de este sistema desigual que tenemos. En efecto, si no hubiera una conspiración, las feministas tendrían que admitir que la forma en que las sociedades tratan a los hombres y a las mujeres está basada en hechos reales sobre la conducta masculina y femenina.

Aunque teorías de la conspiración sobre la islamización de Europa como ZOG o el proyecto Eurabia no carecen de mérito (de hecho, algunos aspectos de estas teorías tienden a ser ciertos en algunos casos), se basan en los mismos problemas que el feminismo. Se trata de tirar la culpa a otro para evitar conclusiones no agradables.

La conclusión no agradable a la que podemos llegar sobre la islamización de Europa es una que no aceptarán muchos críticos del Islam: que hay algo intrínsicamente equivocado en nuestras sociedades occidentales y que es por ello que están siendo erosionadas y transformadas por una potencia extranjera hostil [como es el Islam].

Decir que las sociedades progresistas o la civilización occidental simplemente merece sobrevivir es como decir que las especies animales extinguidas merecían sobrevivir. Uno se puede quejar tanto como quiera, pero las leyes de Darwin se siguen cumpliendo. Si tu sociedad falla al competir contra otras, entonces, o bien eres la víctima de una espantosa mala suerte (algo que Occidente no puede afirmar de ninguna manera) o tu estrategia de supervivencia es defectuosa.

Algunos toserán y dirán «¿Has visto el Producto Interior Bruto de Gran Bretaña? Mira nuestros niveles educativos, mira nuestra tecnología». Esos son argumentos válidos, pero, si estos aspectos son tan importantes en el gran juego de las civilizaciones, ¿por qué te sientes amenazado por el Islam? Quizás te das cuenta de forma subconsciente de que todo el desarrollo empresarial del mundo no sirve de nada si causa que ricos monopolios importen mano de obra barata. Te das cuenta de que las universidades con demasiados fondos que dicen a los jóvenes que deben «replantear su masculinidad» están criando chicos dóciles mientras que las mujeres son violadas en grupo en el metro. Y te das cuenta de que el armamento más avanzado del mundo no sirve de mucho si gran parte de tu población está en el asilo de ancianos. Conforme Occidente ha escalado la jerarquía de Maslow, se ha dedicado a la extravagante práctica de dar patadas a los peldaños que dejaba por debajo para eliminarlos. Ahora está atrapado en la cima y tiene por delante una larga distancia para caer.

Mientras Occidente subió la pirámide de Maslow hacia necesidades más sofisticadas, descuidó las necesidades más básicas, como la reproducción y la familia. Ahora está atrapado en los niveles superiores de la pirámide sin tener los inferiores en una posición inestable que sólo puede caer.
[El autor compara a la pirámide de necesidades de Maslow con una escalera. Mientras Occidente subió la pirámide de Maslow para conseguir necesidades cada vez más sofisticadas, rechazó las necesidades más básicas, como la reproducción y la familia (son las patadas a los peldaños inferiores). Ahora está atrapado en los niveles superiores de la pirámide, pero le falta lo más básico. Se encuentra flotando en el aire, en una posición inestable, previa a la caída. Esta imagen fue añadida por el traductor para aclarar la frase anterior.]

Hay dos aspectos que considerar y estos son: la propia supervivencia y el valor de esta supervivencia. Es fácil confundir los dos pero son diferentes. Sin embargo, lo que normalmente pasa es que los dos coinciden. Las sociedades que carecen de un valor intrínseco no sobreviven. Es así de simple.

Cuando hablamos de supervivencia, hacemos juicios positivos [afirmaciones sobre lo que es cierto o falso, pertenecientes al SER de Hume]. Una civilización sobrevivirá o no. Cuando hablamos del valor de esta supervivencia, hacemos juicios normativos [afirmaciones sobre lo que es bueno o malo, pertenecientes al DEBER SER de Hume], cuyos fundamentos objetivos se basan en la Tradición y, por extensión, en Dios. El presente régimen progresista no sólo carece de cualquier valor espiritual sino que, además, la purga de esos valores ha mutilado la voluntad de nuestra civilización de defenderse. El valor intrínseco de una civilización determina su supervivencia, al menos en el largo plazo.

El principal impulso de la modernidad [otro nombre para el humanismo secular] ha sido que la civilización no es importante. En vez de eso, los individuos son importantes. Es imposible seguir siendo consistente con el progresismo y seguir afirmando que la civilización (incluso la tuya) es importante. Por el contrario, los musulmanes todavía valoran la civilización. No importa qué defectos puedan tener y no importa qué extraños nos puedan parecer, su continuada comprensión de verdades básicas es una de las razones principales de que vayan superando al hombre occidental, que gruñe desde su sillón mientras la demografía se escabulle entre sus manos.

En un artículo del The Spectator, Douglas Murray se opone a una política de puertas abiertas para los refugiados, señalando que Europa no puede asimilar a los musulmanes que ya tiene. Lo que no admitirá es que decirle a un musulmán que se asimile es como decir a tu oponente en un duelo de armas que vacíe su pistola y tire sus balas al suelo. ¿Cuál es la motivación para hacerlo? Es como cuando los estadounidenses denuncian a China porque roba las ideas patentadas en Estados Unidos ¿Por qué China cambiaría de actitud si Estados Unidos no sólo está dispuesto a permitir este robo, sino que sus ciudadanos compran productos chinos en el mercado sin hacer preguntas? El musulmán está en la misma situación. Un número cada vez menor aceptará la asimilación, pero la mayoría no lo hará porque claramente nuestra cultura progresista nos ha hecho poco bien. «Morito haber visto, morito ni acercarse.» Asimismo, podrían tener algo de resentimiento al ver aviones estadounidenses continuar bombardeando bodas paquistaníes y funerales yemeníes, al ver, como una vez y otra y por diversos medios, Occidente se inmiscuye en asuntos árabes y persas cuando no se les quiere allí.

Desde los inicios del terrorismo contemporáneo, la izquierda se ha dedicado a purgar toda referencia al Islam cuando considera sus opciones. Para ellos, el problema no es el Islam sino el vago terrorismo. Los conservadores responden repitiendo Islam radical hasta perder el aliento. Por su parte, los contra-yihadistas van un paso más allá y dicen que no se trata en absoluto del radicalismo islámico, se trata del Islam.

El libro "Se trata del Islam" de Glenn Beck
[El libro «Se trata del Islam» de Glenn Beck]

Todos se equivocan. La crisis actual no se trata del Islam, cuya expansión es sintomática [es un síntoma, no la enfermedad]. El problema somos nosotros. El problema son las suposiciones sobre las que hemos basado nuestro mundo moderno, muchas de ellas defendidas por los críticos del Islam.

¡Esto es horrible! Deberían estar en la clase de educación sexual, aprendiendo a masturbarse analmente
¡Esto es horrible! Deberían estar en la clase de educación sexual, aprendiendo a masturbarse analmente.

Si los pueblos de los países occidentales van a sobrevivir, y si quieren que esta supervivencia tenga algún valor, deben examinarse a ellos mismos. Su respuesta contra el Islam no puede basarse en la bilis de la liberación femenina, derechos de los gays, la libertad de satirizarlo todo, la expulsión de la religión de la vida pública, etc, etc. Debe fundamentarse en dos verdades muy fáciles de entender que justifican la resistencia a la islamización y que nuestros antepasados usaron como base de su resistencia al Islam:

El Islam es una religión falsa

Los musulmanes no pertenecen a nuestras tierras

 

El Gran Reaprendizaje

Sacado del libro “Hooking up” (“enrollarse”), Tom Wolfe, 2000

En 1968, en San Francisco, me tropecé con una curiosa nota a pie de página al movimiento hippie. En la Clínica Haight-Ashbury había médicos que trataban enfermedades que ningún doctor vivo había encontrado antes, enfermedades que habían desaparecido hace tanto tiempo que nunca se les habían dado nombres en latín, enfermedades como la sarna, el “grunge”, el picor, la sacudida, el “afta”, el “scroff”, el podrido. Y, ¿cómo era que habían vuelto ahora? Tenía que ver con el hecho que miles de jóvenes de ambos sexos habían migrado a San Francisco para vivir en comunas, en lo que creo que la historia registrará como una de las fiebres religiosas más extraordinarias de todos los tiempos.

Los hippies no querían otra cosa que desechar todos los códigos y restricciones del pasado y comenzar desde cero. Una vez, el novelista Ken Kesey, líder de una comuna llamada los “Merry Pranksters” (“bromistas felices”), organizó un peregrinaje a Stonehenge con la idea de retornar al punto cero de la civilización anglosajona, que imaginó que era Stonehenge y comenzar de nuevo para hacerlo mejor esta vez. Entre los códigos y restricciones que desechó la gente en las comunas – muy a propósito – estaban los que decían que no debes usar los cepillos de dientes de otras personas o dormir sobre los colchones de otra gente sin cambiar las sábanas (o, lo que era más probable, sin usar ninguna sábana), o que tú y otras cinco personas no deberían beber de la misma botella de Shasta o tomar chupadas del mismo cigarrillo. Y, ahora, en 1968, estaban reaprendiendo…las leyes de la higiene…por medio de enfermarse de la sarna, el “grunge”, el picor, la sacudida, el “afta”, el “scroff”, el podrido.

Me parece que este proceso, es decir, el reaprendizaje – que sigue un comienzo desde cero prometeico y sin precedentes – es el leitmotiv del siglo XX en Estados Unidos.

“Comenzar desde cero” era el eslogan de la escuela Bauhaus. Por ser familiar, no volveré a contar la historia de cómo los Bauhaus (un movimiento diminuto de artistas en la Alemania de los años veinte) desechó todos los estilos arquitectónicos del pasado y creó la apariencia de caja de cristal de la ciudad americana moderna durante el siglo veinte [se refiere a los rascacielos]. Pero debería mencionar la desorbitada exuberancia espiritual con la que el movimiento empezó, la convicción apasionada del líder de Bauhaus, Walter Gropius, que comenzar desde cero en la arquitectura y diseño le liberaría de la mano muerta del pasado. Sin embargo, a finales de los años setenta, los mismos arquitectos comenzaron a quejarse de la mano muerta de la escuela Bauhaus: los techos planos (que tenían goteras con la lluvia y se derrumbaban con la nieve), los diminutos cubículos de oficina de color beis (que hacían que los trabajadores se sintieran como engranajes de una máquina), las paredes de vidrio (que dejaban entrar demasiado calor, demasiado frío, demasiado resplandor y nada de aire). Ahora el reaprendizaje está en proceso a toda marcha. Los arquitectos están ocupados rebuscando en lo que el artista Richard Merkin llama el Gran Armario [el gran clóset]. Dentro del Gran Armario, en montones promiscuos, se amontonan los estilos abandonados del pasado. Los redescubrimientos favoritos de la actualidad son clásico, georgiano, secesión y Art Déco. Reaprendiendo sobre la marcha, los arquitectos están en una orgía de eclecticismo [combinar elementos de varios estilos] comparable a la del periodo victoriano, hace 125 años.

En política, el gran comienzo desde cero del siglo XX fue el socialismo de un solo partido, también llamado “comunismo” o “marxismo-leninismo”. Dada la mala reputación que tiene en la actualidad este sistema en Occidente, es instructivo leer “Diez días que cambiaron el mundo” de John Reed – antes de pasar a “Archipiélago Gulag” de Aleksandr Solzhenitsyn. El trabajador prometeico de camisa azul que se representaba en un poster rompiendo sus cadenas a lo largo de su pecho poderoso representaba claramente la libertad humana extrema en la que el movimiento creía en un inicio.

Para los intelectuales occidentales, el doloroso amanecer empezó con la publicación de “Archipiélago Gulag” en 1973. Solzhenitsyn insistió en que el villano que había detrás de la red soviética de campos de concentración no era Stalin o Lenin (que inventó el término “campo de concentración”), ni siquiera el marxismo. Por el contrario, era la extraña noción del siglo XX por la cual los soviets podían desechar no sólo el viejo orden social sino también su ética religiosa, que había ido desarrollándose durante milenios (“decencia común”, la llamó Orwell) y reinventar la moral… aquí… ahora… “a punta de pistola”, como decía la famosa frase de los maoístas. Mucho antes de que cayera el muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989, el reaprendizaje había alcanzado el punto en el que incluso los círculos gobernantes de la Unión Soviética y China habían empezado a preguntarse la mejor manera de convertir el comunismo en algo que no fuera un “barbarismo con rostro humano”, para usar la frase memorable de Bernard Henri-Levy.

La gran contribución estadounidense al comienzo desde cero del siglo XX fue en el área de maneras y costumbres, especialmente en lo que remilgadamente se llamó “la revolución sexual”. En cada aldea, incluso en el antiguo “cinturón bíblico” [estados más religiosos de Estados Unidos] puede encontrarse el burdel del pueblo, que ya no está escondido en una casa de luces rojas o azules o detrás de una puerta verde, sino publicitado de forma abierta a la orilla de una carretera con un letrero de plástico iluminado por detrás con una luz de mil vatios: MASAJE DE MUCHACHAS COMPLETAMENTE DESNUDAS EN SAUNA Y MARATÓN DE SESIONES DE ENCUENTRO. Hasta 1985, los cines porno estaban tan extendidos como el 7-eleven, incluyendo autocines al aire libre con pantallas de seis, siete u ocho pisos de altura, para poder proyectar mejor todos los pliegues húmedos, los nódulos brillantes y los menudillos duros a unos campesinos estadounidenses jadeantes. En 1985, los cines porno comenzaron a ser reemplazados por el videocasete porno, que podía llevarse a cualquier casa. En el estante de arriba de la sala de estar, al lado de los tomos de la “World Book Encyclopedia” y los “Clasicos Modernos de Biblioteca”, uno ahora encuentra los videos: “El Callejón de Asunción”, “Bañada y colgada”, “¡Oye! ¡Pequeña Rambo!” y “La maestra latina: ella chupa, ella ha chupado, ella habrá chupado”.

En el otoño de 1987, una secretaria de iglesia de 25 años llamada Jessica Hahn provocó un frenesí de risitas en la prensa sensacionalista cuando se anunció la noticia de que había posado desnuda para la revista Playboy. ¿Su castigo? Una gira triunfal por todos los programas televisivos de entrevistas y variedades de la nación. Por lo que a mí respecta, el punto máximo se produjo cuando una niña de diez años, una estudiante de escuela privada, que llevaba una blusa de botón de oro, una chaqueta de punto y una falda de su uniforme escolar, se acercó a ella en el exterior de un estudio de televisión con una pila de revistas Playboy que mostraban a la secretaria con los pechos desnudos y los muslos entreabiertos y le pidió que se las firmara. Con la bendición de sus maestros, pensaba llevar las copias firmadas a la escuela y montar allí una subasta pública. Los beneficios se destinarían a los pobres.

Pero, para la revolución sexual, se produjo también un amanecer doloroso en los años ochenta, y así empezó el reaprendizaje, en forma de profilaxis. Todo ello puede resumirse en una única palabra que no requiere explicación: SIDA.

Se debería pensar en el Gran Reaprendizaje – si algo tan prosaico como las clases de recuperación puede llamarse “grande” – no tanto como el punto final del siglo XX como el tema del siglo XXI. No hay ninguna ley de la historia que diga que un nuevo siglo debe empezar diez o veinte años por adelantado, pero ha sido así dos veces seguidas. El siglo XIX comenzó con las revoluciones americana y francesa de finales del siglo XVIII. El siglo XX comenzó con la formulación del marxismo, el psicoanálisis y el modernismo a finales del siglo XIX. Y el siglo XXI comenzó con el Gran Reaprendizaje – en forma de la destrucción del muro de Berlín en un único día, escenificando el completo fracaso del comienzo desde cero más trascendental de todos.

Predigo que el siglo XXI probará que es falsa la noción del siglo XX del Futuro como algo emocionante, novedoso, inesperado o radiante; como el Progreso, para usar una vieja palabra. Ya es claro que las ciudades, gracias al Reaprendizaje, ni siquiera tendrán la apariencia de nuevas. Muy al contrario: las ciudades del año 2000 están comenzando a parecerse más a las de 1900 que a las de 1990. Del Sur del Bronx en Nueva York al Sudeste de Atlanta, las viviendas públicas ya no se construyen con la apariencia de torres comerciales. La nueva apariencia: las villas suburbanas anchas y bajas con jardín de Hampstead Heath en Londres. El siglo XXI tendrá un aire retrogrado y una atmósfera mental retrógrada. La gente de nuestro mundo, acomodados en sus complejos de apartamentos de estilo neo georgiano, rememorarán con asombro el siglo que acaba de finalizar… Contemplarán el siglo XX como el siglo en que las guerras se volvieron tan enormes que fueron conocidas como guerras mundiales, el siglo en que la tecnología dio un salto adelante tan rápido que el hombre desarrolló la capacidad de destruir el mismo planeta – pero también la capacidad de escapar a las estrellas en naves espaciales si el planeta estalla – y de manipular sus propios genes.

Pero, por encima de todo, rememorarán el siglo XIX como el siglo en que sus antepasados tuvieron la confianza asombrosa, el descaro prometeico de desafiar a los dioses e intentar empujar el poder y la libertad del hombre a extremos divinos, sin límite. Mirarán el pasado con asombro… sin la mínima tentación de emular la osadía de los que quisieron desechar todas las reglas y quisieron comenzar desde cero. Por el contrario, se hundirán cada vez más hondo en sus poltronas de estilo Luis XVI, navegando perezosamente entre la información de Internet, matando el tiempo como las matronas victorianas que hacían ganchillo, encaje, tejido, bordado y punto de cruz; satisfechos de vivir en lo que se conocerá como el Siglo Somnoliento o la Resaca del Siglo XX.

[Nota del traductor: el tiempo desde la escritura del artículo ha demostrado que el autor era demasiado optimista. El reaprendizaje sólo se produce cuando las consecuencias de no hacerlo son abrumadoramente costosas. Para algunos aspectos muy básicos, el reaprendizaje requiere un derrumbamiento general de la civilización, como pasó en la caída del Imperio Romano.]

Filosofía de traducción

Se sigue la filosofía de traducción «idea por idea», que no pretende traducir literalmente el texto (como la filosofía «palabra por palabra») sino volcar las ideas de cada frase al idioma español. Además, se intenta conseguir la máxima comprensibilidad del texto traducido.

Para conseguir todo ello, se toman las siguientes licencias:

-1. En raras ocasiones se omite alguna palabra poco importante (por ejemplo, un adverbio que modifica un adjetivo) que transmite un matiz en inglés pero que, en español, haría la estructura gramatical demasiado complicada.

-2. De la misma manera, frases muy largas y complicadas gramaticalmente se dividen en varias poniendo puntos donde había comas. Asimismo, párrafos muy largos se dividen en varios teniendo en cuenta la estructura del contenido.

-3. De la misma manera, cuando se piensa que una frase es poco comprensible se le añade alguna palabra suelta (normalmente una repetición de una palabra que ya se había mencionado en el texto) para aclarar el sentido.

-4. Para frases hechas o metáforas, se intenta buscar una frase hecha o metáfora equivalente en español. Si no existe, se reemplaza por una frase normal que capture el sentido.

-5. Si los ejemplos son reales, se dejan como están. Si los ejemplos son ficticios, se dejan como están si son entendibles. Cuando se considera que los ejemplos ficticios no se entenderán por ser muy propios de  la cultura anglófona, se busca un ejemplo ficticio equivalente de la cultura hispana.

-6. Cuando todo esto falla, se hace una nota explicativa (normalmente entre corchetes) explicando el significado de la traducción. El texto entre corchetes se considera ajeno a la traducción y no sólo puede contener este tipo de notas explicativas, sino que también puede incluir apreciaciones personales del traductor.