Orwell tenía razón

Hay países que tienen políticos que sirven al pueblo. Cataluña tiene un pueblo que sirve a los políticos (en lo que se refiere a la mitad independentista) ¿Qué Pujol roba? Però és un dels nostres! ¿Qué Mas dice públicamente que engañó al pueblo diciéndoles que la independencia era inminente? És un dels nostres. Si us plau enganyeu-nos més. ¿Qué Puigdemont declara la independencia y la anula 8 segundos después? És dels nostres ¿Que Puigdemont huye de la justicia mientras Junqueras se pudre en la cárcel en lo que sólo es propio de una rata traidora que sólo piensa en él? És el nostre president ¿Qué Puigdemont se harta a mejillones mientras que dice que otros desafíen la ley para que vayan a la cárcel? És un heroi i pateix molt a l’exili. En ningún país es tan fácil ser político. Puedes hacer lo que quieras, que te envuelves en la bandera y los indepes te lo perdonan todo.

El último caso lo tenemos en Quim Torra. Llevamos meses escuchando de los indepes que no hay otro presidente posible que Puigdemont. Apasionadamente el pueblo indepe dice que Puigdemont o Puigdemont. Lo otro sería intolerable: aceptar el 155 y humillarse ante el Estado español. Puigdemont és el nostre president.

Hoy sus dirigentes dicen Quim Torra y de repente, todo el mundo se olvida de todo lo que había defendido por meses y acepta lo que ayer era intolerable como lo que siempre han defendido y un gran triunfo para el independentismo. ¿Dónde he leído esto? Ah, sí, en el libro «1984» de George Orwell. Copio abajo un texto extraordinario que he mutilado todo lo que he podido para que no sea largo, aunque mejor leer el original sin mutilar, un texto casi insuperable.

En el sexto día de la Semana del Odio [..], cuando, [en el país de Oceanía] […] el odio general contra [el país de] Eurasia era ya un delirio tan exacerbado […]., en ese momento precisamente se había anunciado que Oceanía no estaba en guerra con Eurasia. Oceanía luchaba ahora contra [el país de] Asia Oriental. Eurasia era aliada. Desde luego, no se reconoció que se hubiera producido ningún engaño. Sencillamente, se hizo saber del modo más repentino y en todas partes al mismo tiempo que el enemigo no era Eurasia, sino Asia Oriental.

Winston tomaba parte en una manifestación que se celebraba en una de las plazas centrales de Londres en el momento del cambiazo. […]. En una plataforma forrada de trapos rojos, un orador del Partido Interior, […] arengaba a la multitud. La pequeña figura, retorcida de odio, […] daba zarpazos amenazadores por encima de su cabeza. […]

El discurso duraba ya unos veinte minutos cuando un mensajero subió apresuradamente a la plataforma y le entregó a aquel hombre un papelito. Él lo desenrolló y lo leyó sin dejar de hablar. Nada se alteró en su voz ni en su gesto, ni siquiera en el contenido de lo que decía. Pero, de pronto, los nombres eran diferentes. Sin necesidad de comunicárselo por palabras, una oleada de comprensión agitó a la multitud. ¡Oceanía estaba en guerra con Asia Oriental! […]

Oceanía estaba en guerra con Asia Oriental; Oceanía había estado siempre en guerra con Asia Oriental. Una gran parte de la literatura política de aquellos cinco años quedaba anticuada, absolutamente inservible. […] Aunque nunca se daban órdenes en estos casos, se sabía que los jefes de departamento deseaban que dentro de una semana no quedara en toda Oceanía ni una sola referencia a la guerra con Eurasia ni a la alianza con Asia Oriental. El trabajo que esto suponía era aplastante.