El truco más ingenioso del sistema

Por Ted Kaczynski[i]

 

“La sociedad tecnológica podrá permitirse el lujo supremo de tolerar la rebelión         inútil con una sonrisa indulgente”. Jacques Ellul.1                                                                       

El sistema se la está jugando a los presuntos revolucionarios y rebeldes. El truco es tan sutil que, si hubiese sido conscientemente planeado, uno se vería obligado a admirar su elegancia casi matemática.

1. Lo que el Sistema no es.

Comencemos por dejar claro qué no es el Sistema. El Sistema no es el presidente de un país y sus consejeros y delegados, ni el gobierno, ni siquiera el Estado de un país; no es los policías que maltratan a quienes protestan; no es las juntas directivas de las corporaciones multinacionales; y no es los Frankensteins que, en sus laboratorios, enredan ilegítimamente con los genes de los seres vivos. Todas esas personas no son más que siervos del Sistema, y no constituyen el Sistema en sí mismas. Es más, los valores, actitudes, creencias y conductas personales e individuales de cualquiera de esas personas pueden estar significativamente en conflicto con las necesidades del Sistema.

Para ilustrarlo con un ejemplo, el Sistema requiere respeto por los derechos de propiedad y, aun así, los directivos de grandes empresas, los policías, los científicos y los políticos a veces roban (por “robar” no debemos entender sólo la sustracción de objetos físicos. Podemos incluir también todos aquellos medios ilegales de adquirir propiedades, tales como evadir impuestos, aceptar sobornos y cualquier otra forma de fraude o corrupción). Pero el hecho de que los ejecutivos, los policías, los científicos y los políticos a veces roben no significa que robar sea algo propio del funcionamiento del Sistema. Al contrario, cuando un policía o un político roban algo, se están rebelando contra el respeto por la ley y la propiedad que exige el Sistema. No obstante, aun cuando roban, estas personas siguen siendo siervos del Sistema ya que públicamente continúan apoyando la ley y la propiedad.

Sean cuales sean los actos ilegales que puedan ser cometidos por los políticos, policías o ejecutivos de forma individual, el robo, el soborno y el fraude no son propios del funcionamiento del Sistema sino disfunciones del mismo. Cuantos menos robos haya, mejor funcionará el Sistema y éste es el motivo por el que los siervos y los gestores del Sistema siempre promueven la obediencia a la ley, aun cuando, a veces, encuentren conveniente para sí mismos infringirla en privado.[ii]

Veamos otro ejemplo. Aunque los policías sean los protectores del Sistema, la brutalidad policial no es propia del correcto funcionamiento del Sistema. Cuando unos policías dan una paliza a un sospechoso, no están trabajando por el bien del Sistema, sólo están desahogando sus propias rabia y hostilidad. La meta del Sistema no es la brutalidad o la expresión de la rabia. En lo que a la tarea de la policía se refiere, la finalidad del Sistema es conseguir que sus reglas sean obedecidas y lograrlo con el mínimo grado posible de desorden, violencia y mala prensa. Por tanto, desde el punto de vista del Sistema, el policía ideal sería aquel que nunca se enfadase, nunca usara más violencia de la necesaria y, en tanto le fuera posible, mantuviera a la gente bajo control mediante la manipulación en lugar de mediante la fuerza. La brutalidad policial es solamente otra disfunción del Sistema, no algo propio de su correcto funcionamiento.

Para demostrarlo, observemos la actitud de los medios de comunicación. Los medios de información convencionales condenan casi unánimemente la brutalidad policial. Por supuesto, la actitud de los medios de comunicación convencionales representa, como norma en nuestra sociedad, la opinión predominante entre las clases poderosas acerca de lo que es bueno para el Sistema.

Lo que se acaba de comentar acerca del robo, el fraude y la brutalidad policial es aplicable también a los casos de discriminación y victimización tales como el racismo, el sexismo, la homofobia, la pobreza y la explotación laboral. Todos ellos son malos para el Sistema. Por ejemplo, cuanto más discriminados o excluidos se sientan los negros, más probable es que se inclinen hacia el crimen y que no se preocupen de estudiar carreras que les transformen en miembros útiles para el Sistema.

La tecnología moderna, con los medios de transporte rápidos a larga distancia y el trastorno de los modos tradicionales de vida que la caracterizan, ha llevado a la mezcla de distintas poblaciones, de tal modo que hoy en día individuos de diferentes razas, nacionalidades, culturas y religiones tienen que vivir y trabajar juntos. Cuando la gente se odia o rechaza mutuamente debido a su raza, etnia, religión, preferencia sexual, etc., los conflictos resultantes interfieren en el funcionamiento del Sistema. Salvo unas pocas y fosilizadas reliquias del pasado, los gestores del Sistema saben todo esto de sobra y por eso nos adoctrinan en la escuela y a través de los medios para que creamos que el racismo, el sexismo, la homofobia y cosas por el estilo son males sociales que hay que eliminar.

Sin duda algunos de esos gestores del Sistema, algunos políticos, científicos y ejecutivos, en privado, creen que el lugar de la mujer es la cocina, o que la homosexualidad y el matrimonio interracial son algo repugnante. Pero aun cuando la mayoría de ellos creyesen tales cosas, eso no significaría que el racismo, el sexismo y la homofobia sean propios del funcionamiento del Sistema -igual que el robo por parte de los gestores no significa que robar sea algo propio del buen funcionamiento del Sistema. Y justo del mismo modo que el Sistema promueve el respeto por la ley y la propiedad con el fin de mantener su propia seguridad, el Sistema por el mismo motivo necesita desprestigiar y evitar el racismo y otras formas de victimización. Esa es la razón por la que el Sistema, a pesar de algunas desviaciones privadas por parte de algunos miembros de la élite, tiene como uno de sus objetivos básicos la supresión de la discriminación y la victimización.

Como prueba de ello, observemos de nuevo la actitud de los medios de información mayoritarios. Salvo por alguna ocasional y tímida disensión por parte de unos pocos comentaristas más osados y reaccionarios, la propaganda de los medios es favorable de forma abrumadora a la igualdad racial y de sexo y a la aceptación de la homosexualidad y del matrimonio interracial.2

El Sistema necesita una población que sea mansa, no violenta, domesticada, dócil y obediente. Necesita evitar cualquier conflicto o trastorno que pueda interferir en el funcionamiento ordenado de la máquina social. Además de suprimir las hostilidades grupales de tipo racial, étnico, religioso y de cualquier otro tipo, también necesita eliminar o manejar en su propio beneficio cualquier otra tendencia que provoque trastornos y desorden, como son el machismo, los impulsos agresivos y cualquier inclinación a la violencia.

Naturalmente, los tradicionales antagonismos raciales y étnicos tardan en desaparecer; el machismo, la agresividad y los impulsos violentos no pueden ser fácilmente suprimidos y las actitudes en relación a la identidad sexual y de género no pueden ser generalizadas de un día para otro. En consecuencia, hay muchos individuos que se resisten a esos cambios y el Sistema se enfrenta al problema de doblegar su resistencia.3

2. La forma en que el Sistema explota el impulso de rebelión.

 Todos en la sociedad moderna estamos atrapados en una tupida red de normas y regulaciones. Estamos a merced de grandes organizaciones tales como grandes empresas, gobiernos, sindicatos, universidades, iglesias y partidos políticos y, en consecuencia, carecemos de poder. Como resultado de la servidumbre, de la impotencia y de otras vejaciones que el Sistema nos inflige, existe un sentimiento de frustración generalizado, que conduce a un impulso de rebelión. Y aquí es dónde el Sistema realiza su mejor truco: mediante un brillante juego de manos, convierte la rebeldía en algo que le resulta beneficioso.

Muchas personas no comprenden las raíces de su propia frustración y, en consecuencia, su rebeldía está mal encaminada. Saben que quieren rebelarse, pero no saben en contra de qué. Casualmente, el Sistema es capaz de aplacar su necesidad de rebeldía proveyéndoles de una lista de injusticias prefabricadas y estereotipadas en contra de las cuales puedan rebelarse: el racismo, la homofobia, los problemas de las mujeres, la pobreza, la explotación laboral… el “kit” completo con todo el batiburrillo de ridiculeces propias del manual del activista.

Una inmensa cantidad de aspirantes a rebeldes se tragan el anzuelo. Al combatir el racismo, el sexismo, etc., lo único que hacen es trabajar en favor del Sistema. En vez de darse cuenta de ello y reconocerlo, se imaginan que están rebelándose en contra del Sistema. ¿Cómo es posible que esto suceda?

Primero, hace cincuenta años el Sistema no promovía aún la igualdad para los negros, las mujeres y los homosexuales, así que, entonces, las acciones en favor de esas causas realmente eran una forma de rebelión. En consecuencia, esas causas llegaron a ser consideradas convencionalmente como causas rebeldes. Y han mantenido ese estatus hasta hoy simplemente debido a la tradición, ya que cada nueva generación de rebeldes imita a las anteriores.

Segundo, como ya he apuntado antes, hay aún una cantidad significativa de personas que se resisten a los cambios sociales que el Sistema requiere. Y algunas de esas personas representan incluso la autoridad, como por ejemplo, algunos policías, jueces o políticos. Estos reaccionarios constituyen un objetivo para los presuntos rebeldes, alguien contra quien rebelarse. Ciertos personajes célebres ayudan al éxito de este truco despotricando en contra de los activistas: el hecho de ver que han hecho enfadar a alguien refuerza la ilusión de los activistas de que se están rebelando.

Tercero, con objeto de entrar en conflicto incluso con la mayoría de gestores del Sistema que sí aceptan totalmente los cambios que el Sistema demanda, los presuntos rebeldes insisten en soluciones que van más allá de lo que esos gestores del Sistema consideran prudente y muestran una ira desproporcionada respecto de asuntos triviales. Por ejemplo, demandan el pago de compensaciones para las víctimas de supuestas  injusticias y a menudo se ponen hechos una furia ante cualquier crítica dirigida a un grupo minoritario, no importa lo prudente y razonable que ésta sea.

De este modo, los activistas son capaces de mantener la ilusión de que se están rebelando contra el Sistema. Pero esa ilusión es absurda. La agitación contra el racismo, el sexismo, la homofobia y temas similares no supone mayor rebelión contra el Sistema que protestar contra el fraude o la corrupción en la política. Aquellos que luchan contra el fraude y la corrupción no se están rebelando sino que actúan en favor del Sistema, lo refuerzan: ayudan a que los políticos obedezcan las normas del Sistema. Y, de un modo similar, aquellos que actúan en contra del racismo, el sexismo y la homofobia están también reforzando el Sistema: ayudan al Sistema a suprimir las actitudes racistas, sexistas y homofóbicas que se desvían de sus necesidades y le causan problemas.

Pero los activistas no actúan sólo como reforzadores del Sistema. También sirven a modo de pararrayos para proteger el Sistema dirigiendo el descontento público lejos del Sistema y sus instituciones. Por ejemplo, existen varios motivos por los que el Sistema se ha visto favorecido por la salida de las mujeres fuera de sus hogares y por el empleo femenino. Si, hace cincuenta años, el Sistema, representado por el gobierno o los medios de comunicación, hubiese comenzado súbitamente a difundir campañas de propaganda con el fin de hacer socialmente aceptable que las mujeres centrasen sus vidas en promocionarse laboralmente en vez de permanecer en el hogar, la natural resistencia humana al cambio habría ocasionado un descontento público generalizado. Lo que realmente sucedió fue que estos cambios fueron encabezados por las feministas radicales, tras las cuales las instituciones del Sistema avanzaban tímidamente guardando una distancia de seguridad. El descontento de los miembros más conservadores de la sociedad se dirigía principalmente en contra de las feministas radicales en vez de en contra del Sistema y sus instituciones, porque los cambios promovidos directamente por el Sistema parecían lentos y moderados en comparación con las soluciones más radicales defendidas por las feministas, e incluso esos cambios relativamente lentos eran vistos como algo impuesto al Sistema mediante la presión ejercida por parte de los radicales.

 3. El mejor truco del Sistema.

 Así que, en resumen, el mejor truco del Sistema consiste en lo siguiente:

 a) Por el bien de sus propias eficiencia y seguridad, el Sistema precisa llevar a cabo cambios sociales profundos y radicales para irse adaptando a las condiciones resultantes del progreso tecnológico.

b) La frustración debida a las condiciones de vida impuestas por el Sistema produce impulsos de rebeldía.

c) Los impulsos de rebeldía son aprovechados por el Sistema en favor de los cambios sociales que éste precisa; los activistas se “rebelan” contra viejos y obsoletos valores que carecen ya de utilidad para el Sistema y en favor de nuevos valores que el Sistema necesita que aceptemos.

d) De este modo, los impulsos de rebeldía, que de otro modo podrían ser peligrosos para el Sistema, encuentran una forma de expresión que no sólo no es dañina para el Sistema, sino que le es útil.

e) Buena parte del descontento resultante de la imposición de cambios sociales, en lugar de dañar al Sistema y a sus instituciones, es dirigida contra los radicales que promueven los cambios sociales.

Por supuesto, este truco no es algo previamente planeado por los gestores del Sistema, que ni siquiera son realmente conscientes de que están llevándolo a cabo. La forma en que todo ello funciona es algo así:

Al decidir qué postura tomar acerca de cualquier asunto, los redactores y los dueños de los medios de comunicación de masas han de sopesar, consciente o inconscientemente, varios factores. Han de considerar el modo en que los lectores o espectadores reaccionarán ante lo que ellos impriman o difundan acerca del asunto, han de considerar el modo en que sus anunciantes, sus colegas de otros medios y otras personas poderosas reaccionarán y han de considerar el efecto que tendrá para la seguridad del Sistema aquello que hagan público.

Estas consideraciones prácticas por lo general tendrán un peso mayor que cualquier tipo de sentimientos personales que esas personas puedan tener acerca del tema en cuestión. Los sentimientos personales de los directivos de los medios de comunicación de masas, de sus anunciantes y de otras personas poderosas son diversos. Pueden ser liberales o conservadores, religiosos o ateos. La única característica común que presentan todos los dirigentes es su compromiso con el Sistema, con su seguridad y con su poder. En consecuencia, mientras esté dentro de los límites impuestos por lo que el público esté dispuesto a aceptar, el principal factor determinante de las actitudes propagadas por los medios es un fuerte consenso en las opiniones de los directivos de los medios y de otras personas poderosas acerca de lo que es bueno para el Sistema.

Por tanto, cuando un redactor u otro directivo de los medios de comunicación de masas han de decidir qué actitud tomar respecto a un movimiento o una causa, su primer pensamiento es determinar si lo que el movimiento implica es algo bueno o malo para el Sistema. Quizá traten de convencerse a sí mismos de que su decisión está basada en principios morales, filosóficos, o religiosos, pero es un hecho evidente que en la práctica la seguridad del Sistema tiene preferencia sobre cualquier otro factor a la hora de determinar las actitudes de los medios de comunicación de masas.

Por ejemplo, si el redactor de una revista de actualidad evalúa el movimiento de las milicias[iii] puede que personalmente simpatice con algunos de sus objetivos y principios, o puede que no, pero también prestará atención al hecho de que existe un fuerte consenso entre sus anunciantes y sus colegas de otros medios acerca de que el movimiento de las milicias es potencialmente peligroso para el Sistema y por consiguiente debería ser desprestigiado. Bajo tales circunstancias, ese directivo sabe que a su revista le conviene mostrar una actitud negativa hacia el movimiento de las milicias. Y presumiblemente, la actitud negativa de los medios de comunicación de masas forme parte de los motivos por los que el movimiento de las milicias ha decaído.

Cuando ese mismo redactor evalúa el feminismo radical, ve que algunas de sus propuestas serían peligrosas para el Sistema, pero también ve que el feminismo implica muchas cosas que son útiles para el Sistema. La participación de las mujeres en el mundo de los negocios y en campos tecnológicos incrementa el grado de integración de ellas y de sus familias en el Sistema. Sus aptitudes son de gran utilidad para el Sistema en lo que a negocios y a asuntos tecnológicos se refiere. El énfasis feminista en acabar con la violencia doméstica y la violación también sirve a las necesidades del Sistema, ya que la violación y los malos tratos, al igual que otras formas de violencia, son peligrosos para el Sistema. Y quizá lo más importante, el redactor conoce el hecho de que el trabajo domestico moderno, aburrido y carente de alicientes, así como el aislamiento social propio de las modernas amas de casa, pueden generar una grave frustración en muchas mujeres; frustración que causará problemas al Sistema a menos que se ofrezca a las mujeres una salida mediante carreras profesionales en el mundo de los negocios y de la tecnología.

Incluso si este redactor es un machista que personalmente se siente más cómodo con las mujeres en una posición de subordinación, sabe que el feminismo, al menos en sus versiones relativamente moderadas, es bueno para el Sistema. Sabe que su postura editorial ha de ser favorable al feminismo moderado o de lo contrario sufrirá la desaprobación de sus anunciantes y de otra gente poderosa.

Y esta es la razón por la que la actitud de los medios de comunicación convencionales ha sido generalmente favorable al feminismo moderado, variada, según el medio y el momento, respecto del feminismo radical y marcadamente hostil hacia las posturas feministas más extremas.

A través de este tipo de proceso, los movimientos rebeldes que son peligrosos para el Sistema son objeto de propaganda negativa, mientras que los movimientos rebeldes que son considerados útiles para el Sistema reciben un moderado apoyo por parte de los medios.

La absorción inconsciente de la propaganda mediática influencia a los supuestos rebeldes incitándoles a “rebelarse” de formas que sirven a los intereses del Sistema.

Los intelectuales universitarios también juegan un importante papel en la realización del truco del Sistema. A pesar de que les encanta presentarse a sí mismos como pensadores independientes, los intelectuales constituyen (salvo honrosas excepciones) el grupo social más sobresocializado[iv], más conformista, más dócil y más domesticado de la sociedad moderna actual. Como resultado de ello, su impulso de rebeldía es particularmente fuerte. Pero, como son incapaces de pensar independientemente, la rebelión real es imposible para ellos. En consecuencia, son unos primos que caen en el truco del Sistema, lo cual les permite irritar a cierta gente y gozar de la ilusión de estar rebelándose sin haber desafiado siquiera los valores más básicos del Sistema.

Debido a que son profesores de la gente joven, los intelectuales universitarios ayudan al Sistema a aplicar su truco a los jóvenes. Y lo hacen dirigiendo los impulsos de rebeldía de los jóvenes hacia objetivos inocuos, prefabricados y estereotipados: el racismo, el colonialismo, los problemas de las mujeres, etc. La gente joven que no es universitaria aprende a través de los medios de comunicación, o a través del contacto personal, acerca de las causas de “justicia social” en favor de las cuales los estudiantes se rebelan, e imita a esos estudiantes. Así pues, se desarrolla una cultura juvenil en la cual hay un modo estereotipado de rebelión que se expande a través de la imitación de los demás -del mismo modo que los estilos de peinado, vestido y otras novedades se extienden por imitación.

 4. El truco no es perfecto.

 Naturalmente, el truco del Sistema no funciona a la perfección. No todas las posturas adoptadas por la comunidad de “activistas” son compatibles con los requerimientos del Sistema. Así, algunas de las dificultades más importantes a que se enfrenta el Sistema guardan relación con el conflicto entre los dos diferentes tipos de propaganda que el Sistema tiene que usar, la propaganda de integración y la propaganda de agitación.4

La propaganda de integración es el principal mecanismo de socialización[v] en las sociedades modernas. Es propaganda diseñada para inducir en las personas las actitudes, creencias, valores y hábitos que necesitan adquirir para convertirse en herramientas fiables y útiles para el Sistema. Les enseña a reprimir o sublimar permanentemente los impulsos emocionales que son peligrosos para el Sistema. Se centra en actitudes a largo plazo y en valores profundamente arraigados y de amplia aplicabilidad en lugar de en actitudes concretas referentes a asuntos específicos y puntuales.

La propaganda de agitación actúa sobre la emociones de las personas para conseguir que manifiesten ciertas actitudes o comportamientos en situaciones específicas y puntuales. En lugar de enseñar a la gente a suprimir impulsos emocionales peligrosos, persigue estimular ciertas emociones para lograr propósitos bien definidos y localizados en el tiempo.

El Sistema necesita una población ordenada, dócil, cooperativa, pasiva y dependiente. Por encima de todo requiere una población no violenta, ya que necesita que el gobierno ejerza el monopolio sobre el uso de la fuerza física. Por este motivo, la propaganda de integración tiene que enseñarnos a horrorizarnos, asustarnos y consternarnos ante la violencia, de tal modo que no sintamos la tentación de usarla ni siquiera cuando estemos muy enfadados. (Cuando uso el término “violencia” me refiero a agresiones físicas sobre seres humanos). Más en general, la propaganda de integración ha de inculcarnos valores blandos y sensibleros que elogien la ausencia de agresividad, la interdependencia y la cooperación.

Por otro lado, en ciertos contextos, al propio Sistema le resulta útil o imprescindible basarse en métodos agresivos y brutales para lograr sus propios objetivos. El más obvio ejemplo de tales métodos es la guerra. En tiempos de guerra el Sistema depende de la propaganda de agitación: con el fin de ganar la aprobación pública de las acciones militares, juega con las emociones de la gente para hacerla sentir miedo e ira frente a un enemigo, real o supuesto.

En tal situación hay un conflicto entre la propaganda de integración y la propaganda de agitación. Aquellas personas en quienes los valores blandengues y la aversión a la violencia han sido más profundamente implantados no pueden ser fácilmente persuadidas para que aprueben una operación militar sangrienta.

Y aquí es donde el truco del Sistema falla en cierto modo. Los activistas, que han estado “rebelándose” todo el tiempo en favor de los valores de la propaganda de integración, continúan haciéndolo durante los tiempos de guerra. Se oponen a la guerra no sólo porque es violenta sino porque es “racista”, “colonialista”, “imperialista”, etc., todo lo cual es contrario a los valores pusilánimes y flojos inculcados por la propaganda de integración.

El truco del Sistema también falla en lo concerniente al trato que reciben los animales. Inevitablemente, muchas personas extienden a los animales los valores sensibleros y de aversión hacia la violencia que les han sido inculcados respecto a los humanos. Les horrorizan el sacrificio de animales para obtener carne y otras prácticas que causan daño a los animales, tales como la reducción de las gallinas a meras máquinas de poner huevos manteniéndolas en diminutas jaulas o el uso de animales en experimentos científicos. Hasta cierto punto, la oposición al maltrato de animales resultante de esos valores puede ser útil para el Sistema: dado que una dieta vegana es más eficiente, en términos de aprovechamiento de los recursos, de lo que lo es una carnívora, el veganismo, si se adoptase de forma generalizada, ayudaría a aliviar la presión ejercida sobre los recursos limitados de la Tierra por parte de una población humana creciente. Pero la insistencia de los activistas en acabar con el uso de animales en experimentos científicos entra en abierto conflicto con las necesidades del Sistema, ya que en un futuro inmediato no parece probable que se encuentre ningún sustituto eficaz para los animales como material de experimentación.

De todos modos, el hecho de que el truco del Sistema fracase ocasionalmente no impide que, en conjunto, sea un mecanismo marcadamente efectivo para desviar los impulsos de rebeldía en favor del propio Sistema.

Hay que reconocer que el truco descrito aquí no es el único factor determinante de la dirección que toman los impulsos de rebeldía en nuestra sociedad. Muchas personas hoy en día se sienten débiles e impotentes (porque la verdad es que el Sistema realmente nos vuelve débiles e impotentes) y, en consecuencia, se identifican obsesivamente con las víctimas, los débiles y los oprimidos. Esta es también otra razón por la cual victimizaciones tales como el racismo, el sexismo, la homofobia y el neocolonialismo se han convertido en los típicos temas tratados por los activistas.

 5. Un ejemplo.

 Tengo frente a mí un libro de texto de antropología5 en el cual he encontrado algunos buenos ejemplos del modo en el cual los intelectuales universitarios ayudan al Sistema a llevar a cabo su truco disfrazando de crítica de la sociedad moderna lo que no es sino conformismo. El más sofisticado de todos estos ejemplos se encuentra en las páginas 132-136, donde el autor cita, “adaptándolo” a su manera, un artículo de Rhonda Kay Williamson, una persona hermafrodita (esto es, una persona que nació con caracteres físicos de ambos sexos, masculino y femenino).

Williamson afirma que los indios americanos no sólo aceptaban a las personas hermafroditas sino que las apreciaban especialmente.6 Y contrasta esta actitud con la de los euroamericanos, que ella identifica con la actitud que sus propios padres mostraron hacia ella.

Los padres de Williamson la maltrataban cruelmente. La despreciaban por su condición de hermafrodita. Le decían que estaba “maldita y que servía al diablo” y la sometieron a extravagantes ritos religiosos para hacer salir al “demonio” de su interior. Le dieron incluso pañuelos en los cuales debía “toser para expulsar el demonio fuera de sí”.

Sin embargo, es obviamente ridículo equiparar todo esto con la moderna actitud euroamericana. Podría aproximarse a la actitud euroamericana de hace 150 años, pero hoy en día casi cualquier educador, psicólogo o clérigo convencional estadounidense se horrorizaría al ver aplicar ese tipo de trato a una persona hermafrodita. A los medios de comunicación de masas ni se les ocurriría presentar tal trato de un modo favorable.

El estadounidense de clase media típico de la actualidad puede que no acepte la condición hermafrodita del modo que lo hacían los indios, pero pocos habrá que no reconozcan que el modo en que Williamson fue tratada es cruel.

Los padres de Williamson obviamente eran gente estrafalaria, chiflados religiosos cuyas actitudes y creencias estaban muy alejadas de los valores del Sistema. Por tanto, a pesar de que pretende estar criticando la sociedad euroamericana moderna, Williamson realmente está atacando solamente ciertas minorías atípicas y ciertas antiguallas culturales que aún no se han adaptado a los valores dominantes en los Estados Unidos del presente.

Haviland, el autor del libro, en la página 12 presenta la antropología cultural como iconoclasta, como algo que desafía los valores asumidos por la sociedad occidental moderna. Esto es tan profundamente contrario a la verdad que resultaría divertido si no fuera tan patético. La corriente predominante en la antropología moderna estadounidense está abyectamente al servicio de los valores y creencias del Sistema. Cuando los antropólogos de la actualidad pretenden poner en cuestión los valores de su sociedad, normalmente lo único que cuestionan son valores del pasado -valores obsoletos y pasados de moda que hoy en día no son mantenidos ya por nadie salvo por algunos excéntricos y reliquias vivientes que no han seguido el ritmo de los cambios culturales que el Sistema nos exige.[vi]

El uso que Haviland hace del artículo de Williamson ilustra esto muy bien y representa la tónica general de todo su libro. Haviland usa hechos etnográficos para inculcar en sus lectores lecciones políticamente correctas, pero suaviza u omite totalmente hechos etnográficos que son políticamente incorrectos. Así, mientras que cita el caso de Williamson para exaltar la aceptación de los hermafroditas por parte de los indios, no menciona, por ejemplo, que en muchas tribus indias a las mujeres que cometían adulterio se les cortaba la nariz,7 mientras que sin embargo tal castigo no se inflingía a los hombres adúlteros; o que entre los indios crow un guerrero que recibiese un golpe por parte de un extraño tenía que matarlo inmediatamente o, de lo contrario, caería inevitablemente en desgracia a los ojos de su tribu;8 tampoco menciona Haviland el uso habitual de la tortura por parte de los indios del este de los Estados Unidos.9 Por supuesto, hechos de este tipo representan violencia, machismo y discriminación entre sexos, por tanto son incompatibles con los valores actuales del Sistema y tienden a ser censurados por ser políticamente incorrectos.

Sin embargo, no dudo que Haviland cree sinceramente que los antropólogos ponen en cuestión los fundamentos de la sociedad occidental. La capacidad para el autoengaño de nuestros intelectuales fácilmente puede alcanzar tales extremos.

Para acabar, quiero dejar bien claro que no estoy sugiriendo que esté bien amputar narices en caso de adulterio, o que cualquier otro maltrato hacia las mujeres deba ser tolerado, ni tampoco me gustaría ver a nadie discriminado o rechazado por ser hermafrodita o por su raza, religión, orientación sexual, etc., etc., etc. Pero en nuestra sociedad hoy en día luchar contra esos problemas supone, como mucho, defender meras reformas. El mejor truco del Sistema consiste en haber conseguido transformar poderosos impulsos de rebeldía, que de otro modo podrían haber tomado una dirección revolucionaria, y ponerlos al servicio de esas modestas reformas.

 Notas:


1. Jacques Ellul, The Technological Society, traducción de John Wilkinson, publicada por Alfred A. Knopf, Nueva York, 1964, página 427.[vii]

2. Incluso el repaso más superficial de los medios de comunicación de masas en países industrializados modernos, o aun en países que meramente aspiran a ser modernos, confirmará que el Sistema está volcado en eliminar la discriminación basada en la raza, la religión, el sexo, la orientación sexual, etc., etc., etc. Sería fácil encontrar miles de ejemplos que ilustren esto, pero aquí citaremos sólo tres, de tres países diferentes.

Estados Unidos: “Public Displays of Affection”, U.S. News & World Report, 9 de septiembre, 2002, páginas 42-43. Este artículo constituye un buen ejemplo del modo en que la propaganda funciona. En principio se presenta como presuntamente imparcial o neutral en lo referente a las uniones homosexuales, otorgando incluso un cierto espacio a los puntos de vista de aquellos que se oponen a la aceptación pública de la homosexualidad. Pero cualquiera que lea el artículo, que en realidad manifiesta un claro trato de simpatía hacia una pareja homosexual, tendrá la impresión de que la aceptación de la homosexualidad es deseable y, a largo plazo, inevitable. Particularmente importante es la foto de la pareja homosexual en cuestión: un par de individuos físicamente atractivos han sido seleccionados y fotografiados para dar una buena impresión. Nadie con una mínima comprensión de cómo funciona la propaganda puede dejar de notar que el artículo constituye propaganda en favor de la aceptación social de la homosexualidad. Y tengamos presente que U.S. News & World Report es una revista de centro-derecha.

Rusia: “Putin denounces intolerance”, The Denver Post, 26 de julio, 2002, página 16 A. “MOSCU -El presidente Vladimir Putin denunció contundentemente los prejuicios raciales y religiosos el jueves… ‘Si permitimos que este germen chauvinista de la intolerancia nacional o religiosa se desarrolle, arruinaremos el país, remarcó Putin y este mensaje fue claramente repetido en la televisión rusa la noche del  jueves”. Etc., etc.

México: “Persiste racismo contra indígenas” [sic], El Sol de México, 11 de enero, 2002, página 1/B. Pie de foto: “A pesar de los esfuerzos por otorgar dignidad a la gente indígena de nuestro país, continúa sufriendo discriminación…”[viii] El artículo informa de los intentos de los obispos de México de combatir la discriminación y dice que los obispos quieren “purificar” las costumbres de los indígenas para liberar a las mujeres de su estatus tradicionalmente inferior. El Sol de México tiene fama de ser un periódico de centro-derecha.

Cualquiera que desease tomarse la molestia podría multiplicar por mil estos ejemplos. La evidencia de que el propio Sistema persigue la eliminación de la discriminación y la victimización es tan obvia y abrumadora que uno no puede evitar asombrarse cuando los radicales asumen que luchar contra estos males es una forma de rebelión. Uno no puede por menos que atribuir esta creencia a un fenómeno bien conocido por los propagandistas profesionales: la gente tiende a obviar, a dejar de percibir o de recordar, aquella información que choque con su ideología. Véase el interesante artículo “Propaganda”, en The New Encyclopaedia Britannica, Volumen 26, Macropaedia, 15ª edición, 1997, páginas: 171-179, especialmente la página 176.

3. En esta sección, he dicho que el Sistema no es algunas cosas, pero no he dicho qué es el Sistema. Un amigo me ha señalado que esto puede dejar un tanto confusos a los lectores, así que he de aclarar que para el propósito de este artículo no es necesario dar una definición precisa de lo que es el Sistema. No puedo imaginar ningún modo de definir el Sistema en una sola y rotunda frase y no quisiera romper la continuidad del artículo con una larga, complicada e innecesaria digresión acerca de lo que es el Sistema, así que dejaré sin responder esa cuestión. No creo que el hecho de que yo no la responda impida seriamente la comprensión de lo que quiero expresar en este artículo.

4. a) Los conceptos de “propaganda de integración” y “propaganda de agitación” son comentados por Jacques Ellul en su libro Propaganda.

b) En este artículo cuando menciono “propaganda de integración” y “propaganda de agitación” dependo de mis recuerdos del libro Propaganda de Jacques Ellul. Pero puede ser que me acuerde mal. Puede ser que lo que llamo “propaganda de integración” se llame correctamente “propaganda sociológica”.[ix]

5. William A. Haviland, Cultural Anthropology, Novena Edición, Harcourt Brace & Company, 1999.

6. Asumo que esta afirmación es exacta. Ciertamente refleja la actitud de los navajo. Véase Gladys A. Reichard, Navaho Religion: A Study of Symbolism, Princeton University Press, 1990; página 141. El original de este libro fue registrado en 1950, bastante antes de que la antropología estadounidense se transformase en una disciplina profundamente politizada, así que no veo motivos para suponer que tal información esté sesgada.

7. Este hecho es bien conocido. Véase, por ejemplo, Angie Debo, Geronimo: The Man, His Time, His Place[x], University of Oklahoma Press, 1976, página 225; Thomas B. Marquis (intérprete), Wooden Leg: A Warrior Who Fought Custer, Bison Books, University of Nebraska Press, 1967, página 97; Stanley Vestal, Sitting Bull, Champion of the Sioux: A Biography, University of Oklahoma Press, 1989, página 6; The New Encyclopaedia Bitannica, Vol. 13, Macropaedia, 15ª edición, 1997, artículo “American Peoples, Native”, página 380.

8. Osbourne Russell, Journal of a Trapper, edición de Bison Books, página 147.

9. El uso de la tortura por parte de los indios del este de los Estados Unidos es algo muy conocido. Véase, por ejemplo, Clark Wissler, Indians of the United States[xi], Edición Revisada, Anchor Books, Random House, Nueva York, 1989, páginas 131, 140, 145, 165, 282; Joseph Campbell, The Power of Myth, Anchor Books, Random House, Nueva York, 1988(?), página 135; The New Encyclopaedia Britannica, Vol. 13, Macropaedia, 15ª edición, 1997, artículo “American Peoples, Native”, página 385; James A. Axtel, The Invasion Within: The Contest of Cultures in Colonial North America, Oxford University Press, 1985, no me es posible citar la página.

10. [Añadida posteriormente y no indicada en el texto]. En […] “El Mejor Truco del Sistema” me referí a la “politización” de la antropología estadounidense y ataqué duramente a los antropólogos políticamente correctos […] Mis ideas acerca de la politización de la antropología se basaban en unos cuantos libros y artículos que había leído y en algunos materiales que me había enviado una persona que estaba estudiando antropología. Mis opiniones no estaban de ningún modo basadas en una toma de datos sistemática o en un detallado conocimiento de la literatura antropológica reciente.

Uno de los españoles con los que mantengo correspondencia […] señaló que yo había sido injusto con los antropólogos y defendió sus argumentos enviándome copias de artículos aparecidos en publicaciones dedicadas a la antropología; por ejemplo, Michael J. Shott, “On Recent Trends in the Anthropology of Foragers”, Man (N.S.), Vol. 27, nº 4, diciembre, 1992, páginas 843-871; y Raymond Hames, “The Ecological Noble Savage Debate”, Annual Review of Anthropology, Vol. 36, 2007, páginas 177-190.

[Mi amigo] tenía razón. Tal y como me demostró, yo había subestimado en gran medida el número de antropólogos estadounidenses que habían hecho un esfuerzo consciente por presentar los hechos de manera objetiva y sin un sesgo ideológico. Pero, aunque mi punto de vista acerca de la politización de la antropología fuese exagerado, seguiría siendo verdadero en gran medida. Primero hay algunos antropólogos cuya labor está fuertemente politizada (ya he comentado el caso de Haviland [por ejemplo]). Segundo, algunos de los debates entre antropólogos parecen tener motivos claramente políticos, incluso cuando los participantes en dichos debates ciertamente se esfuercen por ser honestos y objetivos. Considérese por ejemplo, el mencionado artículo de Raymond Hames, que revisa la controversia antropológica acerca de si los pueblos primitivos fueron o no buenos conservacionistas. ¿Por qué suscita esta cuestión tanto debate entre los antropólogos? La razón, obviamente es que hoy en día el problema de controlar los daños medioambientales causados por la sociedad industrial es un asunto de candente actualidad política. Algunos antropólogos se ven tentados a presentar a los pueblos primitivos como ejemplos morales de los que deberíamos aprender para tratar con respeto nuestro entorno; otros antropólogos quizá preferirían usar a los primitivos como ejemplos negativos para convencernos de que deberíamos basarnos en métodos modernos a la hora de regular nuestro medioambiente.

Hasta aproximadamente mediados del siglo XX, nuestra sociedad mostraba una exagerada confianza en sí misma. Salvo unas pocas voces disidentes, todo el mundo asumía que el “progreso” nos estaba llevando a un futuro mejor y más brillante. Incluso los miembros más rebeldes de la sociedad –los marxistas- creían que las injusticias del capitalismo representaban sólo una fase transitoria que teníamos que atravesar para llegar a un mundo en el que todos compartiríamos los beneficios del “progreso” de modo igualitario. Dado que la superioridad de la sociedad moderna se daba por supuesta, raramente se le ocurría a alguien establecer comparaciones entre esta sociedad y las primitivas, ya fuese para ensalzar la modernidad o para denigrarla.

Pero, desde mediados del siglo XX, nuestra sociedad ha ido perdiendo su confianza en sí misma. Las personas reflexivas se ven cada vez más afectadas por las dudas acerca de si vamos por el camino correcto y esto ha llevado a muchos a cuestionarse el valor de la modernidad y a reaccionar en su contra idealizando las sociedades primitivas. Otras personas, cuya sensación de seguridad se ve amenazada por los ataques a la modernidad, reaccionan a la defensiva y exageran los rasgos poco atractivos de las culturas primitivas a la vez que niegan u obvian sus rasgos más atractivos. Esta es la razón por la que algunas cuestiones que en su día eran puramente académicas ahora tienen una fuerte carga política.[xii]



[i] Traducción de “The System’s Neatest Trick” a cargo de Último Reducto (U.R. en adelante). © 2003 para el texto original, Theodore John Kaczinsky. © 2005 para la traducción, Último Reducto. (Nota del traductor).

[ii] Una lectura superficial de esta parte de “El Mejor Truco del Sistema” podría hacer que fuese interpretada como una defensa del robo como actividad presuntamente revolucionaria. Al plantearle esto a Kaczynski, su respuesta fue la siguiente nota:

“[Quiero llamar] la atención del lector sobre lo que escribí en “Hit Where It Hurts” [“Golpead Donde Duela”, publicado en Textos de Ted Kaczynski, U.R. (Ed.), 2005] acerca de lo de romper los escaparates de McDonald’s o Starbuck’s y señalar que lo mismo es aplicable a los robos, etc., que no son más que alfilerazos sin trascendencia alguna, de manera que no son verdaderos actos revolucionarios”. (Fragmento de una carta de Ted Kaczynski a U.R. del 5-6-2005. Original en castellano). (N. del T.).

[iii] Dado que pocos lectores no estadounidenses sabrán lo que es el movimiento de las milicias (“militia movement”) y que aunque así sea su noción del mismo puede que esté distorsionada por proceder quizá de fuentes sensacionalistas y poco fiables, U.R. pidió a Kaczynski que explicase qué quería dar a entender él con “militia movement”. Ésta fue su respuesta:

“Hace tal vez unos diez o quince años -no me acuerdo exactamente surgieron unos grupos que se llamaban a sí mismos ‘militias’, por ejemplo, ‘Montana Militia’, o ‘militia’ de tal o cual otro estado. Se armaban en cuanto que lo podían hacer legalmente y es probable que adquiriesen secretamente algunas armas ilegales también. Pretendían rebelarse en contra de la falta de libertad que supone la modernidad (sin darse cuenta del vínculo entre la falta de libertad y la tecnología moderna), pero sus ideas eran sumamente ingenuas: Se aferraban a la Constitución de los Estados Unidos, la cual, según su ingenua interpretación, les garantizaba tales y cuales derechos y libertades. Creían que había una conspiración cuya finalidad era que las Naciones Unidas se hiciesen cargo del poder en los Estados Unidos. Según esos milicianos, había tropas de las Naciones Unidas que se escondían en alguna parte de los Estados Unidos y estaban esperando para hacerse cargo del poder. Los milicianos se proponían enfrentarse a ellas. Timothy McVeigh, quien voló el Federal Building en Oklahoma City, tenía alguna clase de vínculos con las milicias, hecho que los medios de comunicación aprovecharon para desacreditar a las milicias. Esto empeoró tanto la fama de éstas que casi se murió el movimiento. Las milicias existen hoy todavía, pero tienen pocos adeptos”. (Fragmento de una carta de Ted Kaczynski a U.R. del 7-9-2005. Original en castellano). (N. del T.).

[iv] Kaczynski usa el término “sobresocializada” para referirse a la gente que ha asumido tan profundamente el código moral de su entorno social que es incapaz no ya de actuar sino siquiera de pensar de una forma que contravenga dicho código. Véase Freedom Club, La sociedad Industrial y Su Futuro, Ediciones Isumatag, 2011, párrafo 25. (N. del T.).

[v] “Los psicólogos usan el término ‘socialización’ para designar el proceso mediante el cual los niños son instruidos para pensar y actuar del modo que la sociedad exija. Se dice que una persona está bien socializada si cree en el código moral de su sociedad, lo obedece y se adapta bien a ser un elemento funcional de esa sociedad”. (Freedom Club, La Sociedad Industrial y Su Futuro, párrafo 24). (N. del T.). “[…] El proceso de socialización no se limita a la infancia. Pero creo que la mayor parte de la socialización se produce en la infancia […]” (Fragmento de la carta de Ted Kaczynski a U.R. del 19-1-2010. Original en inglés).

[vi] La antropología, en particular, y las “ciencias” sociales, en general, no sólo suelen estar fuertemente encadenadas a los valores del Sistema en Estados Unidos. Este es un fenómeno universal en la actualidad (y no sólo en la actualidad; la “corrección política” es algo que varía de contenido según la época y el lugar, pero que siempre ha estado ahí). El ejemplo dado aquí por Kaczynski se refiere a un libro estadounidense de antropología. Sin embargo, no hace falta rebuscar mucho para encontrar ejemplos similares o equiparables en las “ciencias” sociales hispanas y europeas actuales. (N. del T.).

[vii] La versión castellana de esta cita que aparece en este artículo es una adaptación libre de la traducción de Wilkinson, que a su vez la tradujo del original en francés de Ellul. Si bien las formas no coinciden exactamente, U.R. considera haber respetado el sentido de la versión original. Existe edición en castellano de este libro: La Edad de la Técnica, aunque la traducción de esta cita dada en esa edición tampoco coincide con la de U.R. (N. del T.).

[viii] Este fragmento es la traducción al castellano de la traducción hecha por Kaczynski al inglés a partir del original en castellano aparecido en El Sol de México. Por tanto, es posible que la traducción de U.R. no coincida exactamente con el original mexicano. (N. del T.).

[ix] Fragmento añadido a esta nota en base a una carta del autor a U.R. del 5-6-2005. (N. del T.).

[x] Existe edición en castellano: Geronimo, El Apache: el hombre, su tribu, su tierra, su tiempo. Olañeta, 2002. (N. del T.).

[xi] Existe edición en castellano: Los Indios de los Estados Unidos de América, Paidós, 1993. (N. del T.).

[xii] Esta nota es la traducción de un fragmento de un borrador del texto “Afterthoughts” enviado por el autor a U.R. el 2-9-09 (el texto “Afterthoughts” aparece publicado en el libro de Ted Kaczynski, Technological Slavery, Feral House, 2010, páginas 415-423). Original en inglés. (N. del T.).