Democracia: la opinión de un hereje

Por Sam Gerrans, 4 mayo de 2004.

[original en inglés aquí]

No creo en la democracia. En algunos círculos progresistas esto me hace un hereje que debería ser disparado.

Los progresistas menos reactivos sonrieron con cara de tonto cuando vieron mi consternación porque nuestro gobierno británico colaboraba con Estados Unidos en crear el infierno en Yugoslavia a base de bombardeos –  por razones humanitarias y adorables, por supuesto. Simplemente era demasiado bárbaro dejar que los yugoslavos se mataran entre ellos. Teníamos que hacerlo por ellos.

Entonces, después de una guerra que habíamos diseñado con la diplomacia, tuvimos nuestro genocidio largo y silencioso usando sanciones contra Irak, de lo que nadie quiso comentar entre gente educada. No importó que, para Madelaine Albright [secretaria de Estado de Estados Unidos], la muerte de medio millón de niños valiera la pena. Seguimos siendo los buenos.

Pero ahora los cambios en la forma de actuar estadounidense hacen que la gente simpática que viste cardigans y sirve crepas esté perdiendo la superioridad moral. La realidad de nuestras guerras […] está llegando a lo más hondo. Ya era hora.

Los progresistas permiten dos opiniones respetables sobre la democracia – y yo no acepto ninguna de ellas. La primera es que la democracia es algo bueno, pero el problema es que tenemos una versión imperfecta de ella. Todo estaría bien si pudiéramos tener una representación proporcional, un alto número de votantes y políticos decentes. La segunda es que la democracia es algo bueno que tenemos y que todo estaría bien si todos los otros pueblos lo tuvieran también. Para mí, las dos opiniones son dos variantes del mismo virus: el pensamiento confuso y lleno de fantasías.

La retórica de la democracia se basa en la idea de que la mayoría de personas son responsables y capaces de pensar por ellas mismas. Si esto fuera verdad, no se necesitaría un gobierno, nadie a quien pagar todos esos impuestos. No hace falta ser un genio para darse cuenta por qué esta idea no puede ni comenzar a funcionar.

«La mayoría» es una abstracción política necesaria dentro del marco de la hipocresía democrática, precisamente porque no puede pensar por sí misma. Es una fuerza ciega, divorciada de los hechos y fácilmente manipulable. Debe serlo. Su función es comprar cosas, pagar impuestos y distraerse – no atascar los mecanismos del poder.

Los gobernantes, por definición, forman una minoría. Bajo el sistema feudal, esto estaba completamente a la vista de todos. Bajo la democracia, tenemos que pretender que todos somos expertos en todo y que nuestra opinión cuenta. Ni somos expertos ni nuestra opinión cuenta y comenzamos, lentamente, a ser consciente de ello.

La diferencia básica entre el feudalismo y la democracia es de propaganda. Es parecido a cómo se crían los hijos. Es más eficiente que el niño crea que ordenar su habitación fue su idea. Es menos molestia. Pero el hecho es el mismo: habrá que ordenar la habitación.

Los que gestionan a la población muestran sus verdaderas intenciones cuando, de vez en cuando, la rueda se tuerce. Que Tony Blair ignoró la mayor concentración de personas de la historia en suelo británico (para protestar sus planes de lanzar una nueva ronda de genocidio en Irak) demuestra lo que realmente piensa de las opiniones de la gente.  Su trabajo, tal como lo ve, es gestionarlas, no llevarlas a la práctica.

Algo que da gusto del país en el que vivo ahora – Rusia – es que nadie confía en el gobierno. Es lo único en que todos están de acuerdo. Se acepta como una verdad evidente que los gobernantes gobiernan para su propio beneficio y que todos los demás deben apechugar con las consecuencias de este hecho. No se te excluye de reuniones sociales por decir que la democracia es una ilusión absurda que disfraza una demagogia brutal. Sólo te preguntan si quieres otro plato. Las conversaciones aquí carecen de la ceguera autoimpuesta que controla lo que se puede decir en las fiestas occidentales.

Vuelvo a lo que quería destacar. Aunque, no hay que decirlo, me duele lo que pase con la gente iraquí (sin mencionar con las divisiones de muchachos estadounidenses cuya única ocupación legítima sería defender su propia tierra), percibo una refrescante brisa de realismo que llega a las playas lujosas de la conciencia progresista. Estamos empezando a despertar al hecho de que a nuestros gobernantes les importa un pito lo que pensamos. La ironía de imponer la Libertad a naciones a base de bombas ha comenzado a ser detectada tímidamente en nuestro radar. Ha saltado el tapón de la retórica por exceso de uso y el motor pierde fuerza. Al fin, se está descubriendo el timo de la democracia.

Por supuesto, esto ya ha sido previsto. No se iba a mostrar el puño de hierro que hay debajo del guante de seda sin tener funcionando todas las medidas necesarias. Por eso, la «Patriot Act» [que pone restricciones a la libertad en nombre de la seguridad], la obligación de tarjetas de identidad, las leyes contra «crímenes de odio», la vigilancia en todos lados y las iniciativas para prohibir las armas de fuego. Porque, puedes estar seguro, la guerra de verdad es contra nosotros – la gente que lo pagamos todo.

Estos terroristas, estos espantapájaros contra los que se nos debe proteger, son muy útiles para dar razones a la gente que gasta nuestro dinero para que reduzca nuestra libertad. No puedes evitar preguntarte quién los financia.

Pero no es este el tiempo de llorar por la democracia. No es que la democracia se convierta en algo diferente. La democracia se hace madura y revela  su verdadera naturaleza: la de una oligarquía [gobierno de pocos] brutal dedicada a destruir el orden natural [es decir, la forma en que las cosas deben ser, por ejemplo, la familia]. Su objeto: desconectarnos de la tierra y de la tribu y reemplazarnos por una casta sin raíces vigilada por medidas de seguridad de alta tecnología.

Este escenario no es antidemocrático. Es precisamente el resultado de la abdicación de la responsabilidad que es inherente en la democracia de masas. Así que acepta los hechos: el totalitarismo es la conclusión natural de la democracia [Nota del traductor: Platón ya detectó esto].

Sugiero que- sin importar las querellas internas – los fuertes y poderosos hacen más o menos lo que quieren y el resto es sólo propaganda. Esta opinión es desagradable para aquellos atrapados en la retórica de la democracia, pero no se puede evitar. Sin embargo, felizmente para mí, conforme las cosas empeoran en el Oriente Medio, los progresistas encontrarán cada vez más difícil justificarse su visión del mundo. Es una pequeña satisfacción dadas las circunstancias, pero algo es algo.

La ventaja principal de la democracia para quienes realmente tienen el poder es el hecho de que la creencia extendida de que somos libres es un medio eficiente de control. [Goethe lo puso así: «Nadie está más irremediablemente esclavizado que aquel que cree falsamente que es libre]. Pero la democracia nunca es y nunca ha sido la Libertad; es solo una dictadura «light». Y ahora que la infraestructura totalitaria está en su lugar, nuestros gobernantes ya no necesitan la propaganda.

Por supuesto, la democracia se aferrará a sus eslóganes cursis por tanto tiempo como sea útil. Pero, como el verdadero plan estadounidense es subir las apuestas en el Oriente Medio al nivel de guerra necesario para completar el proyecto del Gran Israel  (y como la historia de los últimos cien años muestra que ningún sacrificio es demasiado grande para conseguir este fin), no te sorprendas si nuestros gobernantes dejan de fingir que es algo diferente que una masacre como la de los viejos tiempos y empiezan a arrasar ciudades iraquíes enteras.

Lo que quiero no es llegar a conclusiones morales. Tengo mi opinión, por supuesto. Pero, para mí, todo se resume en lo siguiente: los fuertes y los astutos hacen lo que quieren y el resto de nosotros necesitamos decidir qué vamos a hacer con esto – si  es que vamos a hacer algo.

Sólo no me pases el dogma de la democracia por delante de mi cara, porque no creo en él.

Así que dispárame.

 

Santo Tomás de Aquino sobre el Islam

En su «Suma contra los Gentiles» (1260-1264), Santo Tomás hace una pequeña anotación sobre el Islam, en una nota a pie de página, así como de pasada. 

Santo Tomás no era un experto del Islam  (aunque es un experto en filósofos islámicos, a los que conoce profundamente), pero se ve que conoce bastante bien esta religión:

Santo Tomás de Aquino, por Botticelli.

Esta conversión tan admirable del mundo a la fe cristiana es el más claro indicio de las señales que se dieron en el pasado [se refiere a los milagros de Jesús incluyendo su resurrección]; que no es necesario repetir de nuevo, pues son evidentes en su mismo efecto.

Pues sería el más admirable de los milagros que el mundo fuera inducido por los hombres sencillos y vulgares a creer verdades tan arduas, obrar cosas tan difíciles y esperar cosas tan altas sin señal alguna. Sin embargo, también es un hecho que, incluso en nuestros días, Dios no cesa de realizar milagros por medio de sus santos para la confirmación de la fe.

Pero quienes introdujeron los errores de falsas doctrinas, siguieron el camino opuesto. Por ejemplo, Mahoma sedujo al pueblo con promesas de placeres carnales [sexuales], a los que nos instiga la carne y la concupiscencia. Igualmente les dio una religión de acuerdo con dichas promesas, dando rienda suelta al placer carnal. En todo esto, como era de esperar, fue obedecido por hombres carnales.

Como prueba de la verdad de su doctrina, sólo presentó lo que puede ser entendido por la habilidad natural de cualquiera que tenga una sabiduría muy modesta. Además, las verdades que enseñó las mezcló con muchas fábulas y con doctrinas de la mayor falsedad.

No les dio señales sobrenaturales, única manifestación que puede demostrar una inspiración divina, pues una obra visible que sólo puede venir de Dios demuestra que un maestro de verdad está divinamente inspirado. Por el contrario, Mahoma afirmó que había sido enviado por las armas  – que son señales que no faltan ni a los ladrones ni a los tiranos.

[Santo Tomás alude al hecho de que los adversarios de Mahoma le reclamaron que hiciera milagros para demostrar que era el profeta de Dios y él fue incapaz de hacer milagros, como confirma el Corán en el capítulo 29, versículo 50]

Lo que es más importante: no le creyeron desde el principio hombres sabios, expertos en todas las cosas divinas y humanas. Los que creyeron en él fueron hombres bestiales y nómadas del desierto, completamente ignorantes de toda doctrina sobre Dios. Usando esta fuerza numérica y la violencia de sus armas, Mahoma forzó a que los demás se hicieran sus seguidores.

Tampoco ofrecen prueba alguna los oráculos de profetas anteriores. Por el contrario, desfigura el Antiguo y el Nuevo Testamento falsificándolos en una invención propia, como puede ver cualquiera que estudie su religión. Por lo tanto, fue una decisión astuta de su parte prohibir que sus seguidores leyeran el Viejo y el Nuevo Testamento, para que estos libros no demostraran su falsedad.

[Aquí Santo Tomás parece referirse a algunas decisiones jurídicas islámicas que prohíben que los musulmanes comunes lean la Biblia, basadas en Corán 29:51 y en dos hadices (Al-Bujari 4485, Ibn Hanbal 4736). En el último de estos, Mahoma dice que no hay que leer la Biblia pues ya el Corán tiene la verdad completa y la Biblia puede contener falsedades. Una discusión más extensa se encuentra en esta página islámica. ]

Por lo tanto, es claro que los que ponen fe en las palabras de Mahoma creen de forma tonta.

Summa Contra Gentiles, Libro 1, Capítulo 16, Artículo 4, Nota a pie de página 1

Nacho no huyó

[Tomado de La Tribuna del País Vasco]

Se llama Sadiq Khan, y es el alcalde que los londinenses eligieron democráticamente para dirigir su ciudad y destinos. Un destino que se me antoja muy incierto, ciertamente, salvo por el ejemplo de un español, Nacho, un ser humano ejemplar de los de antes.

“Corre, escóndete, avisa” son los consejos que el alcalde musulmán de Londres dio a sus ciudadanos ante los excesos del islam, esa religión que profesa y bajo la que en cumplimiento de sus mandatos se realizan los asesinatos terroristas, cuyos códigos de justicia (sharia) o suras violentas no condena. Los londinenses han de acostumbrarse a sufrir el terrorismo musulmán, con un par.

“Corre, escóndete, avisa” es el mensaje que envió a los londinenses utilizando nada menos que la cuenta oficial de la policía en Twitter. Unas órdenes que pretenden parecer de seguridad y civismo, pero que son de cobardía y rendicionismo ante el musulmán violento, mientras te sugieren que corras, en tu propia casa, ante quienes llegaron ayer, ¡quizás tus invitados!

En la perversión del orden natural de las cosas, debes huir de tu casa, debes aceptar culturas invasoras e intolerantes que oprimen la libertad en la mujer y al homosexual, mientras exigen respetes su derecho a preservar sus costumbres. Una cultura que rechazó unilateralmente y unánimemente la Carta de los Derechos Humanos de la ONU (derechos que ellos violan, pero que te exigen respetes con ellos) suscrita por todas las naciones.. menos las musulmanas: la Carta contraviene la sharia.

“Los ataques terroristas son parte de la cotidianidad de vivir en una gran ciudad”, afirma el alcalde de Londres. Nacho no hizo ni puñetero caso a esos consejos rendicionistas del alcalde Sadiq Khan, el musulmán. Sus armas, un simple monopatín, un par de bemoles y una educación occidental sólida, que seguro salvo vidas inglesas, cuya policía patrulla desarmada.

El día en que Europa deje el «Imagine» de John Lennon, los hashtags en Twitter (donde la censura a cuentas que proclaman esta realidad es un hecho) y los inútiles minutos de silencio como arma ante la intolerancia del islam, quizá los islamistas empiecen a respetar la tierra que les acoge, nuestras costumbres y si es preciso a temernos… al menos en nuestra casa.

Desde hace décadas nuestros políticos ofrecen de modo irresponsable a personas intolerantes derechos y estatuto de ciudadanía (los terroristas islámicos eran británicos) que no respetan e ingentes millonadas en ayudas sociales que no integran. Les protegen nuestros derechos humanos que exigen para ellos, pero que no respetan para nosotros, piden se nos aplique la sharia.

Una montaña de absurdos complejos que la izquierda fomenta y cosecha rompiendo nuestra unidad, junto a unas leyes que nos dimos en paz para tiempos de paz, son utilizados en su guerra contra nuestra civilización, mientras la parálisis de los políticos deja de facto a los europeos indefensos, desarmados, vendidos.

Anuncian que recuperarán Al-Andalus y, por supuesto, Israel. En los vídeos de musulmanes en Londres ves como insultan a Occidente mientras se ríen impunemente de su desarmada policía. El viernes dieron con Nacho armado con su monopatín. Su impagable ejemplo quizás despierte conciencias en Europa y la gente reaccione. Como con los comunistas de ETA, de nada sirvió acobardarse. El apaciguamiento es el único modo de dar alas al criminal.

Aún queda esperanza mientras alguien se revuelva y se enfrente a esta canalla, aunque solo sea con un patinete. Un abrazo, Nacho.

¿El motivo de los atentados? Crear una sociedad totalitaria.

Bruce Charlton

[Original en inglés aquí]

Esta semana [la del atentado de Manchester] el estado totalitario dio otra vuelta de tuerca en Gran Bretaña. Ahora el terrorismo se muestra como normal y se acepta como normal. La vigilancia de masas cada vez más completa (que pone como excusa el terrorismo, pero que no sirve para prevenirlo) es normal. Cerrar las ciudades de forma repetida es normal. Encontrar policía y tropas armadas en tropel es normal.

En una  micro-gerencia institucional, la propaganda penetrante, la supervisión constante y el control mental son ahora normales.

Se nos dice que los problemas deben continuar – pero, en la práctica, también se nos dice que debemos adaptarnos a ellos. Y resulta que debemos adaptarnos aceptando más totalitarismo.

Se nos martillea con el mensaje con palabras, obras y – de manera más poderosa – con rechazar cualquier cambio… excepto el cambio hacia más totalitarismo.

(El totalitarismo no funciona para prevenir los problemas. Pero eso está bien: de hecho, ¡de eso se trata! . Porque los problemas se crean como excusas para implantar más totalitarismo y, por lo tanto, no se quiere que los problemas se resuelvan)

La gente moderna tolera todo esto porque somos hombres huecos, rellenos de paja; hombres sin pecho; que no tienen ninguna religión, así que carecen de cualquier motivación para hacer algo inoportuno.

Tomar acciones eficaces sería producir represalias. Y sería soportar un sufrimiento a corto plazo para conseguir un bien a largo plazo… pero, para nosotros, no existe un bien a largo plazo. (Para nosotros, la muerte es el fin de todo; una vida cómoda es lo máximo a lo que podemos aspirar).

Somos cobardes. Porque el ateísmo nos hace cobardes a todos. Porque no ser un cobarde requiere un objetivo más allá de lo inmediato; y para que una población no sea cobarde se necesita algún objetivo social claro que sea frustrado por el totalitarismo. La gente sólo puede ser valiente cuando tienen algo por lo que ser valientes.

Para resistir el totalitarismo, se necesita valentía y un motivo; la valentía requiere ser capaz de imaginar y creer un objetivo mejor que el que promete el totalitarismo; un motivo requiere ser capaz de imaginar y creer que nosotros, ahora y personalmente, deberíamos trabajar por ese objetivo mejor.

(La valentía no puede producirse a partir del nihilismo. Y nosotros, los británicos/occidentales modernos no creemos en nada. [El historiador Glubb lo puso así: «Los ciudadanos de una nación [decadente] ya no hacen un esfuerzo para salvarse a sí mismos, porque no están convencidos de que merezca la pena salvar nada en la vida»]

El frenesí de una rata acorralada no es valentía; y, de cualquier manera, es completamente ineficaz contra un vasto sistema totalitario. Lo que se necesita para escapar es valentía desinteresada – la valentía más difícil de alcanzar, porque es consecuencia de altos ideales impersonales mantenidos firmemente).

Las sociedades ateas son utilitarias [creen que el bien máximo es aumentar el placer y disminuir el dolor] – al menos en sus intenciones explícitas. Todo lo que se hace se justifica haciendo que la gente (alguna gente) se sienta mejor. Pero si los sentimientos de la gente son la justificación última [de la sociedad], entonces el fin del gobierno es manipular los sentimientos de la gente – que es exactamente lo que pretenden los sistemas totalitarios; lo que tenemos ahora exactamente.

Pero,  ¿qué hay para aquellos líderes que crean a propósito las situaciones que generan terrorismo? Los que afirman que es imposible cambiar lo que han creado (porque un cambio real es impensable e indecible) así que, por lo tanto, debemos aceptar más de las mismas causas; así que, por lo tanto, debemos aceptar más de las mismas consecuencias: aceptar todo esto como normal.

(Incluso conforme «lo normal» empeora obviamente y rápidamente: haciéndose más totalitario.)

Lo que hacen en realidad – a propósito, planificadamente, deliberadamente- es crear un estado cada vez más totalitario. ¿Por qué es tan difícil  que la gente reconozca esta estrategia?

No son incompetentes, no son tontos con buenas intenciones, no son hipócritas que buscan enriquecerse: están haciendo lo que quieren hacer, y haciéndolo cada vez más y mejor: ¡están implementando el totalitarismo paso a paso y están ganando!

¿Por qué? Simple. El objetivo del totalitarismo, desde una perspectiva cristiana, no es matarnos ni hacernos infelices, sino hacer que nos condenemos. Este es el motivo por el que lo hacen. [El traductor piensa que, aunque el amo del circo obviamente tiene estas intenciones y este es el final del plan, los líderes son los payasos, que se mueven por motivaciones mezquinas diferentes al fin último del plan.]

Se quiere el control mental para que elijamos la condenación en vez de la salvación – nuestros pensamientos serán vigilados, nuestras mentes serán llenadas, nuestras acciones serán dirigidas, nuestros pensamientos serán manipulados hacia el pecado: pecados como el miedo, el rencor y la desesperación.

Esto es – en pocas palabras: infundir miedo, rencor y desesperación – todos pecados, todos llevando a la gente a elegir la condenación. Esto es, al rechazo activo del Bien porque ahora el Bien es considerado malo.

Esta es una guerra espiritual. Una guerra cristiana.

No podemos sacar valentía de cobardes – y la población occidental simplemente es cobarde: le falta valentía desinteresada. Porque no tiene ideales – de hecho, la gente moderna no puede imaginar nada mejor que el placer y la comodidad: esto es el colmo de la fantasía.

Para comenzar, necesitamos una base para la valentía. Lo que necesitamos es amor y esperanza, basada en la fe en Dios (no en sentimientos); y cuyo objetivo sea el gozo eterno (no la comodidad, la conveniencia, la diversión y evitar el sufrimiento).

Si el control mental totalitario se vuelve completo; será porque, en última instancia, no queríamos nada mejor.

Sobre el cambio climático

Que el clima está cambiando continuamente, nadie lo niega. Ha sido siempre así. Cambia en ciclos cortos dentro de ciclos largos dentro de ciclos muy largos. Otra cosa es si el cambio climático es real. La hipótesis del cambio climático afirma que el planeta se calienta de forma global a largo plazo y que esto se debe a las emisiones producidas por el hombre. Esto no es cualquier cambio sino un tipo de cambio muy específico.

Esta hipótesis no se puede comprobar con mediciones de un sitio en concreto, pues es algo global. Tampoco tenemos bastantes datos para saber si el fenómeno es a largo plazo y no uno de esos ciclos a corto plazo que tiene el clima. Además, no tiene por qué ser consecuencia de las emisiones producidas por el hombre.

Para comenzar, no ha habido aumento de temperatura los últimos 18 años, por lo que el aumento de temperatura está lejos de ser demostrado (http://www.climatedepot.com/…/no-global-warming-at-all…/) Tampoco se ha demostrado que es un fenómeno de largo plazo y debido al hombre.

Los modelos científicos que predicen el Armagedón han fallado una y otra vez en sus predicciones. Sin embargo, a muchos científicos les interesa recibir las jugosas subvenciones de dinero público para que hagan artículos a favor del cambio climático (y ha habido científicos que han llegado a falsificar sus datos).

Cuando yo era joven, nos decían que, a estas alturas, muchos países, como partes de Holanda o las Seychelles, estarían bajo del agua. Nada ha pasado, pero los profetas apocalípticos no rectifican sus profecías, sino que las reciclan. Como los testigos de Jehová (que ponían fechas para el fin del mundo y después cuando no pasaban, ponían otra fecha), los profetas del cambio climático nos amenazan con las más negras predicciones…que siempre están en el futuro. Cuando no pasan, vuelven a ponerlas en el futuro más lejano.

Obviamente, todo el machaqueo que hay sobre el cambio climático no es casualidad, pues otras hipótesis científicas no demostradas no reciben tanto fanatismo ni presiones de todas partes para que se tomen como la verdad absoluta que no se puede discutir. Se trata del proyecto de la élite internacional para ir sometiendo a la industria a una élite globalista, que tendrá también el poder sobre la empresa privada (ya que tiene el poder sobre muchos otros aspectos de nuestra vida). Esto es parte del proyecto de la élite de crear estructuras de gobierno supranacionales (como la Unión Europea) que no están sujetas al control democrático (si piensas que la UE está sujeta al control democrático, tienes que aprender más sobre un tema que desconoces).

¿Está Europa cometiendo suicidio?

Dominic Sandbrook, 20 de mayo de 2017

[Original en inglés aquí. ]

Hace un par de días, vi una grabación en la tele de la campaña electoral de la franca parlamentaria laborista Jess Philips, que buscaba la reelección en su circunscripción electoral de Birmingham.

Se le preguntó qué asuntos le comentaban más los votantes cuando hablaba con ellos puerta a puerta La sra. Philips no perdió un segundo: «El tema de la inmigración surge…», dijo meditabunda. Y después, como si se acordara de algo, en vez de eso, comenzó a hablar sobre la recogida de basuras.

Fue, pienso, un momento enormemente revelador. Pues no hay un tema tan potencialmente peligroso como la inmigración. Muchas personas tienen emociones intensas sobre él y muchos se sienten incapaces de plantearlo públicamente.

La franca parlamentaria laborista Jess Phillips hablaba por TV cuando cambió repentinamente el tema para no hablar de inmigración – demostrando el tabú que es este tema para la gente

Incluso en privado, las personas tolerantes discuten el tema de la inmigración vacilantemente, si es que lo hacen.

Aún planea sobre el debate la sombra de Enoch Powell – el político conservador nacido en Birmingham que fue marginado completamente después de su polémico discurso en 1968 sobre «ríos de sangre» (una frase que, de hecho, nunca pronunció).

[El autor del artículo se refiere a un famoso discurso anti-inmigración que hizo Enoch Powell en 1968, que es bien conocido por sus lectores británicos]

Hace unos años, estaba en una comida en Londres, sentado al lado del ex-editor de un periódico nacional y el editor de una de las revistas británicas más conocidas. Ambos eran personas de mentalidad progresista y con un nivel alto de estudios. La conversación derivó al tema de la inmigración. «Ha ido demasiado lejos», dijo uno. «Tienes toda la razón», dijo el otro, «pero, por supuesto, no puedes decir eso».

El periodista Douglas Murray no tiene esos escrúpulos. Más conocido por sus ácidas columnas en la revista Spectator y su libro sobre la investigación del Domingo Sangriento (que ha ganado premios), ha lanzado una bomba sobre el debate de la inmigración e identidad en la Europa actual.

El autor Douglas Murray (izquierda) ha lanzado una bomba sobre la inmigración europea con su nuevo libro «La extraña muerte de Europa» (derecha)

De hecho, las primeras líneas de su nuevo libro, «La extraña muerte de Europa», difícilmente podrían ser más incendiarias.

«Europa está suicidándose», escribe Murray. «O, al menos, sus líderes han decidido que se suicide…Como resultado, cuando las personas que viven hoy finalicen su vida, Europa no será Europa y los pueblos europeos habrán perdido el único lugar del mundo que podían llamar ‘hogar'».

La causa, piensa, es doble. En primer lugar, nuestros líderes políticos se han confabulado conscientemente para fomentar la «migración masiva de gentes a Europa», llenando «las ciudades frías y lluviosas del norte» con «personas vestidas para las laderas de Pakistán o para las tormentas de arena de Arabia».

En segundo lugar, cree que las élites intelectuales y culturales de Europa, incluyendo las británicas, han «perdido fe en sus creencias, tradiciones y legitimidad». Paralizadas con culpa, obsesionadas con hacer penitencia por los pecados del Imperio, han perdido de vista los valores históricos cristianos que su gente esperaba que defendieran. [Nota aclaratoria: Murray es un gay ateo, aunque se considera «cristiano cultural», es decir, considera que los valores cristianos deberían regir en Occidente]

Como consecuencia de su utopismo iluso, piensa Murray, Europa está dejando de ser Europa. De hecho, cree que la cultura europea como ha sido entendida por generaciones – la cultura de Miguel Ángel y Mozart, Shakespeare and Goethe, Dickens y Wagner — está condenada. [Para el traductor, esta cultura simplemente ya no existe. La cultura europea actual es de una enanez increíble, producto del utopismo más ramplón llevado hasta sus extremos más delirantes e incapaz de llegar al talón de esos grandes maestros.]

«En vez de seguir siendo un hogar para los pueblos europeos», escribe, «hemos decidido convertirnos en una ‘utopía’, pero solamente en el significado original en griego de esta palabra: convertirnos en un ‘no lugar'».

Murray cree que las élites intelectuales y culturales de Europa, incluyendo las británicas, han «perdido fe en sus creencias, tradiciones y legitimidad» (en la imagen, la jungla de Calais)

No es sorprendente oír que el libro de Murray ha caído mal a los tipos bien pensantes del [periódico británico] The Guardian, cuyo crítico [de libros] lo describió como ‘xenofobia aburguesada’ y una versión ‘ligeramente más pija’ de ‘racismo al desnudo’

Esta semana abrí el libro de Murray con ligero escepticismo y aún pienso que exagera la negatividad apocalíptica.

Aún así, al riesgo de ser acusado por The Guardian de xenofobia – lo que reconozco que me pondría en compañía de montones de personas – creo que ha penetrado nuestra insatisfacción actual más que legiones de académicos progresistas.

Es refrescante ver algo de honestidad sobre la naturaleza sin precedentes históricos de la inmigración europea de los últimos 70 años.

En caso de que se necesite un recordatorio, las cifras de [la inmigración] sólo para Gran Bretaña son simplemente alucinantes.

Entre 1997 y 2010, por ejemplo, el gobierno laborista permitió que un número asombroso de 2.2 millones de personas se establecieran en este país, el equivalente de dos Birminghams [o tres Sevillas].

Bajo David Cameron, los conservadores prometieron reducir la inmigración a decenas de miles. Sin embargo, las últimas cifras muestran que la inmigración anual neta es aproximadamente de 273 mil, es decir,  más o menos una ciudad del tamaño de Hull [o Gijón] llega cada año.

Entre 1997 y 2010, por ejemplo, el gobierno laborista permitió que un número asombroso de 2.2 millones de personas se establecieran en este país, el equivalente de dos Birminghams [o tres Sevillas]
Hay que destacar, por cierto, que la inmigración masiva ha sido siempre inmensamente impopular. Cuando escribí una historia de Gran Bretaña en los años sesenta, no pude dejar de notar que, incluso entonces, al menos siete de cada diez personas estaban completamente en contra de ella, como mostró el diluvio de cartas de aprobación que recibió el discurso supuestamente tóxico de Enoch Powell.

Quizás sus admiradores tenían la razón; quizás no la tenían. Pero, sea cual sea tu opinión sobre la inmigración, nunca ha habido un tema en el que la clase política ha ido de forma tan consistente contra los deseos del pueblo británico.

En este punto del argumento, el profesor progresista típico insistiría que Gran Bretaña siempre ha sido una nación de inmigrantes. De todas maneras, todos venimos de algún otro lugar, dicen, todos somos mestizos. Así que, ¿cómo te atreves a cerrar las puertas a unos pocos más?

Pero como muestra Douglas Murray, esto es reescribir descaradamente nuestro pasado. Durante la mayor parte de nuestra historia, no hemos sido nunca una nación de inmigrantes. Incluso el influjo más famoso de nuestra historia, la conquista normanda [de 1066], involucró una transferencia de población diminuta, el equivalente de no más del 5 por ciento.

Por mucho que a la BBC y a otros medios les guste pretender que Gran Bretañña siempre ha sido un ejemplo de diversidad, la verdad pura y dura es que, hasta la mitad del siglo XX, la inmensa mayoría de las personas que vivieron aquí habían nacido aquí. Mira una foto del Londres de los últimos años de la reina Victoria y las caras uniformemente pálidas te devuelven la mirada.

La llegada de los hugonotes franceses en la década de 1680, a menudo citada por los apóstoles de la diversidad, involucró sólo unas 50 mil personas, todos los cuales eran blancos y cristianos.

Y aunque los inmigrantes irlandeses que llegaron en el siglo XIX enfrentaron un buen grado de prejuicio, no eran en absoluto unos completos forasteros, debido a las historias entrelazadas de nuestras islas.

A menudo, los tipos de mentalidad progresista  encuentran embarazoso todo esto. O bien intentan reescribir nuestra historia, exagerando incansablemente la presencia de minorías diminutas de africanos o asiáticos, o bien difunden una caricatura de la Gran Bretaña anterior a los años cincuenta como un lugar gris y aburrido que necesitaba desesperadamente una inyección de color inmigrante.

Esto no es sólo un complejo británico. Como escribe Murray, a los progresistas europeos les encanta pintar sus propias sociedades como «lugares ligeramente aburridos o serios». Escriben como si «hubiera un agujero en el corazón de Europa que necesitara ser llenado, pues, si no, seríamos más pobres».

(Por cierto, esto es algo que nunca soñarían decir sobre países como Bhutan o Burkina Faso. Nadie sugiere nunca que lo que necesitan estos países irremediablemente monoraciales es un influjo de inmigrantes occidentales)

Como un ejemplo completamente irrefutable, Murray nos da las opiniones del impecablemente progresista Fredrik Reinfeldt, el primer ministro sueco entre  2006 y 2014, que disfrutó de la dudosa reputación de ser «el David Cameron escandinavo». Era un defensor apasionado de la inmigración masiva. Los suecos, dijo una vez, eran «aburridos», mientras que las fronteras nacionales eran construcciones «ficticias».

Y, en una ilustración perfecta de lo que Murray ve como la crónica auto-flagelación de la élite europea, el señor Reinfeldt incluso declaró que «sólo la barbarie es genuinamente sueca. Todo el desarrollo posterior se ha traído desde fuera».

Esto hubiera dejado atónitos al autor teatral sueco August Strindberg, al director de cine Ingmar Bergman y los miembros de Abba, sin mencionar sus paisanos que inventaron el cinturón de seguridad y el marcapasos.

En cualquier caso, los resultados del utopismo progresista del señor Reinfeldt han sido asombrosos. Con sólo diez millones de personas, Suecia ha aceptado más refugiados por cápita que cualquier otro país. Sólo en 2015, aceptó 180 mil inmigrantes — más que la población de toda Suecia (si quitamos las tres ciudades más importantes).

En meses recientes, ha habido una fuerte polémica sobre la relación entre inmigración y delincuencia en Suecia. Esto es debido sobre todo a los comentarios de Donald Trump sobre «motines» en Suecia, basados en un informe de Fox News, que culpaba al influjo de inmigrantes de los últimos 20 años de un supuesto fracaso de la ley y el orden.

Pero, como sugiere Murray, la historia realmente reveladora es, sin duda, el ascenso del partido de extrema derecha Demócratas Suecos – un partido nacionalista y anti-inmigrante que ha pasado de la nada a liderar las encuestas durante los dos años pasados. ¡Y esto no ha sido en la Alemania de los años treinta, sino en la Suecia del siglo XXI, que aparentemente es una de las sociedades más satisfechas, tolerantes e igualitarias del mundo!

Pienso que sería una pereza imperdonable echar la culpa de esto al supuesto racismo de la plebe, como les encanta hacer a los intelectuales progresistas.

De hecho, casi cada indicador muestra que el anticuado prejuicio venenoso [del racismo] ha muerto prácticamente, no sólo aquí en Gran Bretaña, sino también en la mayoría de Europa Occidental.

Piense lo que piense The Guardian, el mismo Murray no es racista. De hecho, escribe emotivamente sobre el drama de los miles de refugiados que han pagado cada uno hasta 1500 dólares para atravesar el Mediterráneo en peligrosas pateras. Como destaca, cualquier persona decente debería querer ayudarles, no «empujarles de nuevo al mar».

Su propia estrategia sería que los países europeos invirtieran en centros de acogida en el África del Norte y conceder asilo a los refugiados por un periodo limitado de tiempo.

Es imposible decir si esto funcionaría. Pero, ¿realmente podría ser peor que el «gratis-para-todos» de los años pasados?

Es refrescante ver algo de honestidad sobre la naturaleza sin precedentes históricos de la inmigración europea de los últimos 70 años.

Pero supongo que su mordaz rechazo de las ingenuas beaterías progresistas tocará la fibra sensible de personas ubicadas en cada rincón de nuestro paisaje político. Por ejemplo, el argumento de que la inmigración mágicamente nos ha hecho una sociedad más tolerante sólo le merece desprecio.

En 2015, una encuesta de actitudes encontró que sólo 16% de la gente de fuera de Londres pensaba que la homosexualidad era inmoral. La cifra en Londres fue del 29%, reflejando la concentración mucho mayor de musulmanes conservadores.

De hecho, este conflicto entre fundamentalismo islámico y tolerancia británica es una historia tristemente familiar, desde las amenazas de muerte al autor Salman Rushdie por su novela «Los versos satánicos» hasta el horrible asesinato del carabinero Lee Rigby por parte de dos conversos al Islam.

Murray debería haber dejado más claro, pienso, que la inmensa mayoría de los musulmanes británicos son ciudadanos decentes, pacíficos y que respetan las leyes. Sin embargo, tiene toda la razón al afirmar que, desde hace demasiado tiempo, nuestras élites políticas y culturales han tenido tanto miedo de ser llamadas racistas que han permitido que los extremistas islámicos se enconen sin control.

Sin embargo, incluso en la actualidad, la élite política europea está desesperada para silenciar a sus críticos. De hecho, dos historias del libro de Murray me dejaron realmente atónito.

La primera es de septiembre de 2015, cuando consta que la canciller alemana Angela Merkel preguntó a Mark Zuckerberg, el fundador de Facebook, qué es lo que estaba haciendo para que la gente dejara de criticar en Facebook su política migratoria de puertas abiertas. «¿Estás trabajando en esto?», ella le preguntó. Y él le dijo que sí.

Mi estupefacción fue doble: que ella se sintiera con el derecho de pedirle que silenciara a sus críticos y que él le dijera dócilmente que lo estaba haciendo.

La segunda historia también viene de Alemania. Un mes después, en la pequeña ciudad de Kassel, estaba planificado que llegaran 800 inmigrantes según el plan de Merkel, así que las autoridades convocaron a una reunión pública.

Pero cuando los residentes empezaron a expresar sus preocupaciones, el presidente del distrito, Walter Lubcke, tomó la palabra. Dijo que lo alemán era admitir a inmigrantes. Cualquiera que no estuviera de acuerdo, añadió, era «libre de dejar Alemania».

Esto es indignante, pienso, no sólo porque es tan arrogante, sino porque es tan contraproducente. Durante los últimos 50 años, la élite política europea ha dicho a la gente que no tenía la razón.

Cuando los votantes se niegan a escuchar, simplemente la élite lo considera una prueba de que necesitan otra dosis de diversidad para romper su resistencia de una vez por todas. Así que el diálogo de sordos continua.

Si esto realmente marca el fin de la civilización europea, como afirma Murray, es algo discutible. Creo que es demasiado pesimista, aunque si viviera en algún lugar como el suburbio de cemento de Saint-Denis, en París, un gueto infestado de crimen con una fuerte proporción de población musulmana del Norte de África , puede que pensara de forma diferente.

Lo que es cierto, sin embargo, es que necesitamos voces cáusticas pero honestas como la de Murray, si alguna vez queremos tener un debate genuino sobre todo esto.

Porque abucheando y silenciando a los Douglas Murray de este mundo, los progresistas bien pensantes sólo están dando más munición a los demagogos de la extrema derecha que se pavonean. No puedo imaginar una estrategia más estúpida y peligrosa. Al fin y al cabo, ya hemos visto esta historia antes. Todos sabemos cómo termina.

 

Los votantes son los responsables de los atentados de Manchester

[Original en inglés aquí]

Prepárate para los discursos llorosos. Prepárate a cambiar la imagen de tu perfil de Facebook. Arrastra ese piano y toca «Imagine» en las ruinas quemadas. Siente cómo el aire de superioridad moral hincha tus venas mientras proclamas tu lealtad a la democracia, igualdad, libertad, diversidad y tolerancia ante esta violencia sin sentido. Ya eres experto: se ha convertido en una rutina.

Un nuevo día, un nuevo atentado terrorista. No deberíamos tener simpatía por las víctimas: votaron para esto. En cada elección en la que hemos tenido oportunidad de reducir las raíces del terrorismo – es decir, la democracia, la igualdad, la libertad, la diversidad y la tolerancia – los votantes inclinan sus cabezas huecas y van a las urnas para afirmar la misma locura una y otra vez.

Así que algunos de ellos explotan. No sabes qué pena me da. Son idiotas que apoyaron esto. Sin duda tienen a alguien que quieren echar la culpa por sus fallos. Culparán a los políticos, a los medios, a la universidad, a cualquiera. Quieren evitar la responsabilidad por el hecho de que son votantes en una democracia y que arreglar esto era su responsabilidad.

Así funciona la democracia. Clasificamos los sistemas políticos según quién toma las decisiones. En una democracia, son los votantes. Si un político es malo, corresponde a los votantes expresar suficiente malestar para que se presente un rival y, después, apoyar a esta persona. Pero no lo hacen. Los votantes creen que no tienen ninguna responsabilidad así que eligen opciones seguras como Merkel, Macron, Obama y Theresa May.

Los políticos como estos nunca cambiarán el sistema. Su interés es en que el gobierno siga siendo amable y estable, que crezca poco a poco y que expanda su poder. Para ello, necesitan alguna justificación, como la diversidad. Así que nunca van a reducir la inmigración or dar marcha atrás a la decadencia. Se aprovechan de la decadencia.

Mientras sigas votando por estos candidatos del establishment, habrá más atentados terroristas. De hecho, si permites que haya democracia en tus tierras, acabas en un círculo vicioso en el que se redoblan las malas ideas y la sociedad se hace más y más izquierdista, porque este movimiento a la izquierda le da al gobierno una excusa para expandir su poder.

Los muertos que yacen en Manchester tuvieron su oportunidad. Quizás no ellos específicamente; quizás sus padres fueron los que pudieron cambiar esto. Pero no lo hicieron. Y ahora, de la misma manera que tirar de la anilla de una granada produce una explosión, [votar a las opciones del sistema produce] un atentado terrorista. Los islamistas nunca nos han mentido. Siempre han dicho que vienen a conquistar: primero con el útero, después con la pistola. Sabíamos cómo era  esa bestia.

También sabíamos los efectos de la democracia y la diversidad. La democracia divide una sociedad en muchos grupos de interés y, con el tiempo, en ciudadanos atomizados yendo a la deriva, sin nada importante en sus mentes. La diversidad reemplaza a la mayoría – mediante un proceso conocido como genocidio suave – primero con muchos grupos que luchan, después un rebaño sin cultura de raza mezclada.

Nada de esto es un misterio. Nada de esto necesita que pensemos mucho para entenderlo. Y, sin embargo, los votantes van a las urnas cada vez y pulsan el interruptor del mal. Discúlpame si no siento nada por ellos cuando esta decisión explota (literalmente) en sus caras.

 

Los bárbaros acabarán con tu existencia estéril

[De Daryush Valizadeh, «Roosh». Original en inglés aquí ]

¿Por qué no pueden los musulmanes, africanos e indios ser más civilizados, como los occidentales? ¿Por qué insisten en reproducirse sin fin cuando sus hijos no tienen la oportunidad de estudiar en una universidad de prestigio? ¿No hay una manera en que podamos ayudarlos a ver la luz de la civilización, el pensamiento racional y la limpieza higiénica? Estas son preguntas que puedes haberte preguntado en algún momento mientras mirabas por encima del hombro a los bárbaros del Tercer Mundo. Pero, desde el punto de vista de la naturaleza, no son ellos los que son el problema. Nosotros somos el problema. Nosotros somos los defectos de la naturaleza que seremos erradicados.

A la naturaleza no le importa la educación, la descendencia de «alta calidad», los títulos universitarios, la limpieza, la sostenibilidad, la filosofía o el medio ambiente. Le importa la fertilidad y el poder. A la especie o raza que sea más fertil y poderosa se le recompensará con el botín que da la Tierra. La gente que pueda conquistar el planeta por la pura fuerza de los números, con independencia de su inteligencia o modos, acabará dominando la Tierra, justo como el homo sapiens acabó reemplazando a los neandertales (que eran más inteligentes) simplemente reproduciéndose a un ritmo superior. La raza más inteligente del planeta puede usar esta inteligencia para fortificarse en cuevas mientras los bárbaros más numerosos conquistan el planeta, incluso si son sólo zombies sin mente.

El pensamiento racional de la era de la Ilustración lleva al suicidio de la sociedad, pues, cuando se lleva a sus últimas consecuencias lógicas, acaba demostrando que las familias, la divinidad y las normas tradicionales no son necesarias, junto con la noción que el individuo es Dios. Este pensamiento, en su bella forma civilizada tan apreciada, lleva a la destrucción a cualquier raza que participe en él. Mientras tanto,  los bárbaros estúpidos con coeficientes intelectuales de 95 o más bajos, que siguen un antiguo libro que les implora conquistar y cortar cabezas, continuan multiplicándose y conquistando más territorios.

Nosotros somos los errores de la naturaleza. Somos la gente grotesca. Se nos ha condenado al reemplazo, abandonados por Dios por permitir más de mil millones de abortos en sólo unas pocas décadas mientras intentamos cambiar las reglas de la naturaleza, declarando que los hombres son mujeres y las mujeres son hombres. Nuestro objetivo no es el de la iluminación espiritual sino alcanzar los más viles niveles de degeneración.

Debido a nuestra esterilidad cultural y biológica, creo que estamos destinados a ser destruidos. Incluso aunque esta destrucción nos mira fijamente a los ojos, lo máximo que podemos conseguir es unas pocas diatribas en sitios web, mientras los bárbaros están violando, conquistando y reproduciéndose. Te prometo que vencerán. La historia enseña que los bárbaros siempre vencen. Son la solución a un pueblo roto. Ellos adoran a sus dioses fielmente mientras nosotros adoramos a nuestros «me gusta» de Facebook y a nuestros famosos. Somos tan irremediablemente estériles, tan anti-vida, que la naturaleza celebrará cuando nos reemplacen aquellos que apenas saben leer. Pero ellos valorarán la vida de los suyos y eso basta.

Incluso si solucionamos todos los problemas políticos actuales y neutralizamos a los más vulgares de nuestra sociedad, ¿qué nos queda? Una población que disminuye y ciudadanos tan atomizados que incluso están perdiendo la habilidad de comunicarse unos con otros, que tienen que usar apps informáticas [Tinder] y alcohol para fornicar mientras la mujer está bajo medicación para ser estéril [anticonceptivos], desde que cumplió 16 y sus padres le premiaron con esta medicación de esterilización. Nuestro castigo viene. Se regalarán territorios de Occidente e, incluso si la horda de bárbaros puede ser vencida con tecnología, habrá un día que no haya un hombre que quede para apretar el botón de matar. Los bárbaros heredarán el mundo hasta que se vuelvan civilizados y el ciclo se renueve otra vez, como lo ha hecho muchas veces en el pasado.

A la naturaleza no le importan tus leyes de igualdad o tu superior coeficiente intelectual. Le importan la reproducción y el poder, y lo que los bárbaros carecen en inteligencia, lo compensan con energía vital. Somos las anomalías, somos los errores y, a menos de que redescubramos el valor de la familia, la tradición y Dios, debemos prepararnos a aceptar el fin inevitable: nos hemos convertido en tan débiles como pueblo que ni siquiera nos hemos molestado en poner una valla y todo lo que los bárbaros han tenido que hacer es simplemente entrar.

Las feministas lucharon batallas pero los hombres ganaron la guerra

[Traducción de un escrito de un grupo de mujeres que se reunen para defender sus intereses en el Congreso de Estados Unidos para defender sus intereses. Original en inglés en

https://concernedwomen.org/feminists-fought-battles-and-men-won-the-war/

]

Las feministas batallaron por décadas para cambiar la cultura, las leyes y las costumbres con el pretexto de la «igualdad» cuando, en realidad, era una lucha para arrancar el poder de los hombres.

Felicidades, hombres, habéis ganado.

Espera, ¿qué?

Se han eliminado todas las restricciones contra las conductas más bajas de los hombres. Son libres de tener sexo con mujeres sin tener citas, sin compromiso, matrimonio o responsabilidad, gracias al feminismo.

Antes de la revolución sexual de los sesenta, se trataba a las mujeres con más respeto. Si un hombre tenía sexo con una mujer y esta quedaba embarazada, se esperaba que él se casara con ella. Como tal, el sexo antes del matrimonio no era tan predominante como ahora. Las mujeres no saltaban simplemente a la cama con un hombre; los hombres tenían que cortejar a una mujer, ganar su confianza y respeto, y entonces pedir su mano en matrimonio. ¿Había sexo antes del matrimonio? Sí, pero era más raro y tenía consecuencias para los hombres.

En la actualidad, los hombres pueden acostarse con cualquiera y esperar que la mujer esté tomando anticonceptivos, y si no los toma o si fallan, esperan que vayan a tener un aborto (que, ¿sabes?, es el derecho de cada mujer, según [la sentencia judicial del Tribunal Supremo llamado] «Roe versus Wade»). Una tercera opción es ignorar completamente la posibilidad, porque, si está embarazada, las feministas le dicen que es la decisión de la mujer y es su culpa como el donante de esperma. El no tiene la posibilidad de ser padre si la mujer decide que no quiere ser madre.

Las feministas utilizaron un análisis estático cuando empezaron el camino para «empoderar» a las mujeres – [pensaron que] cambiarían las reglas y que los hombres pagarían por su tratamiento injusto a las mujeres. Sin embargo, un análisis dinámico hubiera predicho que el fácil acceso de las mujeres a los anticonceptivos y el aborto sin restricciones eliminaría la responsabilidad de los hombres con cualquier consecuencia del «amor libre». Los hombres se aprovecharon de todo el sexo sin consecuencias que querían y acabaron con más poder. Llámalo como quieras: ironía, visión de túnel, la ley de las consecuencias inesperadas, ingenuidad.

La rápida decadencia (algunos lo llaman «muerte») de la caballerosidad es otro resultado de las batallas. Las feministas se ofendían por hombres que cedían su asiento a las mujeres o les abrían la puerta. Olvídate en llevar una mujer a una cita y – uf – ¡pagar la cita!. Qué humillante: las mujeres pueden hacer su propio dinero y pagar lo suyo, muchas gracias. Un artículo del británico Daily Mail muestra qué bajo hemos caído, concluyendo que las mujeres sospechan de los hombres que intentan ayudarlas. Un comentario lo resumió así: «No abro esta puerta porque eres una dama, la abro porque soy un caballero».

Después del ataque sobre la caballerosidad, las citas fueron la siguiente víctima. Un hombre solía ir a casa de una mujer y llevarla a cenar, al cine, al teatro, etc., y pagar por ello, mientras era caballeroso. El británico Telegraph publica una nueva encuesta que muestra que el 82% de mujeres prefieren pagar su cena en una primera cita; 78% de mujeres no aceptarían que un hombre les prestara su abrigo en un día frío; sólo 8% de mujeres dijeron que aceptarían que un hombre les cediera el asiento y, sin embargo, 98% dijeron que les gustaría recibir flores.

Conforme la revolución sexual aplastaba los valores tradicionales, las citas se fueron desvaneciendo hasta que se dejó a los Milenarios [es decir, la generación que es joven ahora] con las alternativas actuales. Un artículo del New York Times  explica: «En vez de cena-y-una-película, que parece tan obsoleta como un teléfono de disco, se encuentran con SMS, actualizaciones de Facebook, mensajes instantáneos y otras «no-citas» que dejan una generación confundida sobre cómo conseguir un novio o novia». Es típico ir a «citas grupales» o encontrarse al último minuto, como lo es «enrollarse», que implica sexo sin compromiso.

El feminismo dijo a las mujeres que podían tener la misma vida de sexo sin compromiso que pensaban que disfrutaban los hombres. Ahora, los hombres lo disfrutan y las mujeres anhelan algo más. Para parafrasear un viejo dicho: «¿Para qué salir con una mujer cuando puedes tener el sexo gratis?»

No debería ser sorprendente que los hombres han perdido interés en el matrimonio. Un artículo de Foxnews.com arroja luz sobre el efecto bumerán de las batallas del feminismo: «Según el Pew Research Center, el porcentaje de mujeres de edades entre los 18 a los 34 que dicen que tener un matrimonio exitoso es una de las cosas más importantes en sus vidas aumentó un 9% desde 1997 – desde 28% a 37%. Para los hombres, pasó lo contrario. El porcentaje que tenía esta opinión bajo de 35% a 29%».

El autor preguntó a los hombres por qué no querían casarse y su respuesta fue: «Las mujeres ya no son mujeres». El artículo dice que los hombres perciben a las mujeres de hoy como coléricas, defensivas y que tratan al hombre como el enemigo.

Las feministas impulsaron la idea de que, antes del feminismo, las mujeres estaban indefensas. Así que, después que la oleada feminista comenzó en los setenta para corregir todos los males, las mujeres ahora ganan más títulos que los hombres y son la mayoría de la fuerza laboral de Estados Unidos. Con estos avances, las mujeres también tomaron la responsabilidad de las consecuencias sexuales  (control de natalidad, aborto o madre solteras) y aún hacen la mayoría de las tareas domésticas y de la crianza de los niños cuando cohabitan o se casan con un hombre, incluso cuando trabajan también a tiempo completo.

Las feministas tuvieron éxito en dar a los hombres el poder de tener sexo sin compromiso y sin consecuencia, de dejar de mostrar deferencia a las mujeres, de ahorrar dinero por no ir de citas y de no casarse. Las mujeres pueden tener más educación y trabajos que los hombres más, pero están a merced de hombres sexualmente liberados que no quieren o necesitan sentar la cabeza.

¿Quizás los hombres deberían enviar algunas flores a las feministas?

 

Rousseau y la libertad

Un comentario apresurado a este artículo

Rousseau fue un ser siniestro (leer «Intelectuales» de Paul Johnson) y sus consecuencias aún más siniestras. Pero el análisis de Berlin y la señora Delibes es muy superficial. Ellos se extrañan de la paradoja de que alguien que defendiera la libertad acabara siendo la justificación de regímenes totalitarios. Ahí se ve lo superficial del análisis. Ni Berlin ni Delibes pueden razonar bien, pues están bloqueados por la religión moderna, que es la adoración de la diosa «libertad». La gente tiene una devoción a la libertad que supera a la que contó la Virgen María en su tiempo. No se para a pensar qué es la libertad, si es posible y deseable.

Si ellos no estuvieran detenidos por este prejuicio religioso, verían que esta paradoja de Rousseau no es paradoja, pues la libertad y totalitarismo son dos caras de la misma moneda. Si no tienes ganas de leer, déjalo aquí, porque no puedo desmontar las mentiras de los últimos trescientos años en menos de nueve párrafos. Te daré un resumen de una frase. «Platón dijo que la democracia (lee «libertad») acababa produciendo caos porque cada uno hacía lo que le daba la gana y después producía una tiranía para acabar con el caos.»

Para comenzar, la libertad (también llamada «derechos») de uno es la obligación de otro. Si yo tengo libertad de la eutanasia, el médico tiene la obligación (legal) de matarme. Si yo tengo el derecho a la propiedad, los otros tienen la obligación de no tomar mi propiedad. Si yo tengo derecho a una asistencia social, los otros tienen obligación de pagarla vía impuestos. Igual que no hay acción sin reacción, no hay libertad sin obligación. Por eso, no hay ningún sistema político que se base en la libertad. Todo sistema político (a través de la ley) privilegia unas libertades para prohibir otras. Por eso, hablar de libertad es estúpido, porque en todo sistema político tú tienes libertad de hacer lo que no prohibe la ley. Esto es así aquí, en Arabia Saudita y en Corea del Norte.

¿Qué libertades se prohiben y qué libertades se permiten? Depende los valores de la sociedad, que están codificados en las leyes. Por ejemplo, la sociedad occidental permite la libertad de mujer de divorciarse (y, por lo tanto, la obligación del hombre de pagarle una pensión por los niños), pues el feminismo es parte de nuestros valores. La sociedad islámica permite la libertad del hombre la libertad del hombre de ver crecer a sus hijos y tener una familia de verdad (y, por lo tanto, la obligación de la mujer de no divorciarse), pues la familia es uno de los valores del Islam (nadie me acuse de pro-islámico, sólo ved los comentarios contra la immigración musulmana que hago en este medio).

La gente dice «libertad» y lo dice sin pensar, sólo porque siente yuyu dentro de ella. Es una reacción emocional pero no racional. Nadie somos libres. Si quieres ser libre, vete al Tibet a una montaña. Mientras vivas en sociedad, harás lo que permitan las leyes. Entonces, hablar de libertad es estúpido y desviar la atención, pues lo importante es saber cuáles son los valores de la sociedad y como las leyes los codifica en comportamientos prohibidos y permitidos.

Entonces, ahí se entiende lo que hace Rousseau, como querer la libertad produce la negación de la libertad. Si no viviéramos en sociedad, cada uno haría lo que le da la gana. ¿Qué nos impide hacerlo y fastidiar a los otros? Tres cosas: nuestra conciencia, la presión social y las leyes (sus incentivos y castigos).

Los sistemas derivados de Rousseau han sido ateos, por lo que la conciencia se ha debilitado. Rousseau dice que la voz interior del hombre le dicta las reglas justas, pero lo que pasa en la realidad, es que cada uno sólo hace lo que quiere y después busca excusas para justificarse («sí, le fui infiel a mi pareja, pero estaba pasando por una mala época y además ella no se enteró así que no estuvo mal»). Sólo si crees que el bien o el mal están fuera de ti, intentarás seguir algo diferente del puro egoísmo (hay excepciones, como ateos muy éticos, pero son una minoría).

También Rousseau veía mal la dependencia de otros seres humanos, por lo que la presión social también se ha debilitado («a quien me importa lo que yo haga»). Sin conciencia, ni presión social, la gente evidentemente se siente más libre y lleva a cabo comportamientos antisociales. Para evitarlo, la ley se expande y cada vez hay más leyes. Así, lo que antes se resolvía por la conciencia y la presión social, hoy tenemos una ley para resolverlo (de manera muy burda, pues la ley no llega donde la conciencia y la presión social sí llegan). Esta era la idea de Rousseau, para el cual el hombre no debía depender de Dios, ni de sus vecinos y familia, pero sí del Estado (que era el que expresaba la voluntad general) – lo que en la práctica quiere decir «de los políticos, jueces y funcionarios». La frase «El pueblo es el cuerpo del Estado, y el Estado es el espíritu del pueblo. El pueblo es el Estado y el Estado es el pueblo. Todo en el Estado, nada contra el Estado, nada fuera del Estado.» es de Musolini pero el creador de la idea que expresa esta frase fue Rousseau.

¿Veis como la libertad tiene siempre una obligación? Así, dejar a la gente con libertad de su conciencia y la presión social lleva a obligaciones legales (un estado totalitario). Ahora se entiende porque se promulgan un millón de páginas de legislación españolas cada año. Conforme la inercia de la sociedad tradicional cristiana se vaya acabando y la gente haga lo que le dé la gana, Occidente pasará a sistemas cada vez más totalitarios. Leed el libro «Libido dominandi» para ver cómo la liberación sexual produce un control político cada vez más fuerte. Esto ya lo vio Platón, que dijo que la democracia acababa produciendo caos porque cada uno hacía lo que le daba la gana y después una tiranía para acabar con el caos.

Si tu quitas un policía dentro de la mente de cada persona (conciencia) y quitas un policía en la comunidad (la presión social, el qué dirán), debes poner policías pagados por el Estado para que la gente no lleve a cabo comportamientos antisociales. La libertad personal produce un estado totalitario. Esto es lo que quería Rousseau y no hay ninguna paradoja posible, sólo mentes obnubiladas con la palabra «libertad».