Por qué suelen fallar las iniciativas de reforma social

[por William Voegeli. Sacado de aquí]

En 1884, William Graham Sumner (el científico social de la universidad de Yale) exploró una dinámica social preocupante y persistente.

Tan pronto como A observa algo que hace sufrir a X y que A piensa que no es justo, A lo discute con B. Entonces, A y B proponen que se apruebe una ley para remediar este [supuesto] mal y ayudar a X. Su ley siempre intenta determinar lo que C debe hacer para ayudar a X o, en el mejor de los casos, lo que A, B y C deben hacer para ayudar a X. 

No siempre se consigue el mejor de los casos de Summer, en el que A y B deciden cómo se unirán a C para ayudar a X. Es decir, los expertos no siempre son desinteresados y, a veces, usan sus posiciones de poder para encontrar maneras de evitar las consecuencias de sus propias innovaciones. Así, por ejemplo, la decisión judicial [estadounidense de los años 60] de matricular a los niños en escuelas lejanas para promover la integración escolar entre blancos y negros se aplicó a muchos niños, pero a pocos de los hijos de los jueces, abogados y activistas que promovieron esta política. [En nuestro tiempo, podemos decir que, los que más promueven la inmigración son aquellos que viven en barrios sin inmigrantes y llevan a sus hijos a escuelas sin inmigrantes]

Summer llamó a C «el hombre olvidado» [en nuestro caso de la inmigración, C es la clase baja europea, que soporta todas las consecuencias negativas de la inmigración]. Summer lamenta: «Muchas cargas… se imponen sobre C», pues C es la víctima del «reformador, pensador social y el filántropo».

[Más allá de las cargas que soporta C, debemos plantearnos si los proyectos de reforma social logran su objetivo, es decir, mejorar las condiciones de X], Incluso en los casos en que los expertos son conscientes y honrados, no siempre son lo suficientemente expertos. Quizás saben muchas cosas pero su trágico defecto es que podemos estar seguros de que no saben lo que no saben [esta es la Ley de las Consecuencias Inesperadas: la sociedad es tan compleja que, muchas veces, los expertos no saben que sus intervenciones causan efectos negativos que no podían prever].

Además, como sus carreras profesionales, su poder y su estatus dependen de que se les considere expertos, los expertos son los más incapaces de pronunciar las palabras mágicas: «Nos hemos equivocado». […] La incapacidad o la negativa a abandonar experimentos [sociales] fallidos es uno de los defectos más graves del progresismo.

Shlaes afirma que la [acción del gobierno americano en los años 60] estava repleta de iniciativas (como la Oficina de Oportunidad Económica) que se evaluaban en base a los medios empleados (como el número de dólares que se gastaron o el número de beneficiarios que se atendieron) pero no en base a los resultados obtenidos (si los beneficiarios acababan mejor que antes).  «Para el éxito político de un proyecto [social]» importa más , escribe, la evidencia de que el gobierno se dedicó, se preocupó y dedicó energía a él que el éxito comprobable con los beneficiarios. [Esto se aplica al tema de la «violencia de género»: aunque el número de víctimas en España no para de aumentar, lo único que importa es demostrar que se hace algo y que se tienen buenas intenciones, aunque esto no sirva para nada]

Al fin y al cabo, resulta que, en realidad, A y B tampoco están tan interesados en X. El apoyo, ejecución y perpetuación de los programas gubernamentales tiene poco que ver con si estos programas dejan mejor o peor que antes a la víctima de problemas sociales . Lo que importa a A y a B es actuar de forma que le permiten presentarse ante los otros (y ante ellos mismos) como «gente solidaria» o «gente que se preocupa». [También importa beneficiarse del presupuesto público con estas iniciativas sociales, aunque sean fallidas]

Pero, como ha afirmado el filósofo David Schmidtz, no tiene ningún sentido ser solidario si importan más las nobles intenciones que las consecuencias reales. Como él dijo: «Si intentas demostrar que tienes buenas intenciones, no las tienes».  [Esto quiere decir que el que quiere hacer el bien, pasa su día ocupado en hacer el bien y no en demostrar a los otros que es bueno]

[De forma más ordenada, los proyectos de reforma social fallan porque:

  1. Incluso si no prestáramos atención al factor humano, los proyectos sociales son propensos a fallar, por la Ley de las Consecuencias Inesperadas. Incluso si los que toman las decisiones de emprender programas sociales (expertos, funcionarios y activistas fueran totalmente altruistas, no lo saben todo de una sociedad compleja y hay efectos nefastos de sus políticas que no pueden prever. Sin embargo, a esto hay que sumar que los expertos, funcionarios y activistas no son totalmente altruistas, sino que se mueven por interés propio, como se ve más abajo.
  2. Los que toman las decisiones de emprender proyectos sociales (expertos, funcionarios y activistas) pueden obtener consecuencias positivas de esta creación de proyectos sociales: ya sea dinero público o conseguir una imagen de que son solidarios (que se cotiza en política).
  3. Los que toman las decisiones de emprender proyectos sociales no pueden obtener consecuencias negativas de ellos, pues:
    1. A ellos no les afectan las consecuencias de estos proyectos. Los que toman las decisiones no se jugan la piel (en la expresión de Nassim Taleb). Es decir, los efectos nefastos de las políticas que aplican (sean previstos por los expertos, o no previstos como se vio en 1) no repercuten sobre los expertos, políticos y activistas que los promulgan, sino sobre los beneficiarios (X) y el hombre común en el que nadie piensa (C). Así, los que toman las decisiones no reciben las consecuencias de sus actos, así que no están terriblemente preocupados si algo sale mal.
    2. Tampoco les afecta la pérdida de prestigio cuando fallan los proyectos, pues:
      1. Es muy difícil detectar los fallos, pues los programas se miden respecto a los medios empleados (lo que mide el esfuerzo de los expertos, funcionarios y políticos) y no sobre los resultados (la mejora o empeoramiento que producen en los beneficiarios). Esto se deriva de 4.
      2. Dado que la realidad es multifactorial, en el caso de que se detecten los fallos, siempre se puede echar la culpa a otros factores que no comprometan a los que toman las decisiones. La preferida de estas excusas es decir que el programa falló porque se necesitaban más recursos o no fue suficientemente ambicioso y radical. Así, los expertos no sólo no corrigen los errores sino que aumentan los errores.
    3. Dado que los expertos, funcionarios y activistas sólo obtienen resultados positivos de los proyectos sociales y ningún efecto negativo (incluso cuando son desastrosos), les interesa promover el máximo número de problemas sociales posibles y continuar con los que ya existen aunque sean desastrosos.
    4. Es decir, el objetivo principal de estos programas no es ayudar a los beneficiarios (pues esto se produce pocas veces) sino ayudar a los expertos, funcionarios y activistas (esto se produce casi siempre). Quien parte y reparte, se queda con la mejor parte. Quien decide, se queda con la mejor parte.

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