Sobre Afganistán y el imperialismo progre actual

Clausewitz (el gran teórico de la guerra) dijo que el objetivo de una guerra es quitar al enemigo las ganas de luchar. Esto es imposible con Afganistán con la forma de guerra actual. Esa gente vive para la guerra. Si los conquistas, van a educar a sus hijos y nietos para que guerreen contra ti. Algún día te tendrás que ir y entonces perderás todo lo ganado. Esto ya lo decíamos mucha gente desde hace más de diez años y la realidad nos ha dado la razón.

¿Se puede conquistar Afganistán? ¿Se puede hacer que los afganos pierdan las ganas de luchar? Sí, pero con técnicas mucho más crueles que las que ahora estamos dispuestos a aceptar. Tamerlán lo conquistó con una crueldad increíble. Mataba a todos los pueblos (con niños y mujeres) que sospechaba que se habían rebelado contra él. Los campesinos llegaban a él con hierba en su boca, para dar el mensaje de «Soy tu vaca». El los mataba igual.

Otra opción sería quedarse doscientos años de potencia colonial, desactivando el tribalismo y el islam con técnicas salvajes (no las técnicas que los colonizadores franceses e ingleses impusieron en Africa y Oriente Medio, que demostraron ser demasiado suaves). Aún así, no está seguro de que se gane.

Con una situación así, lo mejor es no involucrarse en esa guerra y los rusos le advirtieron a Estados Unidos que no lo hicieran. Los dos imperios (soviético y americano) pecaron de arrogancia.

Además, desde el punto de vista ético, si los afganos quieren vivir así, no tenemos derecho a imponerles nuestro modo de vida y a quien no le guste vivir así, siempre puede emigrar a Occidente. Esto es ajeno al modo de pensar occidental, que pensamos que todo el mundo debe ser como nosotros y envíamos jóvenes nuestros a morir para que los afganos tengan una democracia que no desean o para que las afganas pongan un condón en un plátano en la escuela. A base de bombas, queremos imponerles nuestros valores.

 

Dicho esto, tampoco ellos tienen derecho a imponernos sus valores. Para gente con valores tan diferentes, se han hecho los países. Cada pueblo vive en su propia nación, con una ley que refleja sus valores. Los que no están de acuerdo, pueden emigrar a otros países.

La política de Occidente es «invade a otros pueblos, invita a otros pueblos». Las dos partes están equivocadas. No tenemos derecho a invadir a otros pueblos e imponerles nuestros valores.

Tampoco tenemos derecho a invitar a otros pueblos con valores diferentes a los nuestros, pues la ley sólo puede reflejar unos valores que ahora son los nuestros pero mañana pueden ser los de ellos (pues se reproducen más). Esto es una receta para el conflicto a medio plazo y el suicidio a largo plazo.