Sobre Mahoma (I): Las fuentes

¿Qué sabemos sobre la vida de Mahoma?

El Corán no nos cuenta nada sobre la vida de Mahoma, aunque habla de un cierto profeta. El nombre «Mahoma» («Muhammad», en árabe) sólo aparece 4 veces en el Corán y ni siquiera estamos seguros de que sea un nombre propio (pues «Muhammad» en árabe significa «el alabado»). Por comparación, de Abraham («Ibrahim») se habla 69 veces, de la Virgen María («Maryam») 34 veces y de Jesús («Isa») 25 veces.

Las fuentes de la vida de Mahoma son una biografía llamada la Sira, una serie de dichos llamados los hadices y un comentario primitivo llamado el Tafsir. Sobre la vida de los Compañeros de Mahoma tenemos un documento llamado Tahdib.

Los equivalentes cristianos serían los siguientes: los evangelios serían la Sira y los hadices juntos (pues contienen los hechos y dichos de Jesús), el Tahdib sería el libro de los Hechos de los Apóstoles y el Tafsir serían las cartas de Pablo, el comentario sobre el que se basan todos los otros comentarios. El Corán no tiene paralelo cristiano, pues, en él, Dios habla directamente al pueblo para darle sus reglas, mientras que en la Biblia, Dios siempre habla por medio de un profeta o por medio de Jesús.

Lo impresionante es lo tardíos que son estos documentos sobre la vida de Mahoma, lo que los hace poco fiables. En historia es un principio generalizado que, cuánto más tardío es un documento, menos fiable es su información.

Así, por ejemplo, los evangelios gnósticos son del siglo II o III y, por lo tanto, los historiadores lo rechazan como fuentes fiables de la vida de Jesús. Mientras que el evangelio de Mateo puede de ser de 20 a 40 años después de la muerte de Jesús, por lo que se considera fiable. Para ser exactos, no sólo se considera la fecha (y este no es lugar para hablar sobre este tema) pero la fecha es un dato importante.

Veamos en el gráfico siguiente las fechas de las fuentes de la vida de Mahoma, comparándolas con las fechas de las fuentes de la vida de Jesús, como una referencia.

Comparación de la datación de las fuentes de la vida de Mahoma contra la de Jesús.

En el gráfico, se indican los años que aparecen las fuentes después de la muerte de los fundadores de las religiones. El año de muerte de Jesús y Mahoma se indica como 0.

En el caso de Jesús, vemos que en un breve espacio de tiempo, entre 15 años y 35 años después de la muerte del Maestro, se escriben la mayoría de biografías, los Hechos de los Apóstoles y las cartas de San Pablo (comentarios o Tafsir). Antes de los 15 años, tenemos algunos credos aún más primitivos, como 1 Corintios 15, que quedó incorporado en las cartas de Pablo. El evangelio de San Juan tarda más en escribirse (entre 35 y 60 años después de la muerte de la muerte del Maestro).

La autoría de los escritos (excepto para Pablo) corresponde a los apóstoles Mateo y Juan, a Lucas (historiador que era el escriba de Pablo) y a Marcos (que escribió lo que dijo Pedro). La información viene de testigos oculares (como se demuestra en el libro «Jesus and the Eyewitnesses»).

El caso de Mahoma es mucho más tardío. Para comenzar, la primera biografía sabemos que se escribe 133 años después de la muerte de Mahoma. Lo que es más: no tenemos esta primera biografía, escrita por Ibn Ishaq. Lo único que tenemos una edición posterior, revisada por Ibn Hisham, 201 años después de la muerte de Mahoma.

Ibn Hisham dice que se basa en Ibn Ishaq (y sólo tenemos su palabra en esto, porque no tenemos manuscritos). También dice que ha manipulado el texto de Ibn Ishaq.  En su introducción, Ibn Hisham explica que él alteró la historia de la vida de Mahoma. «Cosas que es vergonzoso discutir, cuestiones que afligirían a ciertas personas y reportes tales que como [mi maestro] dijo no podían ser aceptados como de confianza… todas estas cosas las he omitido».

Es como si la única biografía que tenemos de Jesús se hubiera escrito en 166 d. C y que no estuviera disponible, pero que tuviéramos una edición de 233 que su propio autor considera manipulada. Obviamente, documentos tan tardíos (que los hay) no se consideran válidos en el caso del cristianismo sino falsos (apócrifos).

Continuando con la línea de tiempo, los dichos de Mahoma (hadices), que también contienen alguna información biográfica, los recopila Al-Bujari 238 años después de la muerte de Mahoma. Finalmente, la vida de los Compañeros (Tahdib) y el primer comentario del Corán (Tafsir) lo realiza Al-Tabari 291 años después de la muerte de Mahoma.

El equivalente cristiano del Tafsir son las cartas de Pablo (entre 15 y 35 después de la muerte de Jesús). Pero el Tafsir es más importante, por un motivo: al contrario de los evangelios, el Corán no se entiende nada si se lee solo. La única forma de entenderlo es que te lo expliquen y eso es el Tafsir.

Vemos pues las diferencias de fechas. Mientras que una persona madura puede recordar lo que pasó hace 20 o 40 años en su vida (sobre todo, si le impactó especialmente), la primera biografía de Mahoma que tenemos es de 200 años y sus dichos son de 238 años después de su muerte (comparar con evangelios entre 15 y 35 años).

Pero no sólo está el asunto de las fechas. Un documento tardío puede ser fiable si contiene información de fuentes fiables más tempranas (sean orales o escritas). ¿Cuáles son las fuentes de la protobiografía de Ibn Ishaq? ¿Podemos considerar la biografía fiable?

Las fuentes de la protobiografía de Ibn Ishaq (que, repetimos, no tenemos en forma original) fueron las tradiciones orales sobre la vida de Mahoma. No sabemos si eran fiables, pero el contenido de la protobiografía fue polémico incluso en su tiempo. Algunos tenían una opinión favorable: un árabe del siglo VIII llamó a Ibn Ishaq «el emir de los tradicionalistas». Otros le llamaron mentiroso y Malik ibn Anas (muerto en 795), lo llamó «uno de los anticristos». También hay opiniones más matizadas e intermedias.

Algunos contenidos de Ibn Ishaq (o, al menos, de la edición que tenemos a través de Ibn Hisham, llamada «la Sira») son muy dudosos. Por ejemplo, el Corán dice una y otra vez que el Profeta era incapaz de hacer milagros. La gente de su tiempo le pide milagros en varias ocasiones, para que demuestre que es un verdadero profeta. Sin embargo, él se niega, diciendo que el contenido del Corán ya es un verdadero milagro (Corán 2:118; mirar 6:37, 10:20, 13:7, 13:27). Sin embargo, la biografía (Sira) presenta a Mahoma haciendo milagros en varias ocasiones.

También la Sira presenta a un monje cristiano diciendo a Mahoma, cuando era niño, que iba a ser un profeta, mientras que otras tradiciones lo presentan atemorizado y al borde del suicidio cuando, de adulto, el ángel le comunica lo mismo. Obviamente, esto no encaja.

Como vemos, el contenido de la Sira (de Ibn Hisham basada en Ibn Ishaq) tiene problemas. Pero los dichos de Mahoma o hadices son todavía más problemáticos. Un hadiz es una pequeña historia sobre Mahoma que contiene un dicho de él. En los dos siglos después de la muerte de Mahoma proliferaron de forma espectacular, pues se inventaban por motivos políticos y personales o por simple folclore. Según la tradición llegaron a ser centenares de miles de hadices.

Esto llegó a ser un caos tan grande que los estudiosos decidieron tomar cartas en el asunto. Un puñado de estudiosos examinaron los hadices existentes y seleccionaron los que consideraron auténticos. El más importante de estos estudiosos es Al-Bujari y hasta hoy los musulmanes consideran su colección de hadices como la más respetable (seguida de la colección de Al-Muslim y cuatro o cinco más, que son también muy importantes). Lo que digamos de Al-Bujari se aplica, con leves variaciones, a todos ellos.

Se dice que Al-Bujari examinó 600 mil hadices y consideró como auténticos sólo 7275. Su método, que es alabado por los estudiosos musulmanes, suena muy extraño para los eruditos modernos.

En efecto, cada hadiz comienza de la manera siguiente: «Dice Fulanito que le dijo Menganito que le dijo Zutanito que le dijo Ayesha, esposa del Profeta que, en una ocasión, el Profeta se encontraba, bla, bla, bla…». A este comienzo se le llama «cadena de transmisión» o isnad y no hay hadiz sin su isnad. La cadena de transmisión indica cómo llegó la información y pueden ser bastante largas (no olvidemos que, cuando Al-Bujari recopila los hadices, han pasado casi dos siglos y medio desde la muerte del Profeta).

Al-Bujari consideró un hadiz como auténtico si su cadena de transmisión (isnad) era factible. Es decir, si los personajes en la isnad habían vivido cerca y sus fechas de nacimiento y muerte se solapaban, de forma que pudieran haberse encontrado para transmitirse el hadiz. Así, si Fulanito y Menganito habían vivido cerca y en la misma época podrían haberse transmitido el hadiz. Lo mismo con Menganito y Zutanito y, si esto se observa en toda la cadena de transmisión, el isnad es factible y el hadiz se toma como auténtico.

Obviamente, un método como este es bueno para descartar hadices pero no para aceptarlos. Si la isnad no es factible, la isnad es falsa y es razonable pensar que el hadiz también lo es. Pero una isnad que es verdadera, no garantiza que el hadiz sea verdadero, como Al-Bujari supuso. Esto hace muy dudosa la información de los hadices para los historiadores modernos. Hay algunos hadices que parecen tener información fiable mientras que otros parecen ser puro folclore o invenciones posteriores.

El problema de la Sira y de los hadices no es que se fundamentan en la tradición oral (es decir, en contenidos que se pasan de boca a boca, sin ser escritos). Esta ha resultado ser muy fiable en las circunstancias correctas. Si una tradición oral se considera sagrada, el maestro hace que el discípulo la repita una y otra vez hasta que la memorice exactamente. Así, los Vedas (libros sagrados del hinduismo) se han transmitido 3000 años sólo de forma oral sin ningún error, hasta que los ingleses los escribieron en el siglo XIX. Y no es el único caso: abundan los ejemplos en todas las religiones del mundo (por ejemplo, los fariseos transmitían así sus enseñanzas, que, siglos después, acabaron escritas en el Talmud).

Incluso cuando se trata de un texto literario no sagrado, la tradición oral puede ser muy fiable. Por ejemplo, la Ilíada se transmitió por siglos de forma oral y la información era tan exacta que, en 1871, Schliemann encontró Troya siguiendo las indicaciones geográficas que se dan en la Ilíada. Entre 1977 y 2001, el geólogo John C. Kraft y el clasicista John V. Luce, compararon la Ilíada, con otras obras antiguas (como la Geografía de Estrabón) y con la geología de la zona. Llegaron a la conclusión de que la Ilíada tenía una descripción extraordinariamente precisa de la geografía de la zona alrededor de Troya, lo que otra vez demuestra la precisión de la tradición oral en circunstancias correctas. Abundan también otros ejemplos de tradiciones orales no religiosas transmitidas de forma exitosa.

A veces, hay varios niveles de fiabilidad en la transmisión. Así, como dice Jeaneane D. Fowler aludiendo a las tradiciones indias:  «Al contrario de los Vedas, que debían de ser conservados sin alterar una letra, el Bhagavad Gita era una obra popular cuyos recitadores se ajustaban inevitablemente a cambios en el lenguaje y el estilo» (Fowler, Jeaneane D. (2012). The Bhagavad Gita: A Text and Commentary for Students. Eastbourne: Sussex Academic Press. p. 302. ISBN 978-1-84519-520-5.).

En general, la forma de transmisión de una tradición oral depende de lo qué la comunidad considera importante sobre ella. Si el contenido y la forma se consideran importantes, se trata de una tradición de transmisión controlada (como los Vedas): ni una letra puede cambiarse. Si sólo el contenido es importante, es una tradición de transmisión semi-controlada, como el Bhagavad Gita,. El contenido no se cambia pero si la forma de expresarlo, que suele adaptarse al público específico en cada ocasión. Si ni el contenido ni la forma son importantes, la tradición es de transmisión no controlada y varía de forma libre, como en los chistes modernos o en el «juego del teléfono».

El problema de la Sira y los hadices es que las tradiciones orales en las que se basan no se consideraron importantes hasta que las recopilaron los estudiosos, varios siglos después. No se las consideró en serio, como algo valioso a preservar. Eran cuentos y anécdotas que la gente distorsionaba a su placer y por intereses propios, propagándose de forma no controlada, no diferente a cómo se extienden los chistes modernos.

Siglos después, los estudiosos quisieron recopilarlas y hacer su transmisión controlada (y de hecho, desde Al-Bujari han sido transmitidas de forma controlada). Sin embargo, ya era tarde. Cuando se quiso formalizar estas historias y controlar su transmisión, ya el contenido estaba corrompido por siglos de transmisión no controlada y la verdad histórica era muy difícil de distinguir de las invenciones posteriores.

Con una Sira y unos hadices tan poco fiables, el relato tradicional de la vida de Mahoma debe ponerse en tela de juicio. Sobre todo, cuando aparece evidencia abundante en contra, que es lo que veremos a continuación.

Nota: En 743, San Juan Damasceno incluye su crítica del Islam.